miércoles, 1 de febrero de 2017

Estructuras subconcientes y estados disociativos de conciencia

Rodrigo González, 2017.


Estructuras subconcientes y estados disociativos de conciencia

Los estados convencionales de conciencia se distinguen porque se experimenta un sentido de mismidad, de coherencia y de agencia. Por otra parte, existen los estados disociativos de conciencia, donde se vive una pluralidad de agentes causales de la conducta.

Estos estados disociativos de conciencia pueden ser bastante frecuentes, abarcando conflictos de personalidad tan diversos como la neurosis, la bipolaridad, la adicción o la psicosis.

Como explica Jung (1934) la disociación es un mecanismo psíquico muy antiguo que puede encontrase en los pueblos primitivos y que se mantiene hasta nuestros tiempos  como uno de los principales recursos, por lo que resulta injusto catalogar a dichos estados como intrínsecamente negativos. Jung destaca entre las características del psiquismo primitivo disociado la identificación de varias almas y la proyección de los elementos del alma en el mundo, dotando a las circunstancias y a una pluralilidad de seres espirituales de agencia activa. Actualmente esta experiencia se da en forma algo distinta cuando el sujeto dice que “ha actuado como si no fuera él mismo”, cuando dice que “algo externo lo llevó a actuar de tal o cual manera”, cuando el adicto endiosa aquello que le hace dependiente, o cuando nos sentimos disonantes o infieles a nuestros propios ideales o vocación.

También pueden ser hasta cierto punto experiencias disociativas algunas vivencias exepcionales como las experiencias cercanas a la muerte y otras ya mencionadas el estado hipnótico o la conciencia crítica. Con la diferencia que dichos estados son solo momentáneos, es decir son solo estados y no necesariamente estructurales.

Bipolaridad y disociación afectiva

La disociación afectiva es otro de esos fenómenos que han llamado la atención de la psicología transpersonal,  contribuyendo a ampliar nuestra visión respecto a los horizontes poco explorados de la conciencia.

Pierre Janet por medio de su trabajo descubrió que la conciencia podía escindirse en distintas personalidades con características y memoria propias. Posteriormente Jung (1934) por medio de ejercicios asociaciones de palabras llegó a la comprensión que las parcelas escindidas de la psiques responden a la lógica del complejo psicológico donde un estímulo evocaba experiencias afectivas intensas y significativas que activan un tema nuclear, que llevaba al sujeto a vivir momentáneamente en función de su complejo, como si se tratara de un espíritu tomando posesión de la persona y llevándolo a actos que no realizaría en condiciones normales.

La investigación cognitiva ha sido congruente con la hipótesis de complejos, revelando que fuera de la conciencia, se registra y adquiere información que no se puede experimentar conscientemente (Ballesteros, 2013).

Peirce y Jastrow (1884) demostraron que existía una percepción subliminal de tipo inconciente. Posteriormente, Forgas y Bower (1987) desarrolló el modelo de redes asociativas, que postulaba que la información relativa a un evento se memoriza junto con la emoción que provoca. Actualmente se sugiere que el priming afectivo dado por experiencias previas, influye de modo inconsciente en la conducta emocional (Ballesteros, 2013) y que que la conciencia no siempre funciona como una unidad y muchas veces funciona como una multiplicidad (Joseph, 2011). Lazarus (2000) Distingue entre el procesamiento automático de las emociones y el proceso emocional dirigido voluntariamente. Mientras que en los primeros la información fluye desde capas inferiores del sistema nervioso hasta el cortex, en los procesos emocionales concientes que son procesos donde la información fluye desde el córtex superior hacia el resto del sistema nervioso. Rhawn Joseph (2011) explica que la conciencia muchas veces funciona como una multiplicidad, sobre todo cuando hay una escasa o deficiente conexión entre las distintas partes del cerebro (por ejemplo, un cuerpo calloso que no conecta eficientemente el hemisferio derecho e izquierdo, o cuando el área parietal inferior que se encarga de integrar información perceptual multimodal y el área prefrontal que conecta el sistema límbico con áreas encargadas de la autoregulación se encuentran dañadas).

Jung (1934) agrega que este estado de conciencia es bastante común y se manifiesta en expresiones cotidianas como: “me ha sacado de quicio”. El problema es cuando, zonas enteras de nuestra naturaleza pueden reprimirse en el inconciente, de lo que se deriva una  transformación duradera en la conciencia, que en casos extremos se presenta en la bipolaridad con episodios psicóticos. Eduardo Grecco (2012), mantiene una opinión muy parecida a la de Jung, explica que la inmensa mayoría de los bipolares no presentan episodios psicóticos y logran desenvolverse normalmente. En el bipolar se exacerba un funcionamiento inherente a la vida humana: “el antagonismo complementario de los opuestos”.

Como se recuerda, tal disociación afectiva nace de experiencias intensas que no pueden ser reconocidas. En el caso del espectro bipolar, Grecco (2012) menciona que su historia de vida estaba marcada por el desamor, por sentir que no recibíó el amor, el cuidado y la protección que necesitaba. Luego concluyó,  “si no me aman, es porque no lo merezco, y si no lo merezco es porque no valgo nada”, entonces cuando entra en fase depresiva deduce que “está bien que no me quieran y que las cosas en la vida me sean hostiles” o por el contrario, durante la fase maníaca, “estoy indignado, no necesito nada” (Grecco, 2012). No obstante persiste en ellos el temor a las perder sus vínculos o destruir sus relaciones afectivas. Bajo el dominio de la  manía se niegan las pérdidas bajo una fachada omnipotente, en cambio, durante la depresión se acepta una culpabilidad total sobre dichas perdidas.

Steven Hayes (Hayes, 2004; Hayes, Strosahl y Wilson, 1999) explica que cuando una persona rechaza tomar contacto con sus experiencias “negativas”, se origina un síndrome de evitación experiencial, y se genera, a partir de dicha reacción, un efecto rebote, aumentando las conductas no deseadas y el malestar.

Desde la perspectiva de Eduardo Grecco (2012), la bipolaridad puede ser un mal o un don dependiendo de cómo la abordemos. La oscilación emocional propia de la bipolaridad se puede transformar en un recurso constructivo, del que se pueden  sublimar una serie de talentos no desarrollados.

Efectivamente los estados maníaco-depresivos traen consigo una especial sensibilidad, consiguiéndose abanicos afectivos y sus consiguientes estados de conciencia mucho más variados que el resto de la población.

Por ejemplo, cuando el sujeto entra en una fase maníaca entra a un límite difuso que se conjuga entre la creatividad propia de un genio y la locura. Es en este espacio, justo antes de atravesar el límite que conduce a la psicosis, cuando el artista, el científico, el deportista o el místico pueden entrar en un ejercicio creativo que fructificará en la obra artística, el descubrimiento, una gran jugada deportiva o la experiencia mística, según corresponda. Creatividad implica ir más allá de uno mismo y las circunstancias, y es por medio de la disociación que se logran entender las cosas desde otras perspectivas que trascienden la propia, lo que se ve amplificado gracias, al instinto y curiosidad del bipolar.

Por otra parte, aunque en grados extremos el estado depresivo se asocia ideas irracionales, una moderada cuota de ánimo depresivo puede aportar realismo al mundo afectivo, previniendo la aparición del sesgo optimista. Ya hace muchos años que Abramson y Alloy (1979) descubrieron que los depresivos predecían con mayor exactitud, que los no depresivos, el grado de control tenían sobre las circunstancias.

Esta visión de la bipolaridad no es aislada, desde hace algún tiempo que las nuevas terapias conductuales se  han orientado hacia la clarificación de los valores personales en lugar de centrarse en la mera reducción de síntomas (Hayes, 2004). El desafío del bipolar es dejar de recurrir al auxilio externo como único medio de salvación, y en cambio aprovechar y fortalecer los recursos internos, aprender a oscilar afectivamente de un modo proporcionado aprovechando los recursos positivos que aportan los estados maníacos y depresivos, se trata de una estabilización dinámica que fluctúa dentro del intervalo afectivo donde las paradojas y antagonismos se hacen conciliables, al matizar las posiciones en conflicto (Grecco, 2012). Desde la perspectiva  jungueana se habla de alquimia, en fin la integración de los opuestos.

Psicosis y Crisis Espiritual

Muchos profetas, santos, chamanes y maestros espirituales de todos los tiempos vivieron intensas experiencias que, desde una visión biomédica tradicional, serían consideradas como psicóticas. Por ejemplo, los sutras relatan que cuando Buda iba a alcanzar la iluminación huestes de demonios se enfilaron para impedirlo. La Biblia describe otro episodio similar cuando Cristo, fue tentado por el demonio en el desierto. ¿Cómo entender este fenómeno? ¿Acaso buda y Jesús eran psicóticos?

Ya que existen algunos casos que han evidenciado estados psicóticos asociados a disciplinas espirituales (Walsh y Roche, 1979; García Monterrey y González, 1992). Es importante explicar cómo se aborda esta temática en desde una perspectiva transpersonal.

Los primeros cuestionamientos a la patologización de diversas experiencias espirituales vinieron desde la misma psiquiatría. Thomas Stephen Szasz y Ronald Laing impulsaron un movimiento llamado antipsiquiatría, que cuestionaba el etiquetamiento diagnóstico y los métodos coercitivos impuestos a los sujetos de atención.

Szasz (1961) creía que las “enfermedades” mentales eran solo un mito al servicio de los sistemas de control social. Esto queda en evidencia cuando se constata que, dichas “enfermedades” no se diagnostican por medio de pruebas biológicas objetivas, sino que de acuerdo a criterios decretados por los miembros de una asociación de personeros de alto estatus social. Ronald Laing (1974) explica que la sociedad moderna es secular, niega la validez subjetiva de la experiencia psicótica y no comprende el potencial curativo intrínseco de dicho proceso. Laing descubría en las experiencias psicóticas un complejo sistema de significados provenientes del inconciente, una sombra que reflejaba la enajenación histórica condicionada de este reino fenomenológico. Al respecto, Grof (1989) comenta que “no es sorprendente que cuando la realidad, la fábrica de este mundo, estalla y la persona entra en otro mundo esta se halle completamente perdida y asustada y solo encuentre la incomprensión de los demás”.

El contenido de los episodios psicóticos puede ser ideosincrático o en otras ocasiones tener un claro fundamento colectivo, trascendente y espiritual. Algunos testimonios de personas que han superado los episodios psicóticos son reveladores:

 “Creo que yo mismo me cause la enfermedad, en mi intento de penetrar en el otro mundo encontré a sus guardianes naturales, la encarnación de mi propia debilidad y de mis faltas… Quería acercarse a las fuentes superiores de la vida. Me debería haber preparado para esto durante un largo periodo de tiempo, invocando dentro de mí un ser superior e impersonal, ya que el néctar no está hecho para los labios mortales… los demonios surgieron del abismo, como el guardián cerbero, negando el acceso a los no autorizados. En última instancia, esto significa para mí la decisión de morir… Entonces vino la iluminación. Mediante el ayuno penetré en al verdadera naturaleza de los que me seducían. Eran alcahuetes e impostores de mi querido yo personal que carecían totalmente de realidad. Emergió un yo más amplio e inclusivo y pude abandonar mi anterior personalidad con todo lo que la rodeaba. Vi que esa personalidad anterior nunca hubiera podido entrar en los reinos de la trascendencia. Como consecuencia, sentí un terrible dolor, como un golpe aniquilador, pero fui rescatado y los demonios se fueron consumiendo, se desvanecieron y desaparecieron” (Testimonio citado por Karl Jasper, en Grof y Grof, 1989).

Gracias a la antipsiquiatría se encendió un intenso debate. Moffat (2011) explica que los psicóticos son los más cuerdos de todos porque se dan cuenta que todo es una construcción, pero cree que esta sensación les resulta intolerable y terminan creando su propia construcción. Grof propuso que que algunos episodios psicóticos son en realidad fases críticas de transformación personal y apertura espiritual, que si son bien canalizados pueden redundar en desarrollo personal, las llamó emergencias espirituales (Grof, 2010). Por su parte David Lukoff (1998), ha enfatizado la necesidad de distinguir los estados místicos con rasgos psicóticos de los estados psicóticos con rasgos místicos. En la práctica dicha distinción resulta difícil de realizar, sin embargo, ha sido la mejor aceptada, incorporándose al DSM como “Problema religioso o espirirual”. Probablemente la mejor distinción es de Stanislav Grof, quien sostiene que en el episodio psicótico común se sufre una desorganización progresiva del psiquismo, mientras que en la emergencia espiritual el psiquismo tiende hacia la unificación, en caso de recibir una adecuada guía y apoyo espiritual. No obstante, aun no queda del todo claro como identificarlas, pues en la práctica dicha tendencia holística solo se puede constatar una vez superado el episodio psicótico. Finalmente, los terapeutas se guían por su ojo clínico o por el modelo teórico al que adscriben, tratándolos como emergencia espiritual o como crisis psicótica según corresponda.

Grof lleva a cabo una clasificación de “emergencias espirituales”, que aunque no es exaustiva resulta muy esclarecedora. Estas son: la enfermedad chamánica, el despertar del kundalini, las experiencias cumbre, el retorno al origen (propio del proceso de individuación), la crisis de apertura psíquica, las experiencias de vidas pasadas, la comunicación con guías espirituales y la canalización, las experiencias cercanas a la muerte, los encuentros cercanos propios del fenómeno ovni, y la posesión. A esta lista se pueden agregar otras que no necesariamente tienen connotaciones psicóticas, como el seudo-nirvana, la noche oscura, la desilusión, la inflación del yo, la conversión, la pérdida de fe, las recaidas a niveles inferiores de funcionamiento, el sectarismo, entre otras.

Es importante entender que el mero hecho de que una persona tenga una experiencia no lo hace espiritual, bien puede tratarse de un fenómeno biofísico o bioquímico particular que no se integra en un contexto y narrativa correspondiente.

Por otra parte, se debe tener en cuenta que el desarrollo espiritual no necesariamente implica emergencias espirituales de connotación psicótica, pueden o no presentarse, y en los dos casos va. Como explica Grof el misticismo puede manifestarse como un emerger o por medio de emergencias. El emerger es más fluido y paulatino, las experiencias emocionales se integran con más facilidad, se vive un sentido de confianza y cohesión. Por el contrario, las emergencias o crisis implican cambios más bruscos que desbordan las capacidades del sistema hasta el punto de amenazarlo. Cuando está en peligro la integridad del paciente o sus cercanos no se debe descartar el uso de mecanismos de contención como los medicamentos, no obstante, no se debe olvidar que la tarea del terapeuta es preparar al paciente para emprender un viaje hacia su interior, para luego aventurarse con él en ese laberinto de símbolos y, desde dentro de él, traerlo de vuelta (Grof y Grof, 1995; Grof y Grof, 1989).

Adicción y Apegos

Desde la antigüedad la humanidad ha experimentado con todo tipo de sustancias y técnicas rituales que modifican el estado de conciencia. Como ha demostrado la historia, el consumo de ciertas sustancias puede expandir nuestra conciencia, pero, aunque parezca contradictorio, con fuerza inusitada puede también contraer la conciencia, arrastrándonos a la adicción y dependencia. Jesús decía que “nada hay fuera del hombre y que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre”. ¿A qué se refería?...

Generalmente, cuando se habla de trascendencia espiritual, se entiende con ello que debemos liberarnos de todo condicionamiento. El Bhagavad-Guita habla de eliminar las siete emociones y los seis deseos. El Maestro Eckhart decía que era necesario desprenderse de todo aquello que nos hace esclavos. San Francisco enseñaba a desear pocas cosas y muy poco. Y en el budismo se considera que la eliminación de los apegos es la clave para la iluminación. Considerando todo esto se entiende que comprender la dinámica de la adicción y los apegos revista especial importancia en el campo transpersonal.

El apego es una derivación lógica de nuestra existencia y en cierto grado puede considerarse parte de los estados ordinarios de conciencia. El ser humano para satisfacer sus necesidades necesita interactuar con el medio físico y social de donde puede obtener recursos y adquirir experiencias requeridas para el sano desarrollo de su vida. Con el tiempo esta forma de relación se habitúa, se puede transformar en un complejo sistema de procesos esquemáticos que integra percepciones, pensamientos, conductas, sentimientos y procesos fisiológicos que se autorefuerzan sistemáticamente.

Potencialmentemente, podemos ser adictos a cualquier cosa que movilice momentáneamente nuestras psicofisiología: una sustancia, una sensación, una idea, una persona, una acción, cierto estímulo, etc. Luego, cuando el adictógeno no está, el deseo re-aparecen con mayor fuerza y se necesita un mayor nivel del adictógeno para obtener el mismo resultado, entonces se dice que el sujeto se ha vuelto dependiente y que ya no actúa con libertad, se ha hecho esclavo de sus deseos. Pero lo más interesante es que el deseo hace una serie de jugarretas, que pueden alterar el estado perceptual, el sentido de identidad, la proyección y la habituación, o sea, en la práctica afecta todas las funciones de la conciencia, de manera tal que se pierde la capacidad para realizar juicios críticos y contextualizados sobre aspectos parciales de la realidad asociados al adictogeno. Es sobre todo en el síndrome de abstinencia cuando podemos reconocer el efecto del adictógeno en la conciencia  y en la actitud básica del sujeto. En última instancia, una alteración de conciencia implica una dinámica relacional del adicto para mantener su organización a costa del consumo, es decir, las personas consumen en forma abusiva, en el contexto de dar continuidad a sus diversos dominios de acoplamiento con el medio (Romero y Pérez, 2010).

En cierto modo los apegos nos sumergen en una especie de ilusión: Desde un punto de vista perceptual se genera una distorsión de la realidad, por ejemplo, vemos más cerca y escuchamos más fuerte aquellos aspectos de la realidad que nos interesan; Desde un punto de vista de los pensamientos se puede apreciar una tendencia a la obstinación, ya que se rechazan indicios que demuestren que la forma de interacción con el medio que ha sido reforzada es dañina; Desde un punto de vista de los sentimientos se alteran los niveles de atracción, y dependencia; Y desde una perspectiva conductual se observa una rigidización de los patrones de conducta. Rock & Kambouropoulos (2008) argumentan que el craving sería un estado alterado de conciencia, dado por un acoplamiento estructural al consumo del adictógeno, que reformula la experiencia, generando un evento de “autoengaño” del consumidor en relación a no reconocer los efectos inmediatos placenteros y también a no reconocer las consecuencias negativas asociadas al consumo excesivo (Romero y Pérez, 2010). El problema de los apegos es que son rígidos, pero el entorno es cambiante, las cosas van y vienen e inclusive la propia vida se encuentra supeditada a tribulación y muerte. Como resultado de no poder satisfacer siempre nuestros deseos, estamos en un constante proceso de sufrimiento y desilusión. Como explica Jaime Barylko (2000), satisfacer los deseos sin límites, termina por consumir la subjetividad, aislando al sujeto y minado su sentido de vida. Quisás, por eso que los grandes maestros espirituales siempre hablan de seguir el curso natural y tomar las cosas con ligereza.

En su libro clásico “Pasos hacia una ecología de la mente”, Bateson (1998) analiza la estrategia de los Alcohólicos Anónimos para conseguir la sobriedad. En su examen, el autor describe el rol central que cumple la espiritualidad en el proceso terapéutico. En un comienzo el adicto establece una relación simétrica con el adictógeno, es decir, se esfuerza por demostrar que es capaz de manejar el consumo negando su dependencia, esta dinámica se desarrolla hasta desencadenar una crisis sistémica (la experiencia de tocar fondo), que motiva al adicto a descentrar su atención en sí mismo y buscar ayuda en algo superior y en su entorno, el adicto ya no busca “ganarle” al adictógeno, sino que reconoce que es algo que lo supera, y se pone a sí mismo en manos de Dios y su comunidad, en términos técnicos establece una interacción complementaria con el entorno.

En resumen, la espiritualidad cumple una función terapéutica que cambia el estado de conciencia en virtud de los procesos de inclusión social que promueve, en Bateson (1998) la espiritualidad consiste en un acto relacional que suscita estados motivacionales. Esto nos lleva a comprender el fenómeno del apego desde la biología de sistemas, y es precisamente esta la dirección que está tomando la investigación respecto al tema, basta echar una mirada al modelo ECO2, de reducción de riesgos, o la intervención en redes, donde la importancia del contexto se vuelve determinante para la calidad de vida (Cordova, Ortíz, Hernández, Martínez, Chertorisvsky, Toscano, Fajardo, Sotelo, Fromow, Olmos y Rodríguez, 2009).

Es interesante notar como el proceso de dejar un apego se ajemeja al de duelo, pues en ambos procesos la aceptación, la búsqueda de sentido y el establecimiento de nuevas formas vinculares basadas en la búsqueda de apoyo social se vuelven críticas. El modelo de Prochaska y DiClemente (1989) describe una serie de etapas para tratar una adicción: precontemplación, contemplación, preparación, acción, mantenimiento y recaida. Pasar del estado precontemplativo al contemplativo resulta esencial en este modelo, pues sabemos que el deseo durará sólo unos minutos y que la atención del sujeto puede focalizarse en otros contenidos de conciencia, facilitando la participación en espacios de relación incompatibles con el consumo  (Romero y Pérez, 2010). A su vez, la transición de la precontemplación a la contemplación se asemeja al proceso de duelo descrito por Kubler-Ross (1973) con sus cinco fases: negación, rabia, depresión y finalmente la aceptación y aprendizaje.

Como explica el Doctor Bazian detrás de la insatisfacción siempre se esconde un buscador. Grof  describe que muchos participantes de sus programas de respiración holotrópica, que el alcohol o la heroína eran solo una caricatura de los que estaban buscando, que lo que en verdad buscaban era aquella experiencia espiritual que trajera serenidad, claridad y conexión con el cosmos (Grof y Grof, 1995). En definitiva, da la impresión que los apegos están en nuestras vidas para dejarnos una lección, la trascendencia de la persona.


Estados sugestionables de conciencia bajo la influencia de
persuasión coercitiva

Con la enorme proliferación de movimientos nuevos espirituales, ¿cómo diferenciar un verdadero maestro, de un falso maestro?, ¿un verdadero camino espiritual, de una  de una peligrosa secta? No todo lo que brilla es oro, dice un dicho popular que resulta extremadamente preciso para el caso. La verdad es que poder diferenciarlos es todo un arte que requiere bastante cuidado.

Creo que sería de mal gusto hacer una lista de todas las sectas destructivas, me temo que deberá ser usted mismo, el lector, quien deberá discernirlo, pues solo me restringiré a aportar algunos criterios generales.

Algunos movimientos espirituales se han involucrado en actos de terrorismo, asesinatos, suicidios colectivos y fraudes a gran escala. Este fenómeno en términos sociológicos ha sido estudiado como una nueva patología social, característica de nuestra época. Por lo general, se responsabiliza a los líderes de estos movimientos, pero ¿no le cabe cierta responsabilidad a los seguidores de estas prácticas espirituales?, después de todo son ellos los que deben tomar las precauciones necesarias.

Por otra parte, la palabra secta se ha convertido en una etiqueta peyorativa, que se usa como arma, en contra de personas con creencias y costumbres distintas, una forma de discriminación que genera un clima de intolerancia, es decir, es una definición arbitraria y muy limitante, luego esta información se publica en medios de comunicación y se genera un estigma social difícil de borrar.

En un sentido lingüístico se designa secta a cualquier doctrina enseñada por un maestro y seguida por sus adeptos, es decir en un sentido estricto su definición no connota maldad. Pero la iglesia católica popularizó la definición de la secta como una doctrina que se aleja de lo tradicional, en el sentido de herejía ideológica. Sin embargo, pasado el tiempo, los sistemas de creencias que fueron considerados “sectas heréticas” como el budismo o el islam, hoy son considerados en un sentido ecuménico, como“grandes religiones”. Entonces, ¿Cómo distinguir a las sectas destructivas sin caer en la discriminación?

Pepe Rodríguez, es un periodista que ha estudiado con profundidad el fenómeno. Rodríguez (2012) distingue las “sectas” de las “sectas destructivas”. Una secta destructiva es todo aquel grupo que en su dinámica de captación y/o adoctrinamiento, utilice técnicas de persuasión coercitivas que propicien la destrucción de la personalidad previa del adepto o la dañen severamente; que ocasione la destrucción total o severa de los lazos afectivos y de comunicación del sectario con su entorno social habitual y consigo mismo; que lleve a destruir derechos jurídicos inalienables en un estado de derecho. Según esta definición cualquier grupo (político, religioso, terapéutico, etc.) puede convertirse en secta, pero también, un grupo que había funcionado sectariamente puede dejar de serlo, ya que desarrollan mecanismos de autorregulación que restringe el desarrollo de corpúsculos sectarios.

Varias teorías conspirativas sostienen que bajo la falsa intensión de existir para el pueblo y usando el disfraz de movimientos políticos, han funcionado desde siempre una serie de sectas perversas. Más allá de la credibilidad de la laberíntica diversidad de teorías conspirativas, es importante destacar un punto para el análisis, pues efectivamente algunos movimientos políticos han demostrado un funcionamiento sectario. Algunos investigadores intrépidos se han esforzado por estudiar con seriedad los mecanismos usados por movimientos “políticos” para manipular a la población y han llegado a importantes conclusiones. A continuación expondré los estudios de Robert Lifton y Naomi Klein.

Robert Lifton  (1989) en su obra “La Reforma del Pensamiento y la Psicología del Totalitarismo” estudió técnicas de persuasión coercitivas utilizadas desde los tiempos de Mao hasta la actualidad en China  contra los presos de conciencia, para convertirlos a la ideología comunista y estableció ocho criterios para detectar cuando se está implementando el llamado lavado de cerebro, actualmente estos criterios son usados por profesionales para distinguir cuando un grupo está llevando a cabo prácticas sectarias:

. Control de la atmósfera social y de la comunicación humana, coartando la comunicación y quitando la posibilidad de pensar.
. Manipulación mística. Construir premeditadamente atmósferas espirituales que parecen espontáneas pero que en realidad están planeadas y estudiadas para producir un efecto. La gente interpreta  este efecto como espiritual ignorando la verdad.
. Redefinir el lenguaje. Controlar las palabras es útil para controlar el pensamiento de las personas. Se adoctrinan clichés simplistas que desalientan el razonamiento crítico.
. La doctrina sobre la persona. No importa lo que una persona esté experimentando en la realidad, es la creencia en el dogma lo que es importante. La creencia del grupo rebasa la conciencia individual y la integridad, en cuanto a comprobar sus resultados. Por ejemplo, una persona que supuestamente está sana pero manifiesta síntomas de enfermedad, se sigue asumiendo que está sana a pesar del sufrimiento de la víctima.
. La ciencia sagrada. Doctrina con el absoluto científico y moral, en el cual el dogma es incuestionable.
. El culto a la confesión. Manipulación de la confesión pública para romper los límites personales. Restricciones y prohibiciones a la privacidad personal. Se abusa del recurso de la confesión para denigrar y controlar a las personas mediante la información vertida. Se intenta borrar la individualidad para ser controlado en masa.
. Demandas de pureza inalcanzables. Estándares inalcanzables de perfección para crear culpabilidad y vergüenza en los adeptos. La gente es castigada y enseñada a autocastigarse, por no llegar al ideal que desde el comienzo es imposible de lograr.

. La dispensación de la existencia. El grupo decide quien tienen derecho a existir y quién no. No existe ninguna alternativa legítima sino sólo el pertenecer a esa organización.

Naomi Klein (2007) es investigadora reconocida internacionalmente por indagar cómo los organismos gubernamentales se han aprovechado de diferentes contingencias (o han creado ciertas circunstancias) que dejan a la población conmocionada y confundida, y de esa manera, imponen reformas económicas capitalistas. Naomi Klein muestra el ejemplo, sobre como las políticas económicas de Milton Friedman y la Escuela de Economía de Chicago se impusieron en las economías de Sudamérica en los años setenta. Se centra especialmente en cómo el golpe de estado en Chile dirigido por Pinochet legitimó el uso de la tortura para forzar políticas impopulares en forma similar a las técnicas ocupadas en la terapia de choque.

Muchas de las técnicas usadas por sectas destructivas fueron refinadas por las agencias de inteligencia de EEUU, la Unión Soviética y la agencia de seguridad interna de China, basándose en los estudios de Pavlov sobre la neurosis experimental y los experimentos de Ewen Cameron sobre la terapia de choque. La mayoría de estas técnicas exponen al sujeto a un elevado nivel de estrés, vulnerabilidad y aislamiento, en que se vuelve más voluble, luego se ofrece un coctel de adoctrinamiento acompañado de pequeñas recompensas a cambio de obediencia, en caso de no conseguirse, se induce culpa o vergüenza, y luego se sigue sometiendo al individuo al miedo y la inseguridad.

Harris y sus colegas (Harris, Sheth y Cohen, 2008; Harris, Kaplan, Curiel, Bookheimer, Lacoboni y Cohen, 2009) han mostrado los correlatos neuronales asociados a la creencia, incertidumbre e incredulidad. Se utilizó resonancia magnética funcional en el cerebro de -cristianos y no creyentes- que evaluaban la verdad y la falsedad de las proposiciones religiosas y no religiosas. Para ambos grupos ante sendos estímulos, la creencia se asoció con una mayor activación en la corteza prefrontal ventromedial y la aceptación final se basó en un procesamiento hedónista en la corteza prefrontal medial y la ínsula anterior. Los estímulos religiosos se asocian más a regiones que regulan la emoción, la auto-representación y el conflicto cognitivo, mientras que los estímulos no religiosos se asociaron a redes de recuperación de la memoria. También se observó tiempos de respuesta más largos para respuestas falsas en personas religiosas. Estos esperimentos nos pueden dar luces sobre como se lleva a cabo el lavado de cerebro, básicamente lo que se hace es que aquellos estímulos que se asociaban a una emoción positiva, se asocian reiteradamentecon emociones negativas, lo que lleva al sujeto a un estado de incredulidad sobre todas sus creencias, luego para afianzar las nuevas creencias se le fuerza a memorizar nuevos contenidos que tienen que ser evocados en escasos tiempos de respuesta asociándolos a emociones positivas. También, podemos entender el lavado de cerebro como proceso psicosocial de dominio de una esferas de vida sobre otra, primero se lleva al adepto al campo de lo ilegitimo o antinatural, para luego naturalizar los fundamentos ideológicos de la secta.

Recientemente, hemos sido testigos de cómo el temor se ha apoderado de la conciencia de millones de personas a finales de 2012, al finalizar el último baktún de la cuenta larga del calendario maya. Son precisamente este tipo de episodios los que son utilizados por las sectas destructivas para disminuir el nivel de conciencia de la población dejándola suceptible a su influencia.Seamos cautos, pero no tengamos miedo, lo grupos humanos son dinámicos, en un momento se puede manifestar su aspecto más lo positivo y en otros más un funcionamiento más sectario, o viceversa, además, dentro de un mismo grupo puede haber importantes diferencias entre subgrupos, por lo que no es correcto generalizar.


Por último, me gustaría transmitir un mensaje de Alberto Alfaro sobre las incongruencias que tiene la sociedad frente a las sectas, y así,  dejar la discusión abierta, reflejando lo agudo del tema. Alfaro (2007) explica: “Una de las características más controversiales de las sectas destructivas, son los suicidios colectivos de decenas o centenares de personas, por supuestos motivos religiosos, aunque sea bajo su voluntad, y estén convencidos que hacen lo mejor, son juzgados por ser amoral. Por otro lado, los países mandan a la guerra a miles de jóvenes que no desean morir, pero que siguen una ideología y hacen caso a las órdenes de sus superiores, los mandan a morir y a matar, por intereses políticos de unos pocos, y eso es completamente permitido, aceptado y premiado por ser moralmente correcto, y llaman a esto, nacionalismo. Realmente creo que algo no está del todo claro”… siendo más preciso, comprender los estados sugestionables de conciencia resulta útil para comprender no solo el fenómeno de las sectas, sino una lógica cultural coercitiva y la infinidad de fenómenos asociados a ella, como la violencia ejercida hacia la mujer, el acoso laboral, la dinámica de aculturación, el nacionalismo, etc.

BIBLIOGRAFÍA
http://vidaculturaycosmos.blogspot.cl/2017/02/bibliografia.html

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