miércoles, 1 de febrero de 2017

Escuelas transpersonales de Intervención psicosocial

Intervención psicosocial

A continuación describiré las escuelas de psicología transpersonal más influyentes en el medio latinoamericano: el humanismo cristiano, la escuela dinámica analítica, la gestalt integrativa, la escuela experiencial, la escuela cognitiva-conductual, la escuela integral de Wilber, el enfoque ecológico y el enfoque participativo. Algunas de ellas asumen un formato más cercano a la psicoterapia, otras se asemejan más a la intervención social.

Humanismo Cristiano

La primera escuela de pensamiento que abordó las implicancias psicosociales de la trascendencia espiritual en Chile es el cristianismo.

Es importante aclarar que, salvo ciertas excepciones, los humanistas cristianos no se consideran a sí mismos como parte del movimiento transpersonal (Vigil, 2013), más bien han buscado diferenciarse de él. Existen importantes razones históricas para este cisma (Grupo de Trabajo sobre Nuevos Movimientos Religiosos, 2003). Todo se remonta al tiempo del cristianismo primitivo, cuando los primero cristianos se vieron forzados a hacer frente a las religiones “paganas”, especialmente a los gnósticos. La estrategia que le permitió al cristianismo, prevalecer fue usar símbolos paganos reinterpretándolos desde su prisa cristiano, promoviendo así  un proceso de conversión. Esta pauta de cristianización se ha repetido recursivamente con los griegos, con los indígenas latinoamericanos, con los protestantes, el comunismo, el ecofeminismo, el cientificismo y la nueva era.

Así, por ejemplo, ya que la mayoría de los cristianos asocian la psicología transpersonal con la nueva era, rememorando su antigua controversia con el gnosticismo, han asociado la figura del Acuario con Jesús como fuente inagotable de agua viva. Pero como ya se explicó, la asociación entre nueva era y psicología transpersonal es equívoca, ya que muchos psicólogos transpersonales no se identifican con la nueva era.

La filosofía tomista, es el principal precursor de la doctrina iusnaturalista del derecho y una de los precursores de la psicología cristiana. El derecho natural es el conjunto de preceptos fundados en la naturaleza misma del hombre (derechos humanos) como hijo de Dios y destinados a regir la convivencia social en orden al bien común. Por otra parte, este emprendimiento por el bien común va de la mano de los procesos psicológicos a nivel individual, ya que todo decaimiento en la virtud hiere en alguna manera la justicia social.

A partir de la doctrina sobre los derechos naturales de los sereses humanos, Juan Luis Vives (1781) y a San Vicente de Paul (Peláez, 1996) comenzaron a organizar las primeras formas de ayuda social organizada, luego Bartolomé de las Casas (2011) definió el derecho natural de los indígenas. Y tiempo después, algunos papas comenzaron a demostrar en la doctrina social su preocupación por el trato a los esclavos y como la revolución industrial o el consiguiente crecimiento de las ciudades había producido graves desigualdades sociales y económicas.

Esta inquietud se concretó en el Concilio Vaticano II, marcando una tendencia hasta la actualidad. Una serie de encíclicas presentaron una crítica al capitalismo y al marxismo, denunciando el desequilibrio entre ricos y pobres, afirmando el derecho de todos los pueblos al bienestar, el que solo podría lograrse con una solución de orden moral que reivindique el “ser” más que el “tener”.

El  espíritu liberador y participativo del Concilio Vaticano II se sistematizó en el humanismo cristiano de europeo, y en varias corrientes de la teología de la liberación (Silva, 2009).
  


El personaje más ilustre del humanismo cristiano en Chile en San Alberto Hurtado (1941). Este jesuita inspirado por el catolicismo social francés escribió un audaz ensayo titulado “¿Es Chile un país católico?”. En este escrito cuestionaba el apelativo de Chile como país católico, en tanto la miseria de las clases populares y la falta de educación contradecían la voluntad de Dios.

La aguda mirada de Hurtado se nutría de la teología de la encarnación. Según esta teoría, el ser humano, hijo de Dios, fue creado a imagen y semejanza de su creador, y como tal, está llamado a señorear la creación, siendo templo del espíritu santo y expresando con su propia vida el amor al prójimo, encarnando la común-unión con la iglesia, es decir, conformándose como parte del cuerpo de Cristo, vivo ejemplo de todas las cualidades mencionadas. Por lo tanto, la misión del cristiano es imitar a Cristo, vivir la vida de Cristo.

Hurtado se preguntaba entonces “¿Qué haría Cristo en mi lugar?” La respuesta a esta pregunta era muy clara. Jesucristo encarnó humildemente la vida del pobre y claramente dijo que quien se relaciona con el pobre con él mismo trata. Desde esta perspectiva la pobreza es un pecado social, y la sed de justicia, el deseo de grandeza, el espíritu de fraternidad son la manifestación de una necesidad latente, el deseo de unirse con Dios.

La injusticia social causa un mal que no puede ser reparado con ninguna beneficencia, “está muy bien no hacer el mal pero está muy mal no hacer el bien”, pues “la benevolencia fundada sobre la injusticia fomentará un profundo resentimiento”, decía el Padre Hurtado. Por eso, el amor verdadero debe venir vestido de respeto, de otra manera, el amor se convierte en egoísmo.

Sin embargo, mientras llega la solución integral Hurtado no se puedo permanecer indolente. Es de esta manera como el Hogar de Cristo, se constituyó como un paliativo que pretendía atender las necesidades más apremiantes, mientras se gestaba un cambio aún mayor. Pero las generaciones posteriores terminaron olvidando el espíritu liberador del padre Hurtado y solo recordaron la visión asistencialista del Hogar de Cristo. Algo que dista demasiado de la visión y metodología de Hurtado, pues no era para nada paternalista, todo lo contrario, consideraba a los pobres como sus “patroncitos”, pues los identificaba con Cristo.

Se deben mencionar también algunos referentes del humanismo cristiano en el extranjero, que han tenido una influencia bastante significativa en el campo psicosocial.

Un representante icónico del humanismo cristiano es Martín Baró (1986), un psicólogo y pastor de la Compañía de Jesús, que durante la década de los 70 y 80 desarrolló una psicología social mística y liberadora. Sus escritos abordan temas como la polarización social, la corrupción, la violencia estructural, el hacinamiento y la militarización, estudiando cuales son los fundamentos psicológicos de tales problemas sociales. Baró describe, por ejemplo, como las estructuras sociales propician la idolatría, alejando a las personas de Dios, dejándolas alienadas y deshumanizadas, lo que finalmente propicia la generación de enfermedades mentales. Sin embargo, el sujeto pude tomar conciencia de estos procesos, participando en la construcción de la realidad social. Luego de que el individuo recibe la influencia de la sociedad puede ver, juzgar y actuar, haciéndose participe de la dialéctica entre individuo y  sociedad.

Un segundo personaje que se puede mencionar es Leonardo Boff (1996), por sus contribuciones a la teología ecológica y ser uno de los impulsores de la Carta de la Tierra. Boff cree que es necesario desarrollar una nueva espiritualidad, que busque el “sentido profundo de vivir en la naturaleza… tenemos que ir a un reencantamiento, que es vivir junto y no a costa de la naturaleza". La solución, insiste, está en la conciencia ética de la población y en acompañar la emancipación de los pueblos originarios para preservar una sana relación con la naturaleza, que evite la apropiación de bienes comunes en función de los intereses particulares de grandes empresas.

Un tercer personaje que se debe mencionar es el psicólogo católico Rudolf Allers (1957), fundador de una fructífera línea teórica que integra la psicología tomista con los avances de las ciencias sociales. Allers considara al ser humano como unidad bio-psico-socio-espiritual. Unidad en términos de que cada persona es única, particular e insistituible.Y bio-psico-socio-espiritual en tanto debe ser comprendido en sus distintas capas. El núcleo teórico de Rudolf Allers es considerar la axiológica como fundamento del carácter. La captación de los valores permite trascender las contingencias biológicas y sociales, recuperando la dignidad espiritual de la persona. Si el ser humano clarifica sus valores, las acciones adquieren identidad, es decir, un significado con sentido. La patología surge de la rebeldía del humano, por no reconocer o más bien vivir como si no existiera un reino espiritual al que se encuentra subordinado. Así el humano puede ceder su libertad al caer preso de los vicios y el pecado. El ser humano está llamado vincularse con Dios, aceptar su gracia, y vivir en la santidad que le ha sido destinada.

Por último, debo referirme al misticismo de Tomas Merton (2008), que nos recuerdan que la espiritualidad no puede agotarse en el mero activismo, o en la mera reflexión teórica, perdiendo de este modo la profundidad de las experiencias espiritual y el encuentro vivo con Dios.

En resumen, el humanismo cristiano ha dado paso a una psicología vinculante, mística, y moralmente comprometida. Pero por otra parte es una corriente muy controvertida para los cristianos más cercanos a la interpretación de la jerarquía clerical. Por ejemplo, según Ricardo de la Cierva (2010) la teología de la liberación no es más que una forma de marxismo interpretado en clave masónica, que ha intentado infiltrarse en la jerarquía de las iglesias.

Escuela dinámica

Casi al mismo tiempo que se desarrollaba el humanismo cristiano en Chile comenzaron a surgir los primeros grupos de orientación junguiana. Durante la década de los 50’ se creó el Instituto de Antropología Médica, bajo el alero de la Universidad de Chile, donde el señor y señora Hoffman, experimentaron con una serie de técnicas. Con el tiempo Lola Hoffman se transformó en la principal propulsora de la escuela junguiana en Chile. La sabiduría y carisma de Lola inspiró a profesionales de diversos ámbitos que adoptaron el paradigma transpersonal. “El alma -explicaba Hoffman- en el mundo entero es la misma. El fondo del alma sabe que no es mortal que la vida es como un paso por la materia y que si el hombre se permite guiar, escuchar, obedecer y actuar ha completado una misión” (Escobar, 2008).

Algunos de los seguidores de Hoffman se afiliaron a la Iniciativa Planetaria, una organización dirigida a promover la paz, la justicia y la ecología. Otros como Claudio Naranjo tomarían su propio rumbo.

En el Instituto de Antropología Médica se gestaron importantes escuelas y personajes del movimiento humanista. Por ejemplo, en este instituto se llevaron a cabo las primeras exploraciones de la Biodanza, desarrollada por Rolando Toro (2000). El creador de la Biodanza explica que “Jung siempre quiso que su trabajo con los arquetipos evolucionara a un trabajo con el cuerpo”, y que esta técnica se dirige precisamente a dinamizar a movilizar energías arquetípicas.

En una línea similar, Gloria Reyes, Carlos María Manegazzo, Lilia Fornasari y Niksa Fernández  han explorado las semejanzas entre el psicodrama y la psicología analítica. Se asume que si Jung y Moreno se hubiesen conocido habrían trabajado juntos, pues el concepto de individuación de Jung es homólogo al de espontaneidad planteado por Moreno. La persona se olvida que es solo un personaje en escena y que hay muchos otros personajes a interpretar tras las bambalinas del inconciente (Reyes, 2005).

En forma independiente, durante los 90’ un grupo psicólogos se formó como analistas y crearon la Sociedad Chilena de Psicología Analítica (2016) y un Magister en Psicología Clínica Junguiana impartido por la UAI.

Hay un detalle que es importante mencionar, entre los seguidores de Jung aún existe un quiebre, entre aquellos que siguen una vertiente más cercana al psicoanálisis y los que se identifican mejor con la psicología humanista transpersonal. Sin embargo, actualmente se están llevando a cabo importantes esfuerzo de integración.

Mahler (1968) describe el desarrollo del recién nacido, específicamente cómo se diferencia progresivamente de la matriz materno-filial. En un comienzo describe una fase autista donde el neonato se mantiene dentro de una matriz de identidad indiferenciada de su madre; luego se pasa a la fase simbiótica, se diferencia y distingue progresivamente el self del objeto, y finalmente en la fase de separación-individuación se diferencian gradualmente las relaciones objetales interiorizadas en el self del pequeño. Esta teoría es importante en el campo transpersonal, pues es la base de la diferencia pre-trans defendida por Wilber, sobre la que nos explayaremos más adelante.

Stanislav Grof (1988) ha dado un paso más allá de esta teoría, rescatando la importancia del desarrollo perinatal, y sus implicancias en el desarrollo biográfico y transpersonal.

Grof describe cuatro estadios o Matrices Perinatales Básicas (MPB), cada una de ellas acompañadas de complejas constelaciones de experiencias emocionales y sensaciones físicas, llamadas sistemas de experiencias condensadas (COEX).



Las experiencias condensadas tienden a reeditarse en las distintas etapas del desarrollo biográfico, asumiendo distintas formas: algunas a veces nos podemos sentir como en el paraíso, otras culpables y depresivos, en otra ocasión oportunidad ansiosos e impulsivos, y en otras oportunidades liberados y eufóricos (vea imagen de más abajo).
A su vez, las experiencias condensadas se expresan en el desarrollo transpersonal: MPB1 se asocia a la sensación primordial de estar unido al cosmos, a la naturaleza, al agua y con Dios, que se expresa en representaciones paradisíacas e idealizadas. MPB2 se relaciona con las crisis espirituales de carácter existenciales y psicóticas, lo que se expresa en cuestionamientos sobre la existencia de Dios y en miedos al ataque de entidades espirituales. MPB3 se condice con fantasias donde el buscador espiritual experimenta vínculos sado-masoquistas en reinos infernales. Y MPB4 se refleja el éxtasis espiritual vivido en las experiencias místicas.

En resumidas cuentas, la orientación psicodinámica ha enfatizado la importancia de los vínculos y del desarrollo temprano, como base para comprender las experiencias espirituales, sin embargo, se observa una distancia entre las explicaciones de Grof y Jung. Una diferencia que es salvada por la teoría de Washburn, que representa precisamente una integración de las visiones junguiana y grofiana sobre lo transpersonal.

En el modelo de Washburn (1995; 1999), hay dos estructuras básicas, el fundamento dinámico (que abarca lo pre-yoico y lo trans-yoico) y el ego (que incluye el yo y el súper yo). En el estadio "Pre-yoico", la fuente vital se encuentra indiferenciada del Yo, luego, paulatinamente el yo se va diferenciando en forma subordinada. Seguidamente, el Yo reprime su fuente de naturaleza primordial, pasando al estadio “Yoico”, en el que se encuentra la mayoría de los adultos.

De ahí en adelante, comenzará la fase “Trans-yoica”, donde será tarea del Yo reintegrarse con su fuente primordial de energía vital, esta experiencia de reencuentro, como el sol cuando se esconde en el mar, es percibida como primitiva, oscura y peligrosa, pero al mismo tiempo como especial y maravillosa. Paulatinamente el Yo comienza una fase regresiva al servicio de la trascendencia. A medida que el ego aprende a soportar estas experiencias y reconocerlas como su identidad noegoica, se experimenta una sensación de éxtasis religioso y renacimiento. El Yo se integra con  su fuente no yoica, descubriendo en las profundidades reprimidas de su inconsciente un ser superior, caracterizado por la espontaneidad, generosidad, conciencia cósmica y la necesidad de crecer espiritualmente.

Washburn explica el proceso de desarrollo describiendo un proceso dialéctico de tres etapas: tesis, antítesis y síntesis. Así, el ser humano en el curso del desarrollo sale de la fuente primordial para luego retornar a ella con un nuevo nivel de de madurez. Washburn aclara que su perspectiva dinámica, no cae en la falacia pre/trans denunciada por Wilber, ya que en la fase preegoica, el fundamento dinámico sólo contiene la espiritualidad en forma potencial.

La diferencia, entre los modelos dinámico-dialéctico y estructural-jerárquico, radica en que Washburn no cree que la etapa transyoica implique la generación de una nueva estructura psíquica, como insinúa Wilber. Daniels (2008) explica que tanto la magia simbólica (proceso primario) como la cognición arquetípica (proceso terciario) son la expresión prepersonal y transpersonal de un mismo fundamento dinámico: la imaginación productora de símbolos.

Según Michael Daniels (2008), uno de los seguidores de Jung de orientación transpersonal, el holismo no logrará un veradero nivel de madurez si no integra, los aspectos sombríos de nuestro ser, y si no integra lo social, cultural y ecológico.

Según Jung, la persona estaba llamada a reconocer y apropiarse de su sombra, sino inevitablemente se provocarán todo tipo de problemas psicológicos e interpersonales. El inconciente puede ser peligroso, pero no necesariamente malo, pues guarda potencialmente los fundamentos dinámicos del desarrollo transpersonal. Como explica Daniels, la libido estrecha los vínculos, mientras que la thanatos promueve diferenciación. Del mismo modo que existe una expresión de la libido sana, existe expresión libidinosa mórbida, y del mismo modo que existe una agresividad sana, existe una agresividad mórbida.

Como diría Lacan, el  psiquismo está estructurado en el lenguaje. "Al principio era el Verbo"  ¿Pero antes del Verbo? Pues lo verdaderamente impenetrable. ¿Y luego del Verbo? El Verbo se encarna, y he ahí la cuestión, cuando la realidad se vuelve perturbadora, entonces entra la religión ha llenar de sentido a dicha realidad, atravesándola por el lenguaje (Miller, 2003; Lacan, 2005).

Para Washburn, el modelo estructural-jerárquico minimiza el protagonismo del conflicto psíquico en el desarrollo del ser humano. Sobre todo considerando que la tensión entre los opuestos es una fuente primordial de energía psíquica requerida para el desarrollo espiritual.

Pero la sombra al igual que otros arquetipos, tiene su manifestación colectiva, un fundamento dinámico que subyace a familia y la sociedad en su conjunto. Así pues, la cosmovisión puede ocultar una sombra colectiva.
En este sentido, Pablo Ianiszewski (2010), ha desarrollado un modelo que expande el modelo dinámico-dialéctico de Washburn, respondiendo al desafío participativo de Jorge Ferrer. El modelo da cuenta de la participatividad del psiquismo en la resonancia arquetipal, respondiendo a la tendencia del psiquismo hacia mayores niveles de integración con los aspectos numinosos de lo social, cultural y ecológico. La resonancia arquetipal, implica un ir y venir entre oposiciones, contribuyendo, en cada una de esas idas y vueltas, a la construcción participativa del gran misterio. Así, se entiende que cada camino espiritual implica una epistemología legítima singular del misterio.

Gestalt Integrativa: Esalen y Escuela de Arica

Fritz Perls, el creador de la Gestalt, no era amigo de la religiosidad devocional, aunque sin duda andaba en una búsqueda. Viajó a Japón, pues sentía una atracción especial por el Zen, pero cuando vio como el maestro Zen se inclinaba ante una escultura de Bodhisattva y le quemaba incienso, se sintió decepcionado, porque él buscaba una religión sin Dios. Sin embargo, esta vista marcó su vida, Perls meditaba todos los días, recuerda Claudio Naranjo.

Según Claudio Naranjo, la Gestalt es un cripto-budismo sin Dios. Aunque Perls evadía toda la paja mental de los dogmas, adoptó la relación Yo-Tu, el darse cuenta de la plenitud de la experiencia en el presente; el continuum de conciencia y la idea de desapego. Todos principios eminentemente espirituales.

Por otra parte, Laura Perls se interesó en el taoísmo. De hecho, muchos conceptos son similares, por ejemplo, la integración de polaridades es evidentemente similar a la teoría del yin-yang o el wu-wei es similar a la fe en la sabiduría organísmica, de la que hablaban los Perls.

Efectivamente, es común que se reporten experiencias espirituales como resultado de ejercicios gestalt. Es probable, que esto se deba a la autenticidad de la experiencia vincular, después de todo, que dos personas se encuentren sin máscaras o escaramuzas, en el mundo turbulento que vivimos, es un auténtico milagro.

Como ya se explicó, Michael Murphy y Richard Price fundaron en 1962, durante la etapa de formalización de la disciplina, el Instituto del Potencial Humano Esalen, en donde muchos eminentes miembros del movimiento transpersonal entregaron sus enseñanzas. Es en este lugar donde Fritz Perls dejó una huella profunda y duradera. Muchos de sus discípulos no tardaron en integrar la Gestalt con una serie de teorías y técnicas.



Uno de los discípulos más importantes de Perls es el psiquiatra chileno Claudio Naranjo (1990, 2011). Según explica el mismo en su biografía, después de participar en el Centro de Estudios de Antropología Médica, viajó a Estados Unidos donde conoció a Fritz Perls. Luego realizó algunos estudios en el área de la educación y los modelos “patriarcales".  Y tiempo después, con la muerte de su hijo, se dedicó a practicar las enseñanzas espirituales de Oscar Ichazo, en el desierto de Arica.

En los años 70, a partir de la integración de las enseñanzas de Perls, Ichazo y sus estudios sobre el patriarcado, Claudio Naranjo  formó el Instituto SAT. Al mismo tiempo, se había formado el Colegio de Psicólogos de Chile, que funcionó junto al Instituto de Psicología Aplicada, una de las principales instituciones que promovió las enseñanzas de Ichazo y Naranjo, la denominada Escuela de Arica.

La teoría de Claudio Naranjo es multifacética. Por ejemplo, Naranjo, cree que todos tenemos tres personajes dentro de nosotros conformando una familia (algo parecido al análisis transaccional o a los perros de arriba y debajo de Perls): el Padre Intelectual, la Madre Emocional y el Niño Instintivo; y que en unas personas predomina un personaje más que otro, de forma similar a la dinámica disfuncional de una familia. Dando como resultado una serie de tipos caracterológicos, llamados eneatipos, un concepto heredado de Ichazo.



Cada eneatipo tiene ciertas virtudes y defectos, las distintas formas de expresión del amor, pueden encerrar cierto egoísmo. Además, en cada uno de ellos predominan ciertos mecanismos de evitación del contacto y en terapia se trabajan distintas etapas del ciclo de la experiencia.

Existe una gran cantidad de autores que han trabajado los eneatipos desde distintas perspectivas, caracterizándolos por sus “ideas santas”, “séfiras”, “mitos y arquetipos” u otros aspectos. Entre los autores más importantes que han trabajado el eneagrama se puede mencionar a Almaas, Riso y Hudson, Daniels, entre otros.

Dejando atrás el eneagrama, volvemos a la Gestalt Integrativa, que como había explicado, se desarrolló por seguidores de Perls de orientación transpersonal en el instituto Esalen. La terapia gestalt integrativa de Esalen, entiende la dinámica de contacto-retirada como expansión-contracción de la conciencia. Además el ciclo de la experiencia de contacto-retirada, se asoció rápidamente al reflejo bioenergético, descrito por la bioenergética.

Para Alexander Lowen (2004) la bioenergía es una energía cósmica que fluye en el cuerpo humano, promoviendo el bienestar psicosomático. La bionergía se puede acumular, generando tensión física, la que a su vez, motiva acciones que disminuyen dicha tensión, satisfaciéndose de esta manera las necesidades psicosomáticas del organismo.

Al reprimirse la expresión de las emociones la tensión comienza a acumulase crónicamente en forma de corazas corporales. Lowen entendía las corazas corporales como mensajes del cuerpo, llenos de significados emocionales. El terapeuta entendía el análisis bioenergético como un rompecabezas de sensaciones que se van encajando con los insight del paciente, gracias a la liberación de las tensiones y la elaboran los conflictos emocionales asociados, facilitándose, de esta manera, la integración del sujeto a la comunidad.
Aunque el rompecabezas nunca se pueda completar debido a la contínua contaminación de la sociedad, con el fenómeno corporal espiritual se logran romper las fachadas que esconden al verdadero yo, abrirendo las profundidades del espíritu, al autoconocimiento y al sentido de vida, en otras palabras, a la vida en plenitud.

En la bioenergética, la espiritualidad se asocia a la idea del aliento vital, a la fisiología sutil, expuesta en el yoga, daoismo, y teosofía, y a un estado de armonía del cuerpo que Lowen denomina el estado de gracia.

Por otra parte, si no incluimos directamente a la comunidad en el proceso terapéutico, no hay una solución total del conflicto, concluía Lowen. La dificultad está en conectar la sexualidad con la espiritualidad, la cabeza con la pelvis, lo universal y lo particular, que resultan escindidos por la represión de nuestra sociedad. Lowen creía que esta disociación era causada por el aislamiento del corazón, lo que cortaba la conexión entre los dos extremos del cuerpo.

Para Lowen el amor es la clave para conectar entre lo espiritual y terrenal. Entonces, el espíritu interviene plenamente en cualquier acto, logrando la trascendencia con el otro, que pasa a ser parte del sí mismo expandido.



Uno de los continuadores de esta tradición en Chile es Patricio Varas (2016), director de La Escuela Chilena de Desarrollo Personal y Terapia Gestalt, una especie de Esalen ubicada en Santiago de Chile. Desde 1983 la sede de esta escuela “AlmaSur”, imparte formación de terapéutica de orientación transpersonal.

Otro representante de esta tendencia es Pedro Bolgeri Escorza (2014), quien integra las enseñanzas de Silo y Claudio Naranjo, dejando un importante legado en técnicas de facilitación grupal en la cuarta región.

Para algunos es difícil comprender como se puede integrar lo transpersonal con la Gestalt. Miguens (1993), es una autora que explica este punto; según ella cada nivel de conciencia, requiere un darse cuenta cada vez más profundo, con lo que se van integrando y trascendiendo gestalt trasgestalt. La terapia es descrita como un viaje en el que se van completando gestalt cada vez más sutiles, hasta completar la última gestalt, lográndose una plena integración con el cosmos. Esto se puede asemejar a al mito del héroe, que va trascendiendo etapas, desde lo prepersonal, pasando por lo personal, hasta llegar a lo transpersonal. Desde un estado de globalidad indiferenciada hacia una mayor diferenciación e integración.

Hay un punto, en el que vale la pena destacar… varios autores mencionan cierta agresividad implícita en el método confrontacional de la gestalt integrativa. Por ejemplo, Cuando Naranjo describe los eneatipos, tiende a resaltar sus defectos, para así movilizar al paciente. Este es probablemente un rasgo heredado por Perls, quien confrontaba abiertamente las discrepancias de sus pacientes, una técnica que exaltaba la autenticidad y la toma de conciencia.

Enfoque integral de Ken Wilber

Ken Wilber (1996; 1999; 2005; 2006; 2010) es sin duda uno de los personajes más influyentes del movimiento transpersonal. Su obra monumental no ha pasado desapercibido, pasando por distintas etapas, cada una más controvertida que la anterior.

Wilber ha sido etiquetado como genio y santo por algunos, y como loco y autoritario por otros. Durante una entrevista (Wilber, 1995) le preguntaron si se consideraba un guerrero, respondió: “Me temo que serás tú quién tenga que decidirlo. Simplemente pienso en mí como alguien comprometido apasionadamente con la causa transpersonal, y debido a la intensidad de ese compromiso encuentro necesario atacar de vez en cuando”.

Según cuenta el mismo Ken Wilber, cuando era joven era un libertino que “tomo suficiente cerveza y se enamoró locamente de la suficiente cantidad de mujeres”. A los diez años descubrió un libro de bio-química, sumergiéndose en el mundo de ciencias naturales y la rigurosidad. Hasta que se topó con el Tao De Jing de Lao Tsu, Wilber lo describe como si hubiese “recuperado algo familiar perdido hacía mucho tiempo”. A partir de entonces se introduce apasionadamente en el budismo y taoísmo, la filosofía perenne y la psicología evolutiva, de Piaget, Mahler y Aurobindo.

Entonces escribe sus primeros libros, de corte psicológico, “El Espectro de la Consciencia” y “Conciencia Sin Fronteras”. Luego pasó por distintas etapas, donde abordó temas sociológicos, filosóficos, hasta desarrollar su teoría culmine, el Enfoque Integral y el modelo estructural-jerárquico.

Cuando Wilber se aproximó a por primera vez al campo transpersonal, se encontró con una dispersión de escuelas y enfoques que aparentemente se contradecían unos con otros. Su primer objetivo fue “introducir considerable orden y coherencia en un campo que, de otra manera, es de una complejidad enloquecedora”. Ante esto, se realizó una pregunta: “¿cuales son las estructuras profundas, los elementos comunes a todas las culturas y épocas?”.

En su búsqueda, Wilber tomo la idea del perennialismo defendida por Huxley. El perennialismo sugiere que desde tiempos antiguos, en todas las culturas las creencias asumían diversas formas, asociadas cada cual a su religión exotérica. Pero que en los círculos esotéricos, se encuentran una serie de experimentos y una filosofía perenne, que han trascendido las barreras del tiempo y las barreras culturales.

Wilber clasifica estas estructuras profundas en siete puntos: el espíritu existe, está dentro de nosotros, pero hemos caído en la ilusión, sin embargo, hay un camino que lleva a la salvación, que si se sigue se logrará el renacimiento, marcando el final de la ignorancia y el sufrimiento, conduciéndonos al amor maduro y la compasión hacia todos los seres sensibles. En resumen, postula que los humanos estamos constituidos por la llamada Gran Cadena del Ser, es decir: materia, cuerpo, mente, alma y espíritu.

Ken Wilber denunció la represión liderada por el mundo científico en contra las experiencias interiores, desestimando el valor de esta ancestrales experiencias que fundamentaban la filosofía perenne.

Wilber buscó elevar las experiencias espirituales al nivel de cualquier experiencia empírica, susceptible a ser investigada con un método científico. Argumentaba que las experiencias místicas no pueden traducirse en palabras, pero pueden comunicarse y transmitirse por medio de la práctica. Además, al igual que cualquier experiencia, “ya se trate de una puesta de sol, el sabor de un trozo de tarta o la armonía de una fuga de Bach”, para comprenderla, debemos haberla captado por una experiencia directa. Pero no por ello se debe concluir que dichas experiencias no existen o no son válidas.

El desafío consistía en integrar ciencia y religión, así como las diversas incongruencias internas entre los sistemas religiosos y entre los modelos científicos. La primera solución propuesta por Wilber fue comprender las discrepancias como respuestas a distintas etapas el proceso evolutivo en la Gran Cadena del Ser (ver Cuadro)

Cadena del Ser
Fase

Nivel de desarrollo
Descripción
Materia
Inconciente
Prepersonal
1°: Estructuras físico-sensoriales.
Involucra la relación de los componentes materiales del cuerpo con el ambiente físico, las sensaciones y percepciones.
Cuerpo
Inconciente
Prepersonal
2°: Emocional.
Se  refiere a las pulsiones y a formas mentales primordiales.
Mente
Conciente Prepersonal
3°: Mente Representacional.
Está basada en los símbolos, y conceptos.
Mente
Conciente Personal
4°: Mente regla/rol.
Primera estructura que puede asumir  reglas, y asumir el rol de los demás, una perspectiva diferente de la propia.
Mente
Conciente Personal
5°: Reflexivo- formal.
Poder pensar sobre el pensamiento, reflexionar, llevar a cabo un razonamiento hipotético-deductivo.
Mente y Cuerpo
Conciente Personal
6°: Existencial centauro
Visión integradora y creadora de redes de relaciones. Unifica la mente y el cuerpo.
Alma
Supraconciente Transpersonal
7°: Psíquico.
El inicio del desarrollo transpersonal, o espiritual. En la “mente iluminada”, pueden aparecer ciertas facultades paranormales.
Alma
Supraconciente Transpersonal
8°: Sutil.
La “mente intuitiva”, la morada de diversas formas luminosas y divinas. Se trata del hogar del Dios personal, de los arquetipos transpersonales.
Espíritu
Supraconciente Transpersonal
9°: Causal.
Es la “supermente”, la fuente pura y no manifestada del resto de los niveles, la morada de un Dios sin forma.





Si intentamos solucionar problemas de un nivel bajo con estrategias de un nivel más alto, por ejemplo, intentamos solucionar un problema físico, con estrategias de un nivel mental o psíquico generaremos desesperación o incluso desorganización. En cambio, si abordamos una problemática de alto nivel, por ejemplo, abordar un problema de la relación con Dios, con estrategias de bajo nivel, como una asistencia económica se experimentará culpa. Por lo tanto, la resolución de cualquier problema o desafío requiere determinar el nivel en el que se presentan desde abajo hacia arriba. Por ejemplo, durante una terapia, primero habría que buscar las posibles causas físicas; luego habría que pasar a las posibles causas emocionales, después a las causas mentales y por último, habría también que analizar las posibles causas espirituales.

Las perturbaciones neurobiológicas deben ser abordadas neurológicamente. Las problemáticas psicológicas prepersonales, por psicoterapia de apoyo que fortalezca el yo. Las perturbaciones narcisistas, por psicoterapias que re-editen el proceso de separación e individuación, ayudando delimitar el yo. En caso de neurosis, terapias que reintegren lo reprimido. En el caso de problemas en el nivel conciente personal, los conflictos pueden ser de naturaleza convencional (roles, normas), resultando adecuadas las terapia de comunicación. Mientras que las problemática  de identidad, pueden abordarse con el diálogo socrático o la escucha activa. Los problemas existenciales con gestalt o logoterapia. En el nivel psíquico, pueden generarse apegos al éxtasis corporal y las capacidades paranormales, que requieren un tratamiento específico, etc.

Otra respuesta de Wilber frente a la desintegración del conocimiento, es aportada en su libro “Los Tres Ojos del Conocimiento”, refiriéndose al ojo de la carne, el ojo de la mente  y el ojo de la contemplación, como distintas formas de aproximarse a la experiencia, dejándola disponible para que se aplique el método científico a cada una de esas fuentes de conocimiento.

Por consiguiente, una aproximación integral a cualquier fenómeno holístico requiere considerar  los cuatro cuadrantes que representan “los aspectos interior y exterior, individual y colectivo, de todos los holones.”

El cuadrante Interior-Individual o subjetivo (superior-izquierdo), se avoca al estudio de la conciencia, incluyendo disciplinas como el psicoanálisis, la hermenéutica, el arte y el misticismo. El cuadrante Interior-Colectivo o intersubjetivo (inferior-izquierdo), estudia la cultura no material que abarca el estudio de los valores y cosmovisiones, y abarca disciplinas como la psicología social y la antropología social. El cuadrante Exterior-Individual u objetivo (superior-derecho), investiga la materia y la conducta medible, integrando disciplinas como la física, la biología, y el conductismo. Y el cuadrante Exterior-Colectivo o interobjetivo (inferior-derecho) estudia condiciones contextuales, que son abordados por la teoría de sistemas, la ecología, la economía y las ciencias jurídicas.

El modelo de desarrollo integral y de los cuatro cuadrantes son complementario como  se describirá a continuación.

Cada holón se desarrolla en forma paralela en distintas corrientes evolutivas, que se distinguen según su nivel de interioridad y individualidad.

Ahora bien, las distintas corrientes evolutivas atraviesan por los mismos niveles de desarrollo, pero de forma independiente. Por ejemplo, una persona puede hallarse en un nivel muy elevado del desarrollo cognitivo y un nivel muy bajo del desarrollo moral, dando cuenta de lo complejo y hetereogeneo que puede ser el proceso de desarrollo.

Wilber aclara que el proceso de desarrollo no es un proceso aislado, ya que el sistema siempre se encuentra inserto en una red de relaciones existenciales con las demás estructuras del medio que presentan un mismo nivel de complejidad. Por ejemplo, el ser humano establece a nivel físico establece intercambios de materia con el entorno por medio de la alimentación; y a nivel de la mente se dan intercambios simbólicos.

Sin embargo, Ken Wilber  y Andrew Cohen han acentuado la diferencia entre el desarrollo horizontal y el vertival (Wilber y Cohen, 2010). Mientra que el desarrollo horizontal, implica simplemente una mejorar la condición existencial,  el desarrollo vertical, involucra la emergencia de nuevos niveles de complejidad e integración, en otras palabras un cambio significativo en el nivel de conciencia y el compromiso moral. Tomando la analogía de un edificio, “la transformación vertical significa moverse desde un piso a otro superior. La traslación horizontal sería como cambiar los muebles de lugar en el mismo piso”. Expliquemos entonces cuáles son los mecanismos que explican este desarrollo jerárquico o vertical.

Primero que nada, es necesario explicar que Wilber reconoce cuatro tendencias básicas del desarrollo, que se derivan de dos dimensiones bipolares: el ascenso-descenso y la integración-diferenciación. Cuando la estructura de un nivel determinado tiende hacia la ascención y diferenciación, se produce un cambio de nivel, es decir, el desarrollo de tipo vertical. Las tendencias de ascenso-integración promueven la consolidación de los cambios gestados en el nivel de desarrollo en que se encuentra la corriente evolutiva.

Y como consecuencia lógica de estas cuatro tendencias, se deriva la clasificación de las estructuras en dos tipos: las básicas y las transitorias.

En cada corriente evolutiva, al gestarse una transición vertical, las estructuras básicas tienden a ser subordinadas por estructuras emergentes de mayor complejidad, y las estructuras de transición, tienden a ser remplazadas. De esta manera, las estructuras emergentes terminan dominando o eliminando las anteriores, por medio de fricciones dinámicas entre las estructuras de un mismo nivel de complejidad.

Se debe precisar que la gestión del desarrollo vertical va cambiando a medida que se atraviesan etapas. Por ejemplo, con la emergencia del yo, corresponde al sistema de identidad la gestión del desarrollo; pero a un nivel físico, corresponde al metabolismo la gestión evolutiva.

También es importante aclarar que para Wilber, la espiritualidad no se encuentra en un nivel de desarrollo específico, más bien constituye la espiral completa de desarrollo. Es decir, el espíritu es el fundamento mismo de toda la secuencia evolutiva.

Como ya se explicó, Ken Wilber es un personaje muy controvertido. Por lo que es importante mencionar algunos de los aspectos más polémicos de su enfoque integral.

La primera polémica se ha encendido por la distinción entre lo “prepersonal” y lo “transpersonal”. Basándose en esta distinción, Wilber ha calificado a muchos modelos teóricos del movimiento transpersonal como regresivos o inferiores, entre ellos, los modelos de Jung, Grof, Washburn, Ferrer, al neochamanismo, la física cuántica y a los representantes de la “Nueva Era”, entre otros. Estas teorías no calificarían como transpersonales, ya que son inferiores en su nivel de desarrollo, no alcanzando la visión integral (ver cuadro explicativo de la página siguiente).

Ya que la jerarquización excluyente Wilberiana, se ha vuelto auto-referente, leyendo los otros modelos desde sus propios axiomas y devaluando a las posiciones distintas, muchos miembros del movimiento transpersonal han terminado alejándose de la perspectiva integral.

Sin embargo, más allá de las controversias, es imposible dejar de reconocer las contribuciones de Wilber a la psicología transpersonal.


Temas controversiales
Visión de Wilber
Respuesta
Chamanismo y cosmovisión de los pueblos originarios
Se han estancado en la etapa mágica de la dinámica espiral.

En general, los pueblos originarios no conocen la postura de Wilber o la perciben como algo foráneo a su cultura.
La nueva era
Un grupo colmado de personalidades narcisistas, del nivel de la mente representacional  y que solo califican como prepersonales por su perspectiva mágica.
La nueva era considera a Wilber como parte de su movimiento a pesar de sus críticas.
El cristianismo
El humano encuentra a Dios en su proceso de evolución de la conciencia, pues, en general, no somos concientes de él, estableciendo una relación sutil y personal con él, sin embargo,  en los niveles más altos, en el nivel causal, la noción de yo desaparece uniéndose con lo infinito por medio de la identificándose con Dios y el Cosmos. Dios y el humano pasan a ser uno.
El ser humano comparte las características divinas a través de su comunidad con Dios, pero se debe distinguir a Dios de su creación y sus hijos, estableciéndose una relación personalizada con Dios. Wilber sostiene una postura demasiado cercana al panteísmo que pretende que los seres humanos sean transformados en dioses.
Perspectiva analítica
Jung confundió lo colectivo con lo místico (se deben distinguir los elementos colectivos prepersonales de los elementos colectivos transpersonales).
Washburn se equivoca al considerar la represión como una etapa necesaria del desarrollo. La espiritualidad no una recuperación de la fuente primordial de energía vital, una vuelta al origen, más bien es la una progresión hacia niveles más altos.
Wiber subestima la importancia del conflicto y la dialéctica en el desarrollo humano.
El modelo de Washburn no cae en la falacia pre-trans, pues hace una distinción entre ambas etapas.
El modelo participativo de Ferrer y el Posmodernismo
Dentro de la dinámica espiral es clasificado en el espectro del pluralismo, de la fase conciente-personal, y en consecuencia, no transpersonal.
La vanguardia posmoderna ha negado la existencia de los valores, dejando a una generación completa sin sustentos morales para guiarse.
El experiencialismo y el perennialismo de Wiber son criticados por Ferrer.
Los defensores del posmodernismo han censurado a Wilber por su arrogancia y elitismo cultural.
La gestalt
Queda restringida a la resolución de problemas existenciales, propios de la etapa holística.

Recalcan que con gestat se pueden alcanzar el nivel sutil e incluso causal.
Física cuántica y relativa
Físicos como Einstein y Heisenberg, son asimilados como el hombre que está aun encerrado en la caverna platónica, sin atreverse a salir de ella.
Se desconocen físicos que hayan comentado los dichos de Wilber. Pero autores como Capra han narrado sus experiencias místicas, atreviéndose a salir de la caverna.
Política y feminismo
Los “Bodhisattvas se van a convertir en políticos”. La holoarquía se puede traducir en una "jerarquía de dominio", donde el poder se concentre en supuestas “supermentes con un nivel de conciencia causal que diseñan estrategias integrales", generando consensos multinivel que orienten a los niveles de menor complejidad. Estas “estrategias integrales” podrían asemejarse a las religiones transformativas, descritas por Wilber en “Una Visión Integral de la Psicología”, es decir, una religión que no se oriente a brindar fortaleza o satisfacción, sino más bien a destruir el Yo para trascenderlo.
Las implicancias políticas de la teoría de Wilber revisten características autoritarias.

Es un modelo patrialcal que establecer jeraquías basadas en juicios de valor. Es una teoría que no logra captar el carácter relacional de la feminidad y la naturaleza.


Haciendo un balance de la teoría de Wilber, debemos reconocer que cualquier referencia a la psicología transpersonal, casi siempre amerita una cita de su nombre, fundó la revista "Revision" que es el medio oficial de la Asociación Transpersonal Internacional. Dirige el Instituto Integral, en el que participan importantes personalidades como, Frances Vaughan, Roger Walsh, Jack Crittenden, Tony Schwartz, Sam Bercholz y Michael Murphy.

También se debe destacar que su teoría ha rebasado los límites de la psicología, contándose entre su contribuciones el desarrollo de una sociología integral en “Un Dios sociable”, una ecología integral, desarrollada junto a  Michael Zimmerman y una filosofía integral en “los tres ojos del conocimiento”.

Hay que considerar que Wilber tiene un séquito de seguidores en todo el mundo. Por ejemplo, en Chile, se encuentra el Instituto de Formación Transpersonal – Integral (IFTI, 2016), en la que participa Frida Ringler, una de las fundadoras de la Sociedad Chilena de Psicología Clínica y Alexander Kalawski, el primer director de la Revista Chilena de Psicología y Fabiola Durán, académica de la Universidad del Pacífico.

  
Escuela se Santiago y terapias de 3ra generación

No solo la psicología dinámica y humanista ha adoptado una perspectiva transpersonal. Influidos por William James, las ciencias cognitivo-conductuales y la neurociencia han tenido importantes acercamientos hacia la psicología transpersonal, entablando un dialogo directo con las grandes tradiciones espirituales.

En Chile, el representante más importante de esta tendencia ha sido Francisco Varela. A continuación se describirá su teoría y la de algunos de sus compañeros en los encuentros Mind and Life, que ayudaron a gestar lo que hoy se conoce como terapias de conducta de tercera generación. Así también describiré las aristas espirituales de la teoría postracionalista que Varela desarrolló junto con Humberto Maturana.

Humberto Maturana ha contado en varias ocasiones una experiencia que cambió su vida, ocurrida mientras estudiaba en el liceo. Resulta que estaba muy enfermo, pero fue a clase intentando salvar el año. Se encontraba en la clase de biología, mientras hablaban sobre la enfermedad que lo afligía, cuando súbitamente se desmayó (Maturana intentó tomar plena conciencia sobre el proceso que estaba viviendo). Poco rato después, se encontró tendido en medio de la sala. En ese transcurso, sintió que se encontraba “sin cuerpo como una conciencia que está dejando de ser a través de un ámbito luminoso azul”. Se dio cuenta que “estaba dejando de ser y que en este proceso estaba siendo todo”. Entonces se preguntó qué estaba viviendo, reflexionó: Tengo dos caminos explicativos, “o lo vivía como un fenómeno de mi vivir en el morir o sea desaparecería si las condiciones biológicas hubieran empeorado. O lo vivo como una experiencia mística”. Maturana escogió el primer camino, considerar su ser un ser biológico, sin desconocer la posibilidad de la segunda alternativa.

Según se cuenta, Maturana ya venía estudiando algunos fenómenos perceptuales, cuando Varela lo conoció. Al acercarse Varela le comentó que estaba interesado en comprender "el psiquismo del universo". Maturana le respondió que comenzarían esa búsqueda estudiando el “ojo de la paloma”.

Luego de escribir algunos libros en conjunto donde se expusieron los famosos conceptos de autopoiesis y acoplamiento estructural asociados a la conciencia, tomaron caminos distintos; mientras que Maturana se refirió escasamente respecto a la espiritualidad, Francisco Varela se iniciaría un fructífero diálogo con el budismo.

Con el tiempo, Varela (1994; 2000; Varela, Thompson y Rosch, 1991) se convirtió en el pionero de un nuevo paradigma investigativo, la  "neurofenomenología". Esta investiga los datos de resultados de mediciones, en forma integrada con la experiencia misma de la persona que lo está experimentando. Y ¿quién puede describir con más riqueza sus procesos cognitivos que un monje budista, considerando que los budistas pasan tanto tiempo entrenando su conciencia? Así que se dedicó a estudiarlos.

En 1987, mientras se vivían convulsionados momentos históricos en Chile, Francisco Varela contribuyó a la fundación y establecimiento de los encuentros “Mind and Life”, unos diálogos entre científicos realizados en el Tíbet junto al Dalai Lama, oportunidad en la que participaron importantes personalidades como, Daniel Goleman, Richard Davidson, Paul Ekman, Matthieu Ricard, Daniel Batson, Antonio Damasio, Mark Greenberg, Nancy Eisenberg, Jonathan Patz, Clifford Saron, Zindel Segal, Jon Kabat-Zinn, Richard Layard, Anton Zeilinger, Arthur Zajonc, entre muchos otros. Sin embargo, Francisco Varela solo participa hasta el 2000, ya que luego de esto fallece, no sin antes dejarnos un riquísimo legado.

Una serie de neuropsicólogos inspirados por el evolucionismo de Darwin y el pragmatismo Wiliam James, han profundizado en los procesos bottom-up, de abajo-arriba y, luego, cómo esto desencadenaba procesos "top-down", de arriba-abajo, esto es la capacidad de generar meta-representaciones y complejos fenómenos concientes, que integran múltiples operaciones perceptuales, procesos de valoraciones y toma de decisiones. Daniel Goleman (2003) en su libro “Emociones Destructivas”, describe uno de los diálogos “Mind and Life”, mostrando el panorama general de esta perspectiva.

Uno de los más importantes ponentes en este dialogo fue el nuerocientífico Richard Davidson, quien resume varios de los más importantes descubrimientos en este ámbito. Davidson, destaca distintas zonas cerebrales encargadas de distintas funciones, y sobre la conjunción de estas distintas zonas para explicar la autorregulación emocional.

Cada una de estas complejas funciones cerebrales fueron asociadas con la psicología budista y los estudios sobre la meditación, por ejemplo: Los neuropsicólogos han descubierto ricas conexiones entre la amígdala y los centros de procesamiento de la información, que permiten distorsionar emocionalmente la percepción y la cognición. En la psicología budista, esta condición da cuenta del samsara, la ilusión que sumerge a los seres concientes en el sufrimiento. Buda exponía que los ser concientes caen en samsara por el apego. Desde un punto de vista neuropsicológico, el deseo genera cambios en los sistemas dopaminérgicos, en los que se encuentra involucrados los núcleos de accumbers, este cambio es similar a una adicción, cada vez se necesita más estimulación para conseguir el mismo nivel de satisfacción, lo que disminuye la capacidad para regular la conducta, al afectar, el sistema inmunológico, el sistema endocrino y el sistema nervioso autónomo, condicionando al cuerpo, y volviéndolo más susceptible a experimentar emociones negativas. Ahora bien, las reacciones emocionales pueden ser mediadas por el funcionamiento del lóbulo frontal. La investigación muestra que al evocarse emociones negativas se experimenta una activación de la corteza frontal derecha. Por otra parte, la evocación de emociones positivas se asocia a una pauta de activación distintiva en la región orbital, en el lóbulo frontal superior y en las regiones motoras del lóbulo izquierdo, una zona que se ilumina durante la meditación budista. Los lóbulos frontales, a su vez, tienen múltiples conexiones con el lóbulo parietal, lo que otorga la capacidad de imaginar característica del pensamiento creativo, tener cierta visión y luego traducirla en información verbal, más fácil de comunicar. Esto parece indicar que el razonamiento activa la corteza frontal e inhibe la activación de la amígdala, permitiendo al individuo mejorar la autorregulación emocional, en términos de la psicología budista, liberarse del samsara.

Tiempo después, con el descubrimiento de las neuronas espejo, se abrió un nuevo encuentro que dio sustento al acento que la psicología budista da a la empatía y la compasión como fundamento de la salvación de los seres concientes, pues las neuronas espejo, se activan de igual manera cuando el individuo percibe su conducta, que cuando percibe la conducta de otro similar. Ramanchandran (2000), explica que estas neuronas se relacionan con la teoría de la mente, la capacidad para comprender los estados emocionales de otros.

Estos descubrimientos no pasaron desapercibidos en la psicología, ya que la empatía y la regulación emocional son habilidades sociales, y como tales, pueden aprenderse. Las investigaciones sobre plasticidad neuronal, demostraron que zonas como los lóbulos frontales y las neuronas espejo, son las más susceptibles al entorno emocional y al desarrollo de hábitos.

Según comenta Mark Greenberg, las investigaciones indican que “cuando los padres reconocen las emociones negativas de sus hijos y les ayudan a afrontarlas, éstos acaban desarrollando, con el paso del tiempo, una mayor capacidad de regulación fisiológica de sus emociones y exhiben una conducta más positiva”. Algo similar puede ocurrir en otros contextos, como los ámbitos educacionales, terapéuticos y organizacionales, en los que se comenzó a entrenar masivamente las habilidades sociales, es decir, el desarrollo de la inteligencia emocional (Goleman, 2003).

Sin embargo, John Mayer (2009) ha aclarado que la inteligencia emocional no necesariamente se asocia a la conducta moral, es una condición necesaria pero no suficiente, ya que, las competencias emocionales pueden ser utilizadas para objetivos socialmente positivos o para objetivos antisociales. Esto motivó a investigadores posteriores a profundizar en el desarrollo explícito de valores  y a la exploración de variables contextuales que condicionan la conducta. Con respecto a la toma de conciencia respecto de las variables contextuales que condicionan la conducta, se retomó el interés por el análisis funcional, incorporando la influencia de los contextos verbales, por medio del uso de analogías e imaginería. Con respecto al trabajo explícito con valores, se recuperó la tradición pedagógica de Raths (Kirschenbaum, 2013), sobre la clarificación de valores. La clarificación de valores ayuda a la persona a definir sus propios valores, a comprometerse en un clima de empatía, autenticidad y respeto, ayudando a la persona a liberarse de sus condicionamientos. Esto es complementado por algunos psicólogos con el ejercicio de la atención plena, el entrenamiento de habilidades sociales y otros ejercicios experienciales.

Recientemente, Steven Hayes (2004) he exclamado la necesidad de reagrupar  a este grupo de terapias emergentes. Este autor emplea la expresión “Terapias de conducta de tercera generación”, para referirse a un grupo de terapias con características comunes. Las “Terapias de conducta de tercera generación” incluyen a la terapia de aceptación y compromiso, la reducción del estrés y el tratamiento de la depresión basada en mindfullness, terapia integral de pareja, la terapia dialéctica, entre otras. Todas estas terapias se dirigen a la clarificación de valores, la construcción de repertorios amplios, y flexibles en lugar de tender a la resolución de problemas específicos, como se hacía en la terapia conductual clásica y en la terapia cognitiva de Ellis y Beck. Es una visión estrechamente relacionada con la psicología budista, sobre todo, en cuanto a la distinción entre el “yo contenido”  y el “yo contexto”.

Como se puede apreciar, las terapias conductuales de tercera generación, tenía un sello epistemológico distinto al resto de la psicología cognitivo-conductual, en el que no se intenta imponer valores, sino promover el libre compromiso con ellos. Sin embargo, el real salto epistemológico se encuentra en el constructivismo de Maturana y Varela.

En particular Francisco Varela (2000; 1994; Varela, Thompson y Rosch, 1991; Maturana y Varela, 1992), merece una mención aparte, pues da un paso más allá de la postura neuropsicológica descrita más arriba. Varela no estudió solo la localización de funciones en el cerebro, ni se centró en los procesos de autorregulación, a los que llamaba perspicazmente "ilusión de voluntad”. Más bien se dedicó a estudiar la actividad neuronal sincronizada. Según explica las distintas neuronas del cerebro se encuentran en un proceso de continua oscilación, como si cada una de ellas tocara una nota musical. En el momento en que emerge la conciencia, las oscilaciones procedentes de diferentes regiones del cerebro se sincronizan, como en una especie de melodía cerebral. Entonces -reflexiona Francisco- la experiencia neural conciente no es un flujo continuo, sino de algo así como "percepción... coma... acción", y por lo tanto, la “noción de yo”, como coherencia histórica, no existe por sí misma, más bien se construye a partir de un conjunto fragmentado de experiencias. La forma en que se construye la “noción de yo” depende la enacción, es el acoplamiento corporal con el entorno el que permite generar un mundo compartido de significados, como base de la acción cognitiva. En medida que la enacción refuerce los apegos, la “noción de yo” se vuelve más coherente. Varela explica entonces que la información “no nos llega”, sino que “abrazamos la realidad”, lo conocido es siempre conocido por alguien, específicamente, el conocimiento es una operación constitutiva de la vida en tanto somos sistemas autopoiéticos.

Ahora bien, Francisco Varela da un segundo paso más, y llega a afirmar que no solo conocemos con nuestro cerebro, los procesos cognitivos no se encuentran necesariamente centralizados, sino que operan dinámicamente en todo el cuerpo, como una compleja red de conexiones anatómicas enlazadas químicamente. Por ejemplo, el sistema inmunológico (el segundo cerebro), no solo cumple funciones defensivas como una especie de ejército. Más bien se parece a una red de como personas conversando, la principal función de la red inmunológica es relacionarnos con nosotros mismos, preservando nuestro sentido de identidad, que se registra a modo de marcadores químicos, una especie de memoria corporal. Así, las células de nuestro cuerpo comprenden que pertenecen a un mismo ser, pudiendo organizarse coordinadamente.

En un tercer paso, Varela sugirió que no solo conocemos con nuestro cuerpo, ya que la vida podía ir más allá del individuo, desarrollándose en las relaciones que establecemos con el medio. El mundo que conocemos y lo que hacemos junto a otros en ese mundo son inseparables. Con este paso Varela sitúa el cuerpo más allá de lo orgánico, en el campo de la vivencia intersubjetiva.

En una oportunidad, Humberto Maturana comentó que el “no creía en el Reino de Dios, el vivía en el Reino de Dios”, es decir, se sostenía una visión inmanente de la vida espiritual. Probablemente por esto, Maturana se distanció durante varios años de las implicancias espirituales de su teoría. Eso, hasta que, junto con Ximena Dávila, fundan la Escuela Matríztica de Santiago, entonces, hundieron sus raíces en la teoría de Gregory Bateson. Maturana y Dávila (2003) escriben un artículo dando cuenta de lo que llaman el “Dao del Amor”. Su teoría entiende la espiritualidad como un fenómeno intrínseco a la vida, a la constitución biológica en búsqueda del bien-estar en el vivir humano. Los seres humanos existimos en el lenguajear, en coordinaciones de coordinaciones conductuales, que permiten una congruencia operacional dinámica entre organismo y medio, llamada acoplamiento estructural. La amplitud operacional de la vida humana está definida por variables culturales. En nuestro caso, la cultura patriarcal/matriarcal, centrada en la desconfianza y el control, está trayendo sufrimiento, al no aceptarse la legitimidad del otro como interlocutor válido, viéndose frustrada la satisfacción de deseos a los que se encuentra apegado el humano.

Para aumentar la amplitud operacional de la vida humana, liberando del sufrimiento, deben captarse las “coherencias  sistémicas” de lo frustrado, de modo que “lo perdido carezca de valor intrínseco”. El amar es un fenómeno del vivir biológico que solo puede ocurrir en el presente sin apego a la búsqueda de “lo que no es”. Siendo el amar el fundamento del vivir en el bien-estar en la aceptación implícita de la legitimidad de toda la existencia, incluyendo la legitimidad del otro.

Según explica Maturana (1995), Jesús intento seguir el “Dao del amor”, volver a la confianza en el mundo natural, a lo matrístico, a un Reino de Dios fundado en un discurso ecológico, en donde “los pájaros no tienen que trabajar, las flores se visten naturalmente de bellos colores”. Jesús, argumenta, pertenece a una corriente más antigua, que ve el sufrimiento como resultado del apego. En el caso del cristianismo, la búsqueda del desapego se logra por medio del amor; en cambio en el budismo, la práctica para el desapego se logra por medio de la meditación.



En resumen, Francisco Varela y sus colegas desarrollaron, una visión constructivista y biológica, que proponía una actitud más democrática de la mente, compatible, en buena medida, con la psicología budista. Aunque aún quedaba por salvar la diferencia más importante con el budismo, como explica el Dalai Lama, los correlatos biológicos no pueden dar cuentade los estados mentales sutiles, ya que no es del mismo orden físico que el nuestro, se encuentran desde antes del nacimiento de nuestro cuerpo biológico.


Humanismo experiencial

Para Carl Roger la trascendencia y la espiritualidad nunca fueron temas de central interés, sin embargo, les dejaba la puerta entre abierta, les hacía un guiño para luego desentenderse. Algunas de sus citas pueden esclarecer al lector:

“Escuchar a alguien es como escuchar la música de los astros, porque más allá del mensaje inmediato de la persona, cualquiera éste sea, está el universo, el cosmos”, “en esos momentos, tengo la impresión que mi espíritu entra en contacto con el del otro, que nuestra relación se supera a sí misma y se integra en algo que la trasciende y que surgen entonces el desarrollo, lo saludable y la energía en toda su profundidad”, “Sugiero la existencia de una tendencia direccional formativa en el universo… En el ser humano, esta tendencia se manifiesta en la evolución que parte de una sola célula, para llegar a un funcionamiento orgánico complejo, a unos conocimientos y sensaciones inconscientes, a un conocimiento consciente del organismo y del mundo externo, y a un conocimiento trascendente de la armonía y unidad del sistema cósmico, incluida la propia humanidad”.

Algunos seguidores de Roger describen a la escucha activa como un “estado meditativo”. La actitud básica del enfoque centrado en la persona es muy similar al wuwei del daoismo o el zazen del budismo. El facilitador para comprender al otro sin juicios de valor requiere cierto silencio interior, que luego le permite al facilitado aceptarse a sí mismo. En otras palabras la aceptación incondicional es asociada al desapego (Haudiquet, 2006).

Si se puede considerar a Naranjo como el principal representante de la Gestalt transpersonal en Chile, Alejandro Celis (2000) representaría una línea transpersonal más cercana a lo experiencial de Roger, la que se ha visto enriquecida por autores como Frances Vaughan y Eckhart Tolle.

Celis dictó el primer curso universitario de Psicología Transpersonal en 1977. En ese entonces, participó como terapeuta y paciente en la gestalt transpersonal, tan popular por esos tiempos. Estas experiencias tenían tal intensidad –según cuenta el mismo Celis- que en una de sus catarsis se fracturó un par de huesos. Sin embargo, diez años después, advirtió que esas mismas técnicas ya no resultaban efectivas para las generaciones más jóvenes, no resonaba en ellos, más aún, los métodos confrontacionales generaban resistencias frente a los esfuerzos del terapeuta por cambiarlo, explica Alejandro Celis. Estas experiencias fueron, al parecer, las que le motivaron a cambiar su metodología.

Una de las contribuciones importantes de Celis, es la sistematización de la terapia transpersonal. Según explica “los Transpersonales comparten los objetivos de los Humanistas, no encontrándose mayor discrepancia en su forma de trabajar”, la diferencia radica más bien en la concepción trascendente y espiritual del ser humano, y por tanto, el nivel de profundidad con que se trabaja. Espiritualidad en el sentido que se le confiere a cada una de las vivencias, la aceptación, el amor y la atención que requieren, propiciándose, de esa manera, la toma de conciencia.

Celis considera a los “dramas personales” como rígidas y complejas pautas de comportamiento que interfieren con un funcionamiento pleno. Los dramas personales están determinados por las aspiraciones de la persona, por ejemplo, una persona que aspira a la lucha por la supervivencia, solo va a percibir los aspectos de la realidad relacionados con sus propios fines, restringiendo el nivel de conciencia, y propiciando estados afectivos negativos. En resumen, si nos obsesionamos con que las cosas tomen cierto rumbo y solo pensamos en nuestro interés personal, nuestro nivel de conciencia baja o se contrae.

Pero el ser humano no es solo reactivo, es creativo, construye significados y busca el sentido de los mismos en forma activa. Para liberarse de los automatismos, Celis trabaja con una “sinceridad-no-seria”, que le permite al facilitado, des-identificarse de tales patrones, desarrollando una “relajada preferencia” que sigue el curso natural de los hechos, a la vez permite respetar auténticamente los sentimientos, sin manipular las impresiones. Al no invertirse energía en ocultar o deformar la realidad, el nivel de conciencia sube, experimentándose afectos expansivos, como el amor, y una comprensión más amplia sobre la realidad, fundada en vivencias más refinadas. El self es un testigo de la experiencia que permanece separado de los contenidos de la consciencia, la persona usa esta capacidad para lograr desidentificarse de los contenidos.

En un primer paso, se trabaja con la auto-aceptación, cada vez que se acepta algo se experimenta una expansión de la conciencia. Es por esto que Alejandro Celis prefiere no presionar al cliente al estilo confrontacional de la gestalt, Más bien propicia un clima terapéutico que promueve una especie de conciencia amorosa, una preocupación especial que acoge las experiencias que van surgiendo sin juzgarlas. Si se continúa con este proceso, en una segunda etapa, comienza a surgir el amor, la entrega de parte del facilitado. Si bien es cierto que el amor es un estado natural en los seres humanos, es necesario, para que se exprese acceder a niveles más elevados de conciencia, y el medio para lograrlo es la aceptación, el desapego. En una tercera etapa, el yo se integra completamente, dejando atrás la angustia y las escisiones, comenzando el proceso de iluminación.

Alejandro Celis junto a Alice Thomas fundaron el “Instituto de Expansión de la Conciencia”, iniciativa a la que se sumaron importantes representantes del movimiento transpersonal en Chile y donde se vienen formando a un importante número de terapeutas con orientación transpersonal. Por su parte, Alice Thomas incorporó a la enseñanza la lectura de cartas astrales y el trabajo con constelaciones familiares.

Por otra parte, desde lo experiencial, emerge una incipiente segunda tendencia, surgida del trabajo de Gendlin sobre el Focusing y el Hakomi de Kurtz. Edwin McMahon y Peter Campbell  (1997) citan al padre del focusing:

"Tu cuerpo sentido físicamente es, de hecho, parte de un sistema gigantesco del aquí y de otros lugares, del ahora y de otros tiempos, de ti y de otras personas, de hecho, de todo el universo. Esta sensación de estar corporalmente vivo en un vasto sistema es el cuerpo como es sentido desde dentro". Eugene Gendlin.

McMahon y Campbell (1997) creen que“las principales religiones del mundo han perdido su capacidad de transmitir esta forma somática de viaje interior de conexión dentro del cuerpo. En lugar de eso, han substituido esto con una larga lista de interpretaciones, enseñanzas, doctrinas y rituales que han llegado a convertirse en carentes de significado simbólico para la gente de hoy”. Para salir de esta crisis, los autores creen que es necesaria una perseverancia intergeneracional que promueva una conciencia colectiva del don de la vida y la interconexión de todas las cosas, una profunda responsabilidad y conexión con el “cuerpo colectivo”.  Para ello proponen una bioespiritualidad como un método que ejercita el desarrollo de sensaciones sentidas, para extraer del cuerpo el significado de  aquellas experiencias espirituales, como fundamento colectivo y primigenio de ser humano.

El hakomi es un método meditativo o de conciencia-amorosa que busca sintonizar las experiencias del facilitado mediante matices del tono de voz y lenguaje corporal, para nutrir un clima de seguridad y confianza donde la conciencia plena puede explorar con suavidad los patrones de comportamiento que se encuentran atados desde nuestra infancia, para actualizar o integrar formas de funcionamiento más espontáneos y satisfactorios (Kurtz, 1985).

Escuela ecológica: los ecofeminismos y las ecosofías

Dentro de la escuela ecológica, se pueden integrar una serie de posturas inmanentes o relacionales, que asocian la espiritualidad a una mayor conexión con la naturaleza, con los demás, con el cuerpo, y a  la feminidad como fundamento cultural y arquetipo.

La escuela ecológica destaca una serie de diferencias entre su modelo y el modelo estructural-jerárquico, que es conveniente explicitar.

Específicamente interesante es la crítica expuesta por Peggy Wright sobre la falacia pre/perm en que incurre el modelo estructural-jerárquico. Según la autora, el principal problema de los seguidores de Wilber es que al exponer la falacia pre/trans, consideran las experiencias permeables como necesariamente prepersonales, sin considerar que la concepción de un Yo-Conectado podría bien considerarse la mayor expresión de un desarrollo espiritual (Daniels, 2005).

Se cree que existió una época en que el patriarcado no predominaba y las comunidades vivían en armonía con la naturaleza. Antes del período axial existían prácticas espirituales basadas en el animismo, el chamanismo y la veneración de una diosa madre que representaba la fertilidad y la naturaleza. Sustentándose en ello, la escuela ecológica busca la armonía entre el individuo y círculos vinculares cada vez más amplios: con la comunidad, con la naturaleza y con el cosmos. De cierta manera, la escuela ecológica, desciende del escaño evolutivo de la historia masculina para recuperar del pasado la espiritualidad pre-axial. Su símbolo no es una escalera que hay que subir, sino un círculo de relaciones, en vez pretenderse la autonomía y dominio de carácter masculino, se enfatiza la interdependencia femenina y el cuidado, ya no se busca una verdad universal y eterna, sino la co-existencia de múltiples particularidades en dialéctica.

Simone de Beauvoir (1999), fue la primera en desvelar los mecanismos de legitimación del patriarcado por medio de la naturalización de la mujer. Beauvoir denuncia que la ciencia, la política y la religión han segregado a la mujer de los espacios públicos, conduciendo a una construcción de la feminidad basada en la alteridad, es decir, una identidad construida en contrapartida de lo masculino, lo racional, el poder, lo cultural y lo civilizado. En otras palabras, se ha construido una identidad femenina asociada a la naturaleza, lo corporal, lo salvaje y lo inconsciente. Una femenidad que –según la visión patriarcal- es preciso subordinar y dominar al igual que la naturaleza.

Una serie de feministas, influidas por Simone de Beauvoir, crearon el término "ecofeminismo", como respuesta a la apropiación masculina de la fertilidad de la tierra y la mujer, que conducía a una explotación de la tierra y la sexualidad femenina. Seguidamente, el ecofeminismo derivó en una corriente de pensamiento mucho más amplia que reivindica el valor de la feminidad, la naturaleza, la no-violencia, las relaciones simétricas, el indigenismo y la espiritualidad.

Según la tesis de Carolyn Merchant (2006; 1989), la crisis ecológica que vivimos, resulta de las agresiones ocasionadas a la naturaleza de manos de la ciencia y tecnología. Para Merchant, es importante entender que la ciencia surge y se sustenta en el dualismo cultura-naturaleza, al tiempo que establece una estructura conceptual que legitimaba la superioridad de la cultura y por tanto, el derecho de la ciencia para dominar la naturaleza (y por proyección a la mujer). Finalmente, con el desarrollo de la ciencia, el cosmos dejó de ser considerado un organismo vivo y pasó a considerarse una máquina inerte.

El desencantamiento del mundo natural ha causado preocupación en el movimiento transpersonal.  La Decimosexta Conferencia Internacional Transpersonal celebrada en 2004 urge la identificación de un nuevo mito que inspire  a la humanidad. En Antofagasta el “Primer Congreso de Psicología Humanista Transpersonal” también apeló a un cambio de consciencia a en el que se resguarde la salud de los humanos  y la vida en el planeta.

Frente a esta situación Vandana Shiva (1995), propone “humanizar la naturaleza y naturalizar la sociedad”. Por una parte, Shiva reconoce a la naturaleza como condición para la vida y al sustrato biológico como precondición para la cultura, que se desarrolla como parte de la naturaleza, al ubicar al cuerpo  como mediador entre lo cultural y lo natural. Es decir, considera al cuerpo como articulador de la existencia humana encarnada. Al mismo tiempo, el ecofeminismo de Shiva busca un rencantamiento del mundo natural, al redefinir la experiencia espiritual, asociándola al mundo natural en toda su diversidad.

Algunos han criticado al modelo de Shiva por ser esencialista, sin embargo, esta acusación resulta injusta, considerando que Shiva no construye una filosofía perenne, sino que recurrea a la sabiduría de una cultura correspondiente al contexto en que se desarrolla la existencia de un grupo humano determinado. Por ejemplo, para recuperar la apreciación mágica del mundo en India, Vandana Shiva, apela a la cosmología veda, donde se simboliza a Pakriti como origen femenino de la vida. En otras palabras, Shiva solo hace una propuesta que, por lo demás, es comprensible al encontrase histórica y culturalmente situada.

Sin embargo, aun cabe preguntarse cómo unir diferentes grupos étnicos, puesto que, considerando que la propuesta de Shiva se encuentra culturalmente situada, el significado de los símbolos puede perder sentido en otros contextos. Este punto resulta especialmente importante considerando que al enorme desafío que enfrenta nuestro planeta requiere una acción global y coordinada.

Una alternativa para resolver esta dificultad es construir círculos de mujeres que evoquen un sentido de hermandad, así como una sensación de estar en un espacio materno, y donde haya un profundo sentido de empatía a nivel arquetípico. Jean Shinoda Bolen (2006) cree que el arquetipo de la hermana y el la madre permiten que la mayoría de las mujeres puedan identificarse con mujeres procedentes de diversas nacionalidades, razas y religiones.

Shinoda cree que si las mujeres se encuentran reunidas en círculos con un eje espiritual, podrán sentirse apoyadas, valoradas y decididas, para escuchar comprensivamente y realizar los cambios a nivel personal y cultural que se requieren. Estableciendo las bases sociales de un grupos de influencia femenino, conformado por una red horizontal de amistades y conversaciones entre mujeres.

En los últimos años se han formado una serie de círculos de mujeres en Chile y otros países latinoamericanos, que están dando nacimiento a una espiritualidad femenina, que evoca milenarias rondas de chamanes y brujas.

Bien digo nacimiento, porque como explica Ethel Morgan (1993), la divinidad femenina es por sobre todo una fuerza creadora del cosmos. Todo nace de lo femenino, que acoge en su seno a todos los seres en su exquisita diversidad. El arquetipo femenino no se agota en la creatividad, busca salir de los rígidos moldes impuestos por el patriarcado, que limitan las posibilidades del desarrollo femenino. Ethel Morgan, Marion Woodman y Caitlín Matthews proponen una decena de aspectos femeninos de la Diosa, cada uno representado por un arquetipo femenino que le corresponde, abriendo un extraordinario espectro de posibilidades al desarrollo femenino. Cada persona puede identificarse con los aspectos arquetípicos, comprenderlos en retrospectiva en su contexto y su desarrollo, dando un soporte simbólico sobre el que se puede florecer la identidad y alteridad femenina, trayendo a la vida cotidiana cada uno de los tesoros provenientes de cada uno de los arquetipos. Lo femenino se expresa de múltiples maneras como: la creadora, la energizante, la limitadora, la protectora, la iniciadora, la desafiante, la liberadora, la doncella conectora, la madre nutricia y la anciana potenciadora, etc.

Hoy en día, lo femenino intenta desligarse de los aspectos biológicos, y busca nuevas parcelas más allá de la contrapartida de lo masculino. Marion Woodman (1990) sugiere algunas características de la energía femenina: lo femenino se orienta a los procesos, no solo en los resultados, manteniendo una receptividad que pone atención a la presencia en el cuerpo, a las vivencias interpersonales. En este sentido, resulta especialmente interesante analizar los arquetipos que evocan la virginidad femenina como Artemisa, Atenea y Hestia, a la luz de las reinterpretaciones ecofeministas. Ya que la virginidad implica, en términos psicológicos, la personificación de la identidad femenina que se desarrolla independiente, sin necesidad de la contrapartida masculina, y los juicios de valor basados en la alteridad. Aun más interesante resulta estudiar el papel emancipador de Artemisa y Atenea, pues logran dominar el espacio público.

En resumen, la aventura ecofeminista ha superado por completo la observación que  Simone de Beauvoir realizó sobre la feminidad. El ecofeminismo ha desarrollado una feminidad que trasciende una identidad construida en alteridad de lo masculino y que rescata arquetipos femeninos que mantienen una presencia mayor en el espacio público.

Al comienzo, la tesis ecofeministas provenientes de europa y norteamerica eran vistas con suspicacia por las latinoamericanas. Pero paulatinamente, autoras como Ivone Gebara (2002) han dado cabida al modelo ecofeminista. Pues han encontrado en la deconstrucción de símbolos cristianos, la oportunidad de realizar la emancipación de los sistemas de legitimación del patriarcado que se impusieron durante la colonización.

Como explica Gebara el fundamento judeo-cristano del patriarcado se encuentra en el pecado original relatado en Génesis, que sindica a la mujer el origen del pecado al verse tentada por la serpiente a comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. En cierta forma las ecofeministas cristianas llevan a cabo una reinterpretación de este relato desde una visión ecofeminista y cuestionan la jerarquía de la iglesia que excluye a las mujeres del poder público y,  consecuentemente, la producción social de símbolos religiosos. Al mismo tiempo reinterpretan la noción de Dios, resaltando un nivel de ambigüedad e precisión que da espacio a la libertad de interpretaciones, integrando la conexión con el cuerpo y la naturaleza como elementos sagrados.



Además del ecofeminismo, la escuela ecológica integra las ecosofías derivadas del movimiento de ecología profunda impulsada por Arne Naess (1986; Naess y Sessions, 1995). Arne Naess creía que para generar cambios reales respecto a la crisis ecológica es necesario un cambio fundamental de valores. Naess marca una diferencia entre la ecología profunda y el desarrollo sustentable. Por una parte, la ecología profunda se sostiene en el ecocentrismo, una visión que aprecia el valor inherente de la vida natural en todas sus formas. Por otra, el desarrollo sustentable tiene a la base una cosmovisión atropocéntrica, que considera el valor de la naturaleza solo en relación a su impacto en la calidad de vida del hombre occidental. Los principios ecocentricos han sido condensados en la Carta a la Tierra y que se presenta más abajo en forma resumida.

Arne Naess desarrolla su propia ecosofía, pero motiva a personas posicionadas  desde otros puntos de vista para que desarrollen sus propias ecosofías para luego compartirlas. Promoviendo de esta manera la pluralidad cultural y el rescate de las sabidurías autóctonas.

Naess presume una profunda interconexión entre el sí mismo y todo lo viviente, y teoriza sobre un desarrollo espiritual que se encuentra vinculado al desarrollo espiritual de todos, por ejemplo, si un hombre evoluciona espiritualmente el mundo entero avanza, y si un hombre cae todo el mundo sufre la perdida. Con la autorealización ecocéntrica, el sentido de identidad se amplifica para abarcar esferas cada vez más vastas de relaciones de cuidado hasta expandirse más allá de lo humano, abarcando a los animales, reino vegetal, y el plano trascendente.

Sin embargo, es necesario precisar que lo trascendente para Naess no es necesariamente una fuerza sobrenatural, y bien puede enterse como una fuerza inmanente que implica a todas las criaturas en la creación y re-creación de la naturaleza, sin cerrar la puerta a ninguna interpretación. Consecuentemente, la ecología profunda dio paso a dos grandes tendencias ecosóficas, el naturalismo religioso y a la visión multidimensional de la naturaleza. Por una parte, el naturalismo religioso busca comprender las profundidades sagradas de la naturaleza, a través de una serie de apreciaciones científicas, experienciales y éticas (Goodenough, 1998; Lovelock, 1993; Capra, 1999; Taroppio, 2014). Por otro lado, la ecología multidimensional entiende la naturaleza no solo se encuentra inmanente, sino también se encuentra habitada por seres espirituales, entidades sutiles y seres divinos que tienen otras formas de existencia (Antonov, 2015).

La escuela ecológica ha dejado una huella indeleble en la perspectiva tranpersonal, hasta el punto que se puede afirmar que todas las escuelas de psicología transpersonal se han visto obligadas a pronunciarse o inclusive reformular sus planteamientos ante las interpelaciones de los ecofeminismos y ecosofías. Nuestra psicología ha hecho demasiado énfasis en la independencia, la personalidad emancipada es permeable y da un mayor énfasis a la alteridad, quisas nos hace falta recordar que la palabra libertad significaba originalmente “volver a la madre”.


Escuela Participativa

La escuela participativa es una tendencia teórica creciente dentro de la psicología transpersonal. Distintos autores, como Richard Tarnas, Jorge Ferrer, Jacob Sherman, Lee Irwin, Almendro, Daniels, Vivente Merlo, Sean Kelly, Owen Barfield, John Heron, Stuart Sovatsky, David Lukoff, Frederic Munne, Robert McDermott, Gregg Lahood, David Skrbina y Donald Rothberg, han manifestado su cercanía con esta tendencia. Además la escuela participativa dice abazar la diversidad y acoger en su seno distintos tipos de espiritualidad, constituyéndose en una metatendencia dentro del movimiento transpersonal.

John Heron (2006) explica que existe una minoría creciente y significativa de personas experimentando diversas formas de espiritualidad y que se encuentran en búsqueda de espacios de diálogo constructivo con otras creencias, investigación intersubjetiva, de participación en prácticas espirituales colectivas e de investigación cooperativa sobre fenómenos espirituales.

Considerando esta tendencia, Jorge Ferrer (2003; 2011; 2002; Ferrer y Sherman, 2008) reconoce la importancia de investigar fenómenos transpersonales, pero acusa su insuficiente fundamentación, es decir, la forma en que se interpretan dichos fenómenos es confusa en lo concerniente  al marco epistemológico y criterios de validez. Ferrer denuncia que esta falta ha convertido al movimiento transpersonal en un “cajón de sastre abierto a cualquier forma de especulación metafísica”. Parafraeando a Capriles (2013) la confusión surge del intento por unir “el tronco de un mamut, el dientes de un tigre dientes de sable, y el cuerpo de un dinosaurio”, un monstruo que sólo existe en nuestra propia imaginación.



La psicología siempre ha sido una disciplina con complejo de inferioridad, que intenta  convertirse en ciencia dura. Este complejo se transmite a la psicología transpersonal, en forma de experiencialismo interno y universalismo perennealista, la tendencia a centrarse en experiencias internas y en tratar de extraer principios universales de ellas. Dedido a este hábito se genera un choque entre las distintas cosmovisiones religiosas  (Ferrer, 2003; 2011).

Elías Capriles (2013) ha descrito algunas de las discrepancias entre cosmovisiones que es pertinente describir para el caso, por ejemplo, Capriles contrapone el modelo ascendente de Wilber y el modelo descendente de Washburn, con los el modelo de desarrollo del budismo, resaltando que desde la perspectiva budista no existe un "Yo" que pueda subir o descender, ni una distinción entre lo objetivo y subjetivo. Por lo tanto, no existe en el budismo una ruta con niveles como describe Wilber, ni un bucle que retorna a los orígenes como explica Washburn (Capriles, 2013). Según la lógica budista de Nagarjuna, lo vacío es consistente, pues toda sustancia tiene un origen condicionado (Fernandez, 2008), de manera que ni siquiera tiene lógica desde el budismo determinar cual de los caminos es el correcto, pues tanto la afirmación como la negación de los mismos es inconsistente. Un principio puede ser y no ser al mismo tiempo, solo que en distintas perspectivas. Por ejemplo, un mismo ser, en una dimensión aparente de existencia (samsara) puede cambiar constantemente, no obstante la naturaleza búdica permanecer incólume. Quizás, los modelos dual y lo no dual puede considerarse complementarios, pues son estados que pueden coexistir en un mismo individuo (Capriles, 2013). 

La escuela participativa nace de una deconstrucción del modelo perennialista-estructuralista, siendo varias las teorias que confluyen en esta deconstrucción: el poscolonialismo, el feminismo, el postmodernismo, el vitalismo, etc. Todas estas son herederas del romanticismo, por lo tanto,  coinciden en una crítica hacia la racionalidad mecanicista, y aunque no lo quieran admitir, todas estas tendencias cobijan un trascendentalismo oculto, que ha servido de caldo de cultivo para una nueva espiritualidad (Ferrer y Sherman, 2008). Una espiritualidad que recuerda que los fenómenos espirituales se encuentran situados histórica, social y lingüísticamente, y en base a ello revaloriza los marcos epistemológicos émicos, dando énfasis al pragmatismo, encarnación y enacción del lenguaje y pensamiento. Así, las experiencias espirituales no son solo fenómenos individuales, pues su significado radica en la participación del ser humano en el cosmos con sus diversos niveles de organización.

Cada tradición participa en el Misterio por medio de sus propios arquetipos, así por ejemplo, budismo se cultiva mediante el arquetipo del “Monje Contemplativo”, el islam a través del “Guerrero”, el cristianismo por medio del “Mártir” y no vale equipar unos arquetipos a otros, pues solo mediante las singulares enacciones de cada sistema las tradiciones logran participar en su particular aprehención del Misterio.

Pero este contextualismo participativo guarda cuidado con no transformarse en un relativismo vulgar, en vez de ello se compromete con un universalismo “más relajado”, que establece en forma provisional sus propios criterios de validez, por ejemplo, una práctica espiritual no es juzgada por su congruencia con una filosofía perenne, sino por su capacidad de liberar al ser humano del egoísmo. En cualquier caso, a pesar de que algunas de estas estructuras puedan ser consideradas, en forma provisonal, como universales, el Misterio se mantiene intrísecamente indeterminado.

En definitiva, los caminos son distintos, independientes y son todas aproximaciones validas a una misma experiencia oceánica que se experimenta en distintas formas, en palabras de Ferrer (2003), el mundo espiritual es: “un océano con muchas orillas”. En “un océano con muchas orrillas”, la relación entre el universalismo y el pluralismo no puede describirse en términos de evolución jerárquica, pues es el conjunto de expresiones particulares el que expresa y son expresadas simultáneamente en el Misterio.

En dicho contexto, el encuentro terapéutico se acerca a un constructivismo social que entiende el conocimiento como una dinámica co-constructiva, que reconoce con humildad la validez de otras realidades epistémica, sin con ello abandonar algunos principios provisionales (Mahoney y Granvold, 2005). Según John Heron (2006), este trabajo puede proceder de dos modos: en una primera forma, el individuo experimenta en forma particular sus sensaciones sentidas y luego comparte en grupo dichas experiencias espirituales, contrastando las diversas interpretaciones de ellas en búsqueda de un significado común; en una segunda, lleva a cabo una acción espiritual participativa en función de significados comunes y luego se interpretan en forma particular cada una de ellas. Complementando ambas metodologías, la “visión transpersonal engendrar una realidad intersubjectiva comparativa, una realidad transpersonal” (Ferrer, 2002).

Según Lahood (2010), el modelo de “un océano con muchas orillas” tiende a aislar las cosmologías espirituales, estableciendo fronteras entre los diferentes universos simbólicos, lo que impediría explicar la hibridización cosmológica. Pero hay un aspecto que Lahood y Ferrer no han considerado en profundidad, las implicancias de una lógica de conjuntos difusos en la comprensión de las experiencias espirituales. A medida que un sistema se vuelve más complejo incorporando en pluralidad mayor de lógicas particulares, debe formalizar informáticamente una teoría a la vez específica y general, lo que solo se puede lograr haciendo que la lógica de los conjuntos se vuelva difusa a medida que adquiere mayor grado de generalidad (Munne, 2004). Justamente, como recuerda Frances Vaughan (2002), las experiencias espirituales guardan suficiente ambigüedad para liberarnos de la tendencia a imponer una metafísica por sobre otras, facilitando la interdependencia y vinculación entre ellas, desdibujando las críticas de Lahood.


Hace algunos años, Wilber (2006)  intentó incorporar el desafío participativo a su teoría integral, considerando los niveles como estructuras co-creadoras de la conciencia que se convierten en hábitos cósmicos o estructuras ontológicamente existentes (Wilber, 2006). Ferrer (2011) ha criticado esta teoría como reduccionista y antropocentrista, pero si consideramos que la vida y la conciencia puede ser un fenómeno masivo en el cosmos, entendemos entonces que el ser humano es solo parte de un proceso mayor de máxima complejidad. Lo que iría en línea con la unidad entre el que percibe y las representaciones (Barfield, 2015).


BIBLIOGRAFÍA

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