miércoles, 1 de febrero de 2017

Educación holística

Rodrigo González, 2017. 
Educación holística

La educación como disciplina tecnológica surge de una matriz religiosa, el pastor o párroco devino en profesor, los feligreses en alumnos y los templos en escuelas. Pero desde mediados del siglo XVI, la escuela sufrió un profundo proceso de secularización y desacralización, que profanó la matriz de su estructura sagrada, sus objetivos pastorales se fueron mezclando con los propósitos del Estado Moderno, el cientificismo positivista y los procesos de Indistrialización. A pesar de ello, en un comienzo la escuela “mantiene el carácter sagrado en su estructura organizativa y en su funcionamiento” pues solo seculariza el control y los fines de la educación que en ella se imparten. Sin embargo, a partir de fines siglo XX se produce un quiebre con el proyecto moderno, que fractura también la estructura secularizada de la escuela moderna, que a duras penas había logrado mantener el carácter sagrado de su estructura. Este vuelco no es solo una crítica a las características del modelo educativo moderno (contenidos irrelevantes, metodologías obsoletas, instrumento al servicio de las clases dominantes, etc.), lo que está en juego es la institución educativa y como tal deja de ser un espacio sagrado, deja de ser un espacio con valor trascendente que lo distinga de otros, entonces el pragmatismo y el escepticismo se hace dueños de la estructura (Noro, 2010).

Aun se pueden ver sombras sin fe que caminan entre aquellos antiguos templos que carecen hoy de todo significado profundo. ¿Será el fin o estamos ante el nacimiento de algo nuevo?, el surgimiento de internet, los modelos educativos que han ido emergiendo, y los cambios que se están viviendo en la sociedad nos hacen pensar que hay algo más allá. Es indudable que la sociedad está pasando por profundos cambios, algo también está ocurriendo con la infancia, evidencia de ello es la explosión de niños diagnosticados con Trastorno de Déficit Atencional e Hiperactividad. ¿Qué es lo que ocurre? ¿Los niños están cambiando o es la sociedad la que no logra adaptarse? Son cada vez son más comunes los niños que reflejan con su conducta las incongruencias de su entorno, o se sienten incómodos en ambientes competitivos como los que promueve nuestra cultura. Ivette Carrión (2006) está convencida que no se ha comprendido la esencia de este fenómeno, lo que le pasaría es que estos pequeños son los signos de un gran cambio global. Ante este nuevo escenario, la educación también amerita un cambio igual de profundo. La respuesta educativa  frente a este cambio global se llama educación holística.

Partamos definiendo los fundamentos de nuestro estudio. En términos amplios entenderemos la educación como aquel proceso de desarrollo humano que implica la interacción entre seres humanos dentro de una comunidad educativa. Como todo proceso, la educación implica un devenir de estados distintos, por lo tanto, se da por supuesto que la educación debe dirigirse a cambiar el estado de las cosas y no a reproducir o mantener un estatus quo. Pero el cambio tiene un sentido, y dicho sentido es el desarrollo de quienes se involucran en el proceso. Interpretamos el desarrollo como el despliegue del potencial de un ser, de todo aquello que puede llegar a ser. Si bien la pedagogía holística reconoce que todo ser humano tiene potenciales negativos y positivos, se guarda la esperanza de que la educación pueda sacar lo mejor que cada ser lleva adentro. ¿Por qué guardamos dicha esperanza? Porque el ser humano necesita de otros para vivir, y en medida que los seres humanos logren convivir, dicha interacción favorecerá a ambas partes. Por lo tanto, cuando hablamos de seres humanos, asumimos que cada uno de ellos tiene una dignidad intrínseca y que del reconocimiento mutuo de dicha dignidad emanan condiciones necesarias para el desarrollo de quienes conviven dentro de una comunidad. Es decir, no se trata de un proceso de desarrollo individual, sino de un proceso donde todos quienes participan se ven enriquecidos unos por otro.

La educación holística tiene tres características muy distintivas: una epistemología humilde y participativa, el fortalecimiento de la conciencia trascendente y la integralidad.

La pedagogía holística se sostiene en una epistemología humilde y participativa. Ana María González Garza (2009) sostiene que en la educación holística “todos somos a la vez educados y educadores. No se puede dar lo que no se tiene, no se puede enseñar lo que no se sabe, no se puede compartir lo que no se ha experimentado”. Por lo tanto el verdadero educador es aquel que facilita el aprendizaje acompañando al educando en su proceso de desarrollo y al mismo tiempo aprendiendo de la experiencia.



No se puede desconocer que un antecedente importante de la educación holística sería la educación católica por su énfasis en la comunidad educativa, la formación valórica, el compromiso social y la espiritualidad. No obstante, hay que aclarar que la educación holística difiere significativamente de las escuelas católicas en su perspectiva epistemológica, pues estas últimas aún se rigen por el antiguo paradigma epistemológico que establece relaciones jerárquicas basadas en el saber. Así mismo la educación holística también difiere notablemente del laicismo educativo, pues evita caer en el relativismo moral postmoderno (Gallegos, 2008). El holismo se basa en el nuevo paradigma epistemológico, la transmodernidad y como consecuencia promueve una actitud más abierta, crítica, activa y participativa de parte de todos los actores de la comunidad educativa. Para lograr este propósito se propone un curriculum abierto, flexible y dinámico, que otorgue a cada comunidad educativa la responsabilidad de definir en forma autónoma los énfasis que darán a su currículo. Entonces, ¿Cómo se toman dichas decisiones?

Una característica que comparten todas las propuestas pedagógicas transpersonales es que consideran la integralidad del ser humano, comprendiendo al ser humano en su máxima complejidad. Es importante tener en cuenta que la educación no es solo aquello que dicta un profesor en una sala de clase, para bien o para mal, estamos educando todo el tiempo, pues la educación es un proceso vital inseparable de su contexto, seguidamente, ha de contextualizarse en dos sentidos: tiene que hacerse cargo de las problemáticas sociales y medioambientales que enfrentamos como humanidad y tiene que considerar las vivencias y experiencias de los alumnos.

Por ejemplo, el avance tecnológico permite tener todo el conocimiento a nuestra disposición, disminuyendo drásticamente la trascendencia de memorizar contenidos, en el mismo sentido, el progreso de la maquinaria automatizada reduce la importancia de las operaciones físicas. En cambio se vuelven mucho más importantes las habilidades sociales, la creatividad, y la moralidad. Considerando este análisis la UNESCO ha establecido cuatro grandes pilares de la educación, que se traducen en aspectos de toda competencia a desarrollar: “aprender a conocer”, “aprender a hacer”, “aprender a convivir” y “aprender a ser” (Delors, 1996). Todo ello implica dar mayor realce a lo que en Chile conocemos como objetivos transversales, una dimensión educativa dejada en segundo plano por el modelo educativo de nuestro país.

Entonces ¿Debemos asumir estos valores como absolutos?, no necesariamente, pero las comunidades educativas pueden usarlas como criterios provisionales que les permita orientar su labor pedagógica en tanto las definen en forma más autónoma. Por dar un ejemplo, en búsqueda de una mayor integralidad, algunos pedagogos transpersonales, también han propuesto, superar la fragmentación del conocimiento, integrando las distintas de las asignaturas, o han incorporando conocimientos transculturales y milenarios. La esencia del proceso de construcción colectiva de un currículum radica en que ello es en sí mismo un proceso educativo de máxima importancia, que aumenta el nivel de conciencia de quienes se involucran participativamente en la comunidad educativa.

El énfasis en el desarrollo de la conciencia trascendente o supraconciencia es uno de sus factores más característicos de la educación holística. Hasta el momento he conocido tres formas en que se ha aplicado este principio:

William James (2005) fue uno de los primeros en centrarse en la importancia de la atención voluntaria sostenida en los ámbitos de la moral, en el campo de la educación y en otras facetas importantes de la vida, heredando este legado, el modelo cognitivo ha incentivado la enseñanza masiva de la atención plena en los jardines, escuelas y universidades, lo que suele complementarse con talleres de habilidades sociales y psicología positiva, que se aplican como parte de cursos de desarrollo personal o actividades extracurriculares.

El segundo modelo tiene como evidente referente a Wilber. Ramón Gallegos (1999, 2000), viene desarrollando durante la última década un exahustivo Modelo Multinivel-Multidimensión que describe los distintos niveles de conciencia (individual, comunitario, social, planetario, y cósmico) en seis dimensiones: dimensión corporal, dimensión emocional, dimensión cognitiva, dimensión estética y dimensión espiritual. Adhiriendo diversos modelos pedagógicos a la intersección de cada dimensión y de cada nivel. Este modelo considera la espiritualidad la lógica interna del contenido curricular y no como una actividad anexa.

Más cercano al modelo participativo de Ferrer, Agustín de la Herrán (2009),  ha entendido la pedagogía como un proceso de concientización cooperativa, donde el docente inspira mediante su propio ejemplo un sentido de responsabilidad y de trascendencia histórica que permite integrar el proyecto de vida de los educandos en un proyecto común que aporta al desarrollo de la humanidad y el ecosistema.  Entendido así, el modelo es una continuidad lógica de la formación valórica y del saber ser, siendo indisociable del currículum y ha de aplicarse mediante la práctica de un constante proceso de investigación-acción-participativa que integra niveles de complejidad cada vez mayores (UNESCO, 2015).


La Declaración Universal de Derechos Humanos (ONU, 1948) proclama que “todos los pueblos y naciones deben esforzarse, a fin de que tanto los individuos como las instituciones, inspirándose constantemente en ella, promuevan, mediante la enseñanza y la educación, el respeto a estos derechos y libertades, y aseguren, por medidas progresivas de carácter nacional e internacional, su reconocimiento y aplicación universal y efectiva”. De ello se deduce que la más alta aspiración de la Declaración es llegar a una “sociedad educativa”, donde todas las instituciones públicas y privadas se conviertan en comunidades educativas. Pero para lograr esta hondo anhelo debemos revolucionar nuestra mentalidad y ámbitos tan importantes como la administración, la economía y la política.

BIBLIOGRAFÍA
http://vidaculturaycosmos.blogspot.cl/2017/02/bibliografia.html

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