miércoles, 1 de febrero de 2017

FÍSICA CUÁNTICA Y HOLONÓMICA

Rodrigo González, 2017.

FÍSICA CUÁNTICA Y HOLONÓMICA

¿Pueden nuestras mentes finitas comprender un universo infinito? … Si miramos un papel desde la luna diremos que no sabemos si existe, si la miramos a dos kilómetros diremos que es un puntito, si la miramos de costado nos parecerá una línea, si la miramos por encima nos percataremos que tiene dos dimensiones, ancho y largo, mirando muy de cerca nos damos cuenta que también tiene altura, es decir, tres dimensiones. Pero ¿es posible que tenga otras dimensiones que aún no conocemos? Lo que percibimos no es siempre lo que parece y lo que creemos no es siempre definitivo ¿Podría existir una especie de conocimiento potencial?

Relatividad

Newton explica que existe una energía potencial que se manifiesta una vez que genera movimiento. Sin embargo, el movimiento es relativo al observador. Por ejemplo, sobre un pasajero caminando por el pasillo de un avión se puede afirmar que se mueve lento si se observa desde dentro de la aeronave o rápido dependiendo si se le observa desde fuera de la aeronave. Newton estableció toda su física mecánica introduciendo criterios arbitrarios de referencia. Pero en realidad, es imposible encontrar un sistema de referencia neutro, pues la materia siempre se encuentra inmersa en una dinámica interactiva. Niels Bohr explicaba sobre los estudios atómicos, “las partículas materiales aisladas son abstracciones; sus propiedades sólo se pueden definir y observar a través de su interacción con otros sistemas” (Navarro, 2010).

Albert Einstein, el creador de la teoría de la relatividad, postuló que la luz viajaba siempre con la misma velocidad con respecto al observador, fuera cual fuera la rapidez y la dirección en que éste se estuviera moviendo. Ello exigió abandonar un axioma de la ciencia del siglo XIX: la idea de que hay una magnitud universal, llamada tiempo, que todos los relojes pueden medir. En vez de ello, cada observador tendría su propio tiempo personal. Los tiempos de dos personas coincidirían si estuvieran en reposo, la una respecto a la otra, pero no si estuvieran desplazándose la una con relación a la otra. En segundo lugar, la relatividad tiene una implicancia importante, la masa y la energía son equivalentes, lo que se ha  puesto en paralelo con las relación entre meteria y espíritu (Jou, 2012; Capra, 2004).

Mundo cuántico

Las investigaciones de comienzos del siglo XX en física atómica nos llevaron al descubrimiento que los electrones, protones y los neutrones, los que a su vez están formados por partículas aún más pequeñas, llamadas quarks. Investigaciones recientes en física nuclear y de altas energías están estudiando a escalas mucho más reducidas. Al parecer, se podría seguir indefinidamente, y descubrir nuevas estructuras subatómicas cada vez más pequeñas. ¿Hasta dónde nos llevará esta búsqueda? Antes de llegar a este punto, revisemos algunos hitos de la física.

Max Planck, descubrió que la radiación de un cuerpo al rojo era explicable si la luz podía ser emitida y absorbida en paquetes discretos, llamados quantum. Einstein realizó algunos descubrimientos basado en en esta hipótesis, lo que le mereció recibir el Premio Nobel de Física.

Einstein siguió trabajando en las implicancias de la física cuántica hasta que se topó con los descubrimientos de Werner Heisenberg, Erwin Schrödinger y Niels Bohr. Estos físicos, desarrollaron una nueva imagen de la realidad llamada mecánica cuántica. Las partículas pequeñas ya no tenían una posición definida, sino que se regían por el principio de incertidumbre, solo se podía predecir su localización en términos probabilísticos. Einstein quedó sorprendido sobre el carácter aleatorio en las leyes física cuántica, esto no sintonizaba con su teoría de la relatividad, en una oportunidad expresó a Bohr que “Dios no juega a los dados” (Jou, 2012; Capra, 2004; Galíndez, 2007).

Fritjof Capra (2004) en su libro “El Camino de la Física” sintetiza las ideas de la física cuántica y relativista de Einstein, Bohr, Heisenberg y Schrödinger. Describe, por ejemplo, que la materia es esencialmente vacía y que todos los límites entre los objetos son aparentes, ya que si bien, ante nuestra percepción cotidiana y naturalizada del mundo, los objetos aparecen como elementos definidos y discretos son en realidad una confluencia de campos de energía unificados dinámicamente. Las partículas que componen al ser humano y al resto del cosmos se encuentran entrelazadas por conexiones que unifican el funcionamiento de lo micro y lo macro a través de todos los tiempos y espacios (Grof, 2008).

De hecho, el tema de la observación se ha transformado en todo un problema en física. La mecánica cuántica ha reconocido que los procesos de medición alteran la evolución del sistema, algunos explican que la realidad cambia porque una conciencia la observa, como explica Heisenberg, el observador en su acto cognoscitivo causa un colapso de la función de onda, lo que hace difícil definir su efecto (Galíndez, 2007). Otros han argumentado que estos principios no se aplican a la vida cotidiana. Sin embargo, varios físicos han descrito como se realizan interferencias cuánticas entre macromoléculas, abriendo el debate sobre las implicancias cuánticas en la biología (Kauffman, 2013; Kauffman, 1991; Ho, 2008; Ho, 1996).

Albert Einstein decía que el tiempo era relativo al punto de vista del observador, pero algunos se preguntan (Joseph, 2011) ¿Qué pasa si el observador no es una singularidad? Si se considera a la conciencia como plural, entonces el fenómeno relativo se vuelve probabilístico por influencia de aquellos aspectos escindidos de la conciencia, de los cuales no caemos en cuenta. Quizás existen múltiples realidades que reflejan una multiplicidad de estados de conciencia potenciales, lo que nos remite a la comprensión del inconciente, para desentreñar los misterios del universo. El panorama se complica aún más si consideramos que los fenómenos cuánticos del sistema nervioso son discontinuos y la observación es un fenómeno que emerge de aquellos procesos cuánticos (Galíndez, 2007).

Pauli creó un concepto llamado sincronicidad, para describir estados psíquicos y sucesos externos con un contenido significativo similar que coinciden entre sí en el espacio-tiempo, relacionándose de una manera acausal, es decir, de modo que no responde a una causa aparente (Peat, 2007). Según esta teoría, las casualidades pueden ser determinadas por factores causales y acausales. La acausalidad es esperable en las casualidades cuando parece impensable la causalidad. Inclusive la física, como toda actividad humana, se puede guiar por esquemas psíquicos previos de carácter inconciente. ¿Estamos de verdad desarrollando teorías en base a evidencias? O ¿estamos ordenando las evidencias en base a una imagen prefigurada del cosmos que reside en nuestra psiquis? Entonces volvemos a nuestras preguntas iniciales, ¿Pueden nuestras mentes finitas comprender un universo infinito?

Desde la cultura popular, la física cuántica ha estimulado la imaginación de muchos místicos que creen haber encontrado en ella un fundamento para demostrar que el mundo es una ilusión y la primacía de la mente sobre la materia. Como se menciona en el popular documental “¿Y tú qué diablos sabes?”, lo conocido es sólo una arbitrariedad de la observación humana (Goswami, Reed y Goswami, 1998).

Cosmos holonómico: desde lo Micro a lo Macro

Desde los 60, los físicos han quedado perplejos al encontrar una serie de partículas desconocidas. Por entonces se creó una forma de categorizarlas, la que pasaría ser el marco teórico estándar de la constitución de la materia. Los quarks se clasifican en tres pares de familias. Por su parte, los leptones han agrupado en seis tipos. Mientras que los leptones pueden ir libremente por la naturaleza, los quarks siempre se encuentran en grupos, llamados hadrones. A pesar de estos importantes descubrimientos, los físicos aún se preguntaban ¿qué determina la masa de un cuerpo?




Intentando responder a esta pregunta, Peter Higgs (1964) supuso que todo el espacio del universo está ocupado por campos. Las fuerzas de la naturaleza o campos suelen clasificarse en cuatro, de acuerdo al tipo de partícula responsable de transportar la información: la electromagnética es transportada por el fotón, la gravedad por el gravitón, la fuerza nuclear fuerte el gluón y la fuerza nuclear débil por el bosón. Higgs conjeturó que cuando estos campos interactúan con las partículas, adquieren masa, es decir, la masa no es una propiedad de la partícula misma, sino que está determinado por las fuerzas que las hacen interactuar, pues la partícula es de por sí insustancial. En fin, el gran colisionador de hadrones, que hizo noticia hace un tiempo por descubrir el bosón de Higgs ha venido a confirmar la teoría de Higgs, la interacción de la materia con los campos energéticos es lo que da sustancia a nuestro mundo.

Pero aun no explicamos muchos fenómenos por entender, por ejemplo, Alain Aspect descubrió que el movimiento de las partículas subatómicas como los electrones y fotones se encontraban relacionados por un entrelazamiento, de tal manera que se podía predecir la posición de uno al precisar la ubicación del otro, lo extraño de todo esto es que parecían comunicarse instantáneamente sin importar la distancia a la que se encontraban, en otras palabras, se daba un fenómeno de no-localidad (Jou, 2012; Capra, 2004).

De acuerdo al modelo descrito por George Smoot el universo tiene una poética simlitud con el cerebro (Jou, 2011). Las galaxias no están aisladas ni desconectadas, sino que están interconectadas como una red que transmite energía e información de un núcleo galáctico a otro. Pero esta transmisión de información es comparativamente lenta, considerando que la coordinación subatómica es simultánea.

Por otro lado, los estudios sobre holográfica han abierto una nueva posibilidad para explicar los fenómenos de no-localidad. Imagine una fuerte de luz coherente y de baja intensidad se divide en dos rayos distintos (gracias a un espejo semiopaco). Uno de los rayos se proyecta hacia el objeto, y la luz reflejada se registra en una placa fotosensible. Simultáneamente el otro rayo lumínico causa una interferencia en el primer rayo, para luego impresionar dicha interferencia en la misma placa. A simple vista el holograma (la placa que registra la interferencia entre los rayos convergentes); aparenta ser una imagen difusa, sin embargo, cuando un nuevo rayo de referencia ilumina dicho holograma los rayos luminosos que atraviesan la placa se proyectan selectivamente, reproduciendo una imagen virtual y tridimensional del objeto.

Basado en estas experiencias, David Bohm (1987; Bohm y Peat, 1988) ofreció una nueva alternativa a la no-localidad. La razón por la cual  las partículas permanezcan entrelazadas, no se debe a que se envíen algún tipo de información, sino a que la separación entre ellas es solo una imagen virtual y que en realidad son parte de un mismo orden.

La teoría se puede entender con la analogía de un pez de acuario siendo grabado por dos cámaras de televisión puestas en perspectivas contrarias. Cuando se observan los monitores de televisión se puede entender que son dos peces que se sincronizan mutuamente, como si se estuvieran comunicando, cuando en realidad se trata de un mismo pez.

Bohm  llegó a la conclusión que el universo entero, al igual que la imagen del pez, funciona como un gran holograma. Según su visión, en cualquier elemento del universo podemos encontrar la expresión de la totalidad del cosmos. E incluso, más allá del orden explicado, detrás del caos mismo, Bohm intuyó un orden implicado de grado infinito (Bohm, 1987; Bohm y Peat, 1988).

Llendo más lejos, el orden es el resultado de la evolución holística del cosmos, y como tal se entiende que involucra tanto al sujeto y el objeto, así como el proceso de comunicación entre ámbos. David Bohm y Karl Pribram entienden la conciencia como un proceso físico sutil que puede integrarse en el orden implicado de la materia,  y que, como parte del holomovimiento (la materia-conciencia en movimiento), se integra como agente de cambio en la dinámica cósmica, reduciendo el nivel de entropía y aumendo la redundancia informática en el cosmos (Pribram y Ramirez, 1981).

Si reflexionamos sobre el universo a semejanza del cerebro holonómico, surgirán inevitablemente algunas interrogantes que nos haríamos sobre cualquier ser humano, por ejemplo: ¿Percibe estímulos? ¿Cómo se organiza? ¿Cómo llegó hasta el estado presente y cuál será su destino?

Algunas observaciones revelaron que las galaxias se estaban separando, es decir, el universo se estaba expandiendo. Georges Lemaítre, pensó que esto significaba que en el pasado, estas galaxias, deberían haber estado más juntas y su densidad debió ser muy elevada. Considerando esto, postuló la teoría del big-bang.

Como ya se explicó, la teoría de la relatividad no incorpora la incertidumbre cuántica. La teoría de la relatividad explicaba relativamente bien la física del macrocósmos, y la teoría quántica lograba lo mismo a nivel de la física microcósmica. Pero cerca de una singularidad, en los comienzos de la gran explosión lo macro y lo micro se unen. Por lo tanto, la hipótesis del big bang implicaba una serie de interrogantes, el desafío era integrar la relatividad con la incertidumbre. Por una parte la cuántica requiere algún punto de referencia o fondo para establecer sus probabilidades, por otra, la relatividad asegura que los puntos de referencia evolucionan dinámicamente (Hawking, 2002).

En los años 70 se comenzaron a desarrollar una serie de teorías que intentaron unificar los dos modelos teóricos. La tesis central es que el espacio-tiempo puede tener diversas dimensiones, además de las que percibimos, estas dimensiones o universos paralelos conformarían un todo llamado multiverso. Richard Feynman, es un físico que estudió las implicancias de aplicar el principio de incertidumbre al universo macroscópico. Según Feyman, no habría sólo una historia del universo que contuviera vida inteligente, sino que tales historias constituirían, una familia completa de versiones históricas del universo, cada una de ellas transcurriendo en un tiempo espacio paralelo. Las primeras propuestas hablaban de dimensiones grassman y supergravedad, para luego pasar a la teoría de cuerdas (Hawking, 2002).

Las cuerdas son estructuras unidimensionales que cuando vibran son interpretadas como partículas, de esta manera las partículas y fuerzas pasaron a ser interpretados como dos aspectos de un mismo fenómeno. Posteriormente, se argumentó que podrían existir otras estructuras de más de una dimensión, les dio el nombre de p-branas (tiene longitud en p dimensiones). Así pues, una p= 1 brana es una cuerda, una p = 2 brana es una membrana, y así sucesivamente postuló la existencia de a lo menos 10 dimensiones de las cuales no somos concientes. Algunas de estas dimensiones se regirían por principios físicos muy distintos a los de nuestra dimensión, y tendríamos una influencia recíproca con ellas, por ejemplo, notaríamos la influencia gravitatoria de su materia, bajo la forma de causas oscuras (Hawking, 2002). Pero ¿Cómo entender las causas oscuras? Dejemos pendiente esta pregunta pendiente por el momento.

Otra alternativa para compatibilizar la incertidumbre con la relatividad se encuentra en la teoría de gravedad cuántica de bucles formulada por Abhay Ashtekar. Al igual que la relatividad define la velocidad de la luz como velocidad máxima, la gravedad de bucles define al Planck como distancia mínima a nivel cuántico. En consecuencia, de esta constante se deduce que el desarrollo del cosmos nunca llega a la llamada singularidad supuestamente producida en los agujeros negros y el bigbang. La proyección de este principio sugiere que el espacio-tiempo está formado por una red de lazos, nodos o bucles entretejidos en una especie de espuma de espíns (Penrose, 2010). Sin embargo,  esta idea entra en controversia con otros descubrimientos encontrados en la geometría de los agujeros negros (Haramein, 2002). 

Independiente de la problemática sobre la compatibilidad entre relatividad e incertidumbre, la teoría de big-bang ponía por delante un segundo gran desafío. Esta vez nos cuestionamos sobre lo que el destino nos depara, pues nos enfrentamos en un futuro lejano a un posible fin de la historia (y de pasada el cuestionarse sobre el sentido de la existencia).

Para explicar a que me refiero, le pediré que visualice un universo en expansión infinita donde las estrellas y galaxias se alejan progresivamente unas de otras. Si extendemos este proceso en el tiempo nos encontraríamos ante un escenario desolador en nuestros cielos, la mayoría del espacio estaría completamente vacío, un terreno baldío y estéril, finalmente las estrellas se aislarían, se enfriarían y se haría inviable el surgimiento de vida. Este es precisamente el escenario que predecía la teoría del big bang.

Paul Steinhardt (2008) es un físico que lleva tiempo analizando esta problemática por medio del análisis de la forma del espacio cósmico. Steinhardt ha llegado a la conclusión que si el big bang fuera el origen del universo nos encontraríamos en un universo mucho menos uniforme, el propio espacio estaría más curvado y el universo estaría mucho más distorsionado. Es probable, argumenta Steinhardt, que dicha uniformidad del espacio haya sido heredada desde un periodo anterior al big bang. ¿Cómo se explica esto? Por medio de una teoría cíclica del cosmos.

Hawking y Penrose (2015) ya habían sugerido un modelo cíclico del universo. Siguiendo la geometría esférica, el cosmos surge de un polo expandiéndose hasta llegar al paralelo más ancho, para luego contraerse hasta llegar al polo opuesto, dando paso a un nuevo comienzo. Cabe destacar que en este modelo, la materia no se origina en ninguna singularidad, puesto que la esfera no tiene ninguna arista.

En esta teoría, inicialmente defendida por Hawking, la expansión del universo disminuiría por efecto de la gravedad, invirtiedo de esta manera la línea del tiempo hacia un proceso de big cranch, a partir del que se produciría un nuevo big bang. Sin embargo, nunca se encontró la masa crítica necesaria para causar el colapso gravitatorio que desencadenaría el bigcranch.

Posteriormente, Steinhardt, teoriza que el big bang surge de la interacción de branas, dando origen a la materia y energía en expansión. Pero transcurrido el tiempo, la energía oscura aumenta, esta energía oscura es opuesta a la gravitatoria, y hace que los cuerpos se alejen mutuamente. Sin embargo, luego de llegar a un elevado grado de simplicidad, la energía oscura comienza a descomponerse en materia, dando paso a una nueva gran explosión, y así cíclicamente según intervalos regulares. Cada uno de los cíclos deja ciertas huellas que se heredan al cíclo posterior, dando una posible explicación a la uniformidad de la gran explosión (Steinhardt, 2008).

Desde otra perspectiva, Roger Penrose (2010) propone una teoría distinta, basándose en la geometría conformal y la teoría de bucles. Ya no se trata de un mismo universo renovándose, sino que la generación de un nuevo universo regido por leyes diferentes a las del cíclico o eón anterior.

Según Penrose con el big bang la entropía fue aumentando y si no fuera por la gravedad no se habrían desarrollado formas complejas de organización como la vida humana conciente. El Universo se expande disipando toda la energía y materia hasta alcanzar el máximo nivel de entropía, pero esta energía disipada no desaparece, sino que permanece concentrada en un punto, que funciona como el germen del cual se despliega toda la energía latente, dando origen al nuevo eón (Penrose, 2010).

Roger Penrose cree haber encontrado señales de la existencia del universo antes de la gran explosión en una  serie de círculos concéntricos del fondo cósmico de microondas. Moss al analizar el fondo cósmico de microondas y compararlas con simulaciones por ordenador de fluctuaciones aleatorias, concluyó que los círculos de Penrose son una especie de ruido, resultado de fluctuaciones cuánticas aleatorias (Moss, Scott, James y Zibin, 2010). ¿Será que hay un orden implicado en este caos o dicho orden solo se encuentra en el ojo del observador? ¿Pero no es el observador parte de dicho orden?

Considerando la inconmensurable complejidad del cosmos, para Ervin Laszlo (2004; 2007), resulta evidente que el cosmos no evolucionó por azar, tiene que haber –sigue argumentando- algún grado de conectividad. Su teoría sobre el campo akásico es una respuesta a esta interrogante, pues  le permitiría al sistema cósmico“in-formarse” a sí mismo. Lazlo cree que el campo akásico está implicado en este gran ciclo del universo. Ya que el campo akásico permitiría heredar la información desde un universo en destrucción al nuevo universo que se está generado.



Se sabe que todos los objetos emiten ondas de frecuencias específicas. Cuando estas ondas encuentran otros objetos, una parte es reflejada por el objeto y la otra parte es absorbida por el mismo objeto el cual queda energizado y crea otro campo de onda que regresa hacia el objeto que emitió la onda inicial. La interferencia entre la onda inicial y la onda de respuesta crea un holograma que contiene información de los objetos que originaron los campos de ondas. Más aún el holograma contiene en cada uno de sus puntos la información del sistema completo en interacción (Laszlo, 2004; Laszlo, 2007).

Lazlo (2004; 2007) plantea que un campo akásico, contiene un registro holográfico de todos los eventos ocurridos en el mundo fenomenológico, dando coherencia a los distintos campos (electromagnético, gravitatorio, nuclear fuerte, y nuclear débil), dando una base sobre la cual el cosmos podría autoorganizarse.

En cierto sentido, la propuesta de Laszlo es una derivación de la teoría de David Bohm, en realidad nada es azaroso, menos aun un hecho tan maravilloso como la vida humana. Solo piense en la enorme cantidad de eones y universos descritos en las distintas teorías físicas, sin embargo, nuestro mundo alberga una serie de leyes físicas y condiciones muy específicas sin las cuales la vida humana no sería posible. Entonces ¿Cómo dar cabida al principio antrópico en la físca actual?

La verdad es que la física aun no tiene una respuesta definitiva respecto al origen de la vida. Como se demostró en al experimento llevado a cabo por Miller y Urey es posible generar algunas sustancias orgánicas en condición similares a las presentadas en la tierra primitiva, es decir algunas sustancias inorgánicas bajo estimulación energética. Sin embargo, como sostiene Rhawn Joseph, el nivel de complejidad de las macromoléculas orgánicas amerita antecedernos a miles de millones de años antes de la creación de la Tierra para encontrar la formación de los primeros genes. Es decir, el origen de la vida humana se encuentra en el universo (Joseph, 2010).
               
El hidrógeno y el helio se formaron en los primeros momentos tras la gran explosión. Luego, en las estrellas, producto de los procesos de fusión, se generan otros elementos más pesados como el hierro o el calcio. El resto de los elementos se forman tras una supernova. Tras la explosión de una estrella los elementos constitutivos de la vida se dispersan que nubes que funcionan como un laboratorio de química, donde se combinan los elementos  formando compuestos orgánicos cada vez más complejos: aminoácidos forman proteínas y la proteínas forman nucleótidos que constituyen el ADN, y posiblemente las primeras proto-células. Luego, estas formas propulsoras de vida pudieron llegar en algún meteorito y colonizar nuestro planeta, un lugar propicio para el desarrollo de esta forma de vida. Cómo explica Carl Sagan (1983) “somos polvo de estrellas… somos la encarnación local del cosmos que se desarrolla hasta tener consciencia de sí”.

Como se aprecia, el desarrollo de la física ha llevado a una nueva forma de espiritualidad, pero esta nueva espiritualidad se aleja de la relación personalizada con Dios. Sagan comenta que “si por Dios uno entiende el conjunto de leyes físicas que gobiernan el universo, entonces está claro que dicho Dios existe... (Sin embargo) no tiene mucho sentido rezarle a la ley de gravedad”.

Michał Heller (2003) explica que la física actual, mantiene la idea de un Dios creador del universo, pues aun permanece la interrogante sobre el origen de las leyes matemáticas y físicas, la raíz de todas las causas posibles. Newton mismo creía que las leyes de la física eran la voluntad del creador y que podíamos acercarnos a él descubriendo los principios de la física, que Dios podría variar las leyes de la naturaleza y  hacer mundos de diferentes clases en diferentes tiempos-espacios del cosmos. El teólogo David Molineaux (2004), reflexiona en torno a los descubrimientos de la física. Afirma que producto de una serie de descubrimientos sobre la precisión y el complejo funcionamiento del universo, los físicos se han alejado progresivamente de una visión mecanicista del cosmos. Citando a un personaje ilustre, “El Universo empieza a parecerse más a una gran mente que a una gran máquina”. Por una parte, el universo está compuesto de sistemas que se auto-organizan y se autorregulan, el mundo natural está impregnado de algo parecido a lo que los humanos llamamos inteligencia. Por otra parte, si bien no se sabe si el universo tendrá alguna meta definida, si sabemos que tiene un rumbo, ya que al estudiar la trayectoria de la evolución cósmica, un patrón que se observa es el aumento maravilloso de la complejidad. Y los humanos son solo parte de este gran proceso de aprendizaje cósmico. Desde esta perspectiva -sentencia David Molineux- la espiritualidad no es meramente un fenómeno humano, es una respuesta frente al profundo anhelo del ser por responder a su naturaleza cósmica en evolución.

Como decía Albert Einstein “el ser humano forma parte de esa totalidad que llamamos universo, una parte limitada en el espacio y en el tiempo, y se experimenta a sí mismo, a sus propios pensamientos y a sus sentimientos como separados del resto en una especie de prisión que nos mantiene atados y circunscritos a nuestros deseos personales y a nuestro afecto por lo seres más cercanos. Nuestra tarea consiste, pues, en liberarnos de esta prisión ampliando nuestro círculo de compasión hasta llegar a abrazar a todas las criaturas vivientes y a toda la naturaleza en todo su esplendor” (Walsh y Vaughan, 1994).


Cosmos ¿puede haber algo más absoluto y profundo? Hoy podemos apreciar con mayor intensidad que nunca la importancia de la humildad ¡A pesar de los exitosos avances de la física, aún queda tanto por comprender!

BIBLIOGRAFÍA 

http://vidaculturaycosmos.blogspot.cl/2017/02/bibliografia.html

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