miércoles, 1 de febrero de 2017

Psicología Humanista: su rol en la formalización de lo transpersonal

Rodrigo González, 2017.

Psicología Humanista: su rol en la formalización de lo transpersonal

Ya que hemos abordado algunos de los aportes iniciales desde la psicología, ahora describiré brevemente la teoría humanista de Maslow y la psicología existencial de Frankl, que dieron paso al inicio formal de la psicología transpersonal.

La psicología tuvo como origen, la ciencia experimental y la práctica clínica. Por un parte, la psicología experimental, de la mano del conductismo, en su esfuerzo por legitimarse como ciencia dura, dejó de lado el mundo interno. Por otra parte, la clínica, encabezada por el psicoanálisis, se originó como una respuesta al tratamiento de determinadas patologías, centrándose en lo inconciente y oscuro. De esta manera, el conductismo y el psicoanálisis, se transformaron en la primera y a segunda fuerza, que dominaron el medio. De cierta manera, la psicología humanista, la tercera fuerza, surge como una respuesta frente a estas dos primeras fuerzas.

El precursor del humanismo, Abraham Maslow (1971; 1964; 1954; 1968), explicaba: “Freud nos proporcionó la mitad enferma de la psicología y nosotros quisiéramos ahora complementarla con la mitad sana”. Maslow creía que los seres humanos tienen una fuerza interna o vocación para mejorar, en otras palabras, tienen un potencial positivo que se debe desplegar. Para expandir este potencial, las personas requieren satisfacer sus necesidades, y en medida que tienen satisfechas las necesidades más básicas se sienten motivadas a autorealizarse. Las personas autorrealizadas, que están desarrollando plenamente su potencial, son personas morales, honestas, sociables, autónomas y espontáneas, optimistas, realistas, que experimentan las dificultades como desafíos, preocupadas por sus cercanos y por la humanidad, y que se sienten motivadas intrínsecamente para entregarse en su trabajo y relaciones íntimas, experimentando, a través de dicha entrega, conmovedoras sensaciones de flujo y sentido de unidad, llamadas experiencias cumbre.

El estudio de las experiencias cumbre llevó inevitablemente al estudio de la espiritualidad, pues estas experiencias eran especialmente frecuentes en los practicantes de disciplinas espirituales. Los fundadores de la psicología humanista, Maslow y Sutich,  se encontraban insatisfechos con respecto a la teoría que habían creado. Fueron cada vez más concientes de que habían dejado fuera un elemento extremadamente importante: la dimensión espiritual de la psique humana. Esta preocupación era parte de una tendencia amplia, que incluía a Anthony Sutich, Stan Grof y James Fadiman, entre otros. Todos ellos se sentían motivados por expandir la psicología humanista más allá de su centro de atención sobre el yo individual, interesándose por el estudio de la dimensión espiritual de la existencia humana (Grof, Lukoff, Hartelius y  Friedman, 2010; Grof, 2010).

Sutich y Maslow discutieron sobre qué nombre dar al nuevo movimiento, propusieron humanisticism, una especie de humanismo místico, luego transhumanista. Finalmente decidieron sustituir el termino transhumanista por transpersonal, más allá de la persona o máscara (un concepto propuesto por Grof). En 1967 Maslow, siendo presidente de la Asociación Americana de Psicología (APA), presentó públicamente la “cuarta fuerza”. Días después, Maslow anuncio la creación de la Journal of Transpersonal Psychology, dando inicio formalmente a la psicología transpersonal (Grof, Lukoff, Hartelius y  Friedman, 2010; Grof, 2010).

En junio de 1969 se publicó el primer número de la Journal of Transpersonal Psychology, donde apareció la primera definición de la psicología transpersonal, destacando su carácter científico: “La psicología transpersonal (o Cuarta Fuerza) es el nombre dado a una fuerza emergente en el campo de la psicología por un grupo de psicólogos y profesionales de otros campos que están interesados en las capacidades y potencialidades humanas últimas que no tienen un lugar sistemático en la Primera Fuerza (la teoría positivista o conductista), la Segunda Fuerza (el psicoanálisis clásico), o la Tercera Fuerza (la psicología humanista). La emergente Cuarta Fuerza (la Psicología Transpersonal) esta específicamente interesada en el estudio científico y la implementación responsable de las metanecesidades, los valores últimos, la consciencia de unidad, las experiencias cumbre, los valores-B, el éxtasis, las experiencias místicas, el Ser, la auto-actualización, la esencia, el asombro, el sentido último, la trascendencia del self, el espíritu, la unidad, la consciencia cósmica… los fenómenos transcendentes... y los conceptos, experiencias y actividades relacionados” (Grof, Lukoff, Hartelius y  Friedman, 2010; Grof, 2010).

Viktor Frankl (1988; 1990; 2001; 2012) es un psiquiatra que estuvo recluido en un campo de concentración. En esta experiencia aprendió la importancia de descubrir un significado autotrascendente de vida, una razón para existir que se encuentre más allá de uno mismo, en sus palabras, un logos.

Según Frankl, el hombre es un ser que participa de tres dimensiones o capas, siendo las más externas las que permiten la expresión del núcleo: así los rasgos orgánicos de una persona pueden expresar su carácter y esto a su vez lo espiritual. El ambiente puede determinar aspectos psico-físicos, pero no la existencia espiritual del hombre, ya que es el núcleo espiritual el que define los fines hacia los que se dirigirán las capas más externas.

La propia existencia espiritual es irreflexiva, es lo más sagrado que hay en el hombre y está en lo más hondo de él, protegida por el pudor y, por lo tanto, lo espiritual es intencional pero inconsciente (algo parecido al supraconciente de Assagioli). El núcleo espiritual puede caer en la arrogancia y el egoísmo, al intentar medirse según valores creados por él mismo, de manera que termina cayendo en el vacío existencial y el aislamiento. Por lo tanto, no puede medirse a sí mismo según una serie de valores si no cuenta con un valor supremo. El inconciente espiritual se encuentra en diálogo e interacción con Dios, quien nos regala una misión, un supersentido, que se va descubriendo mediante la fe y revelación. En la medida en que consideremos nuestra vida como una misión, la espiritualidad será, gracias al amor, un portavoz y realizador de valores que darán un significado trascendente a la vida.

Posteriormente, Maslow dio la razón a la tesis de Viktor Frankl. Se dio cuenta de que la personas afanadas en su autorrealización sufrían una serie dificultades para lograrlo, en cambio, las personas que se comprometen con valores autotrascendentes, encontrando un sentido más allá de sí mismo y de las circunstancias, se realizaban con mayor facilidad. A partir de ese momento, la teoría humanista dio un vuelco. Desde estar centrada en el sí mismo se comenzó a hablar de la importancia de la trascendencia, que en muchos casos estaba relacionada con un significado espiritual que le confería un sentido a la vida (Zuazua, 2001).

Maslow fue todo un visionario, adelantándose a muchos de los debates que se desataron en años venideros. En resumen, su teoría pasó por tres grandes etapas: en una primera etapa, basándose en el estructuralismo, expone su teoría de las necesidades como una progresión hacia niveles más altos; en una segunda fase, desarrolló la teoría transpersonal basándose en el experiencialismo-individual de las experiencias cumbre; y en una tercera etapa, integra los significativos aportes de Frankl, reformulando su teoría del desarrollo como un continuo descubrimiento y realización de significados con sentido, de manera que el sujeto se libera de su egoísmo, entrando en armonía con la sociedad, la naturaleza y lo numinoso.

Para comprender el giro que sufrió la psicología humanista es clave comprender el contexto histórico en el que se desarrolló esta teoría. Durante los años 50 una serie de escritores, llamados Generación Beat, promovieron el rechazo a los valores estadounidenses clásicos, el uso de drogas, la libertad sexual y el estudio de la filosofía oriental. Esta ideología se legó durante los años 60 a la contracultura hippie, que comenzó a incorporarse paulatinamente en la psicología, especialmente la humanista. Posteriormente, durante los setenta psicólogos como Timothy Leary se convirtieron en cabecillas visibles del movimiento.

Leary (Leary, Litwin y Metzner, 1963; Leary, 1957). era un psicólogo interpersonal que creía que la forma de ser y la dinámica interna de la personalidad se definía a partir de las interacciones comunicativas que desarrollamos, ya sean interacciones con personas concretas o representaciones internas de personas. Estas interacciones comunicativas pueden variar dependiendo del grado de afiliación y dominio. Como resultado del entrecruzamiento de estas dos dimensiones se podía construir un modelo geométrico de personalidad llamado circumplejo interpersonal. Además, estudiaba la personalidad en una serie de niveles de conciencia, dependiendo de la profundidad y amplitud comunicativa, agrupándolas en niveles de complejidad cada vez mayores. El nivel más profundo era el de los valores, el yo ideal y las normas subjetivas; en segundo nivel, el inconciente no expresado, que incluye aquellos elementos evitados o distorsionados; el tercer nivel, la simbolización privada pre-conciente, que se expresa en las fantasías; el cuarto nivel, la descripción conciente que se expresa en declaraciones verbales sobre uno mismo y los otros; y en cuarto lugar, la comunicación pública que se expresaba en la conducta interpersonal. Posteriormente, Leary se dio cuenta que cuando se encontraba en estos alterados de conciencia, inducidos por LSD podía comunicarse con entidades “encontradas en otras dimensiones pertenecientes a niveles de complejidad mucho mayores”, como espíritus, los entes de la naturaleza o extraterrestres. Estas interacciones comunicativas, también podían estudiarse en diversos niveles de análisis que se correspondían con niveles de conciencia cada vez mayores.

La teoría de Leary era muy interesante, sin embargo, su vida estuvo rodeada de escándalos. Fundó una secta e inducía a sus seguidores a hacer cosas inmorales en contra su voluntad. Su vida sería un presagio del curso que llevaría posteriormente el movimiento transpersonal, llena de charlatanes que mezclan un montón de teorías y técnicas para embaucar a la gente, personas motivadas por intereses por fama, beneficios personales, o arrojadas a satisfacción sin límites de todos sus deseos. Una fama que se ha ganado la psicología transpersonal, y como consecuencia le ha costado mucho ganar legitimidad, pese a los destacados científicos que han trabajado seriamente en ella.

Por otra parte, gracias a la moda contracultural, la psicología transpersonal tuvo muy buena acogida entre el público general. Destacándose la creación del Instituto Esalen y la celebración los primeros congresos de psicología transpersonal.

El “movimiento del potencial humano” desde los año 60 organizó diversos grupos de desarrollo personal. Michael Murphy y Richard Price formalizaron la enseñanza práctica y experiencial originada de este movimiento, fundando el mítico primer Instituto del Potencial Humano Esalen, situado en California. Lugar donde se reunían y enseñaron los legendarios fundadores de la psicología transpersonal (Kripal, 2008).

En 1971 se creó la Association of Transpersonal Psychology que celebró la primera conferencia en California. A partir de entonces de organizaron una serie de congresos que extendieron rápidamente el movimiento por todo el mundo (Grof, Lukoff, Hartelius y  Friedman, 2010; Grof, 2010).

En 1973 se celebró la primera conferencia internacional en Islandia, luego en Finlandia y Brasil. Tras lo cual, Stanislav Grof en colaboración con Michael Murphy y Richard Price, decidieron crear la International Transpersonal Association (ITA), la que organizó una serie de exitosos congresos a nivel internacional. Hasta que se celebró el congreso de la ITA en Kioto el año 1985, en el cual por problemas administrativos se perdieron cerca de 50.000 dólares, enviando a la ITA a la quiebra (Grof, Lukoff, Hartelius y  Friedman, 2010; Grof, 2010).

Sin embargo, la ITA logró sobrevivir, gracias a que la editorial de una revista transpersonal (dirigida por Wilber) ofreció un préstamo para la realización de otro congreso. Esta vez, los Grof decidieron organizarlo en California, una alternativa más segura desde un punto de vista financiero, y de hecho lo fue, así que la ITA no sólo pudo pagar su deuda, sino que consiguió suficiente dinero para organizar su próximo congreso. Luego de realizar una nueva serie de destacados congresos internacionales, en 2004, ni los Grof, ni sus colegas, se mostraron dispuestos a invertir más esfuerzos en la organización de los congresos. La ITA había muerto, pero no tardaría en resucitar (Grof, Lukoff, Hartelius y  Friedman, 2010; Grof, 2010).


En el congreso mundial de Espiritualidad y Psicología celebrado en Delhi, en 2008, David Lukoff, Directivo la Asociación Norteamericana de Psicología Transpersonal (ATP), llamó a una reunión para discutir la formación de un grupo en internet que uniera la comunidad transpersonal en una nueva organización internacional, organizada en un grupo de google. A dicha reunión asistió Harris Friedman, editor de la revista International Journal of Transpersonal Studies, quien propuso recuperar el nombre de ITA y continuar con su tradición y congresos. Grof consintió la iniciativa y Friedman se ofreció a solicitar fondos a la Fundación Floraglades, para rehabilitar a la ITA como una organización sin fines de lucro. Los participantes del grupo google acordaron aprobar este proyecto con Friedman como presidente, y Lukoff como vice-presidente (Grof, Lukoff, Hartelius y  Friedman, 2010; Grof, 2010).

BIBLIOGRAFÍA 

http://vidaculturaycosmos.blogspot.cl/2017/02/bibliografia.html

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