miércoles, 1 de febrero de 2017

Administración, Economía y Política desde una visión sistémica

Administración, Economía y Política

Es difícil imaginar la emergencia de un mundo transpersonal que no comprometa el poder del estado, el mercado y la sociedad civil. En un comienzo esto solo parecía una quimera pero varios de los cambios que vienen ocurriendo en la economía, la administración y la política, nos hacen pensar que el movimiento transpersonal dejará de ser una tendencia marginal hasta configurarse como un eje central de nuestro sistema que movilice transformaciones trascendentes en grupos hegemónicos.

Administración

La espiritualidad en la administración es un tema clásico, olvidado y luego reeditado. Solo basta con recordar las observaciones de Weber sobre la influencia que tuvo el protestantismo en el origen capitalismo. Como predijo Weber, la excesiva racionalización de los procesos productivos llevó a una serie de problemas psicosociales, que hicieron cuestionar el antiguo modelo de administración de Taylor. Por otra parte, a medida que aumentaba la importancia de las maquinas en la realización de actividades mecanizadas y la entrada en la era del conocimiento, aumentó la importancia capital humano, en especial del clima laboral y las competencias laborales como elementos esenciales para potenciar la productividad y la competitividad.

La capacidad de automatizar e integrar procesos tiene un impacto directo en la distribución de empleos. Labores como la manufactura y la administración seautomatizan, relevando las tareas humanas al ámbito de las relaciones humanas y la creación. Los empleos tienden hacia los servicios y prefesiones técnico profesionales que requieren habilidades sociales, manejo de tecnología, autonomía, flexibilidad y complejidad (Pucheu, 2010).

Esta serie de cambios hizo surgir un nuevo paradigma en la administración, la humanización de las organizaciones. Era necesario tener organizaciones saludables e involucradas en procesos de mejoramiento continuo. En un comienzo los administradores se inclinaron hacia los modelos de inteligencia emocional, lo que paulatinamente devino en el interés por los modelos transpersonales.

Existen varias aplicaciones de la psicología transpersonal en la administración. En primer lugar, los elevados niveles de estrés se han convertido en una de las principales problemáticas en el mundo laboral. Muchos empleados y superiores han visto en la psicología transpersonal una estrategia para lidiar con los estresores, por lo que se ha hecho bastante común que organizan talleres de meditación, o de alguna terapia alternativa como la aromaterapia. Al mismo tiempo, acompañando al estrés, se observa un deterioro en el clima laboral. En este sentido, se han vuelto populares los talleres de relaciones primales, biodanza y la organización de retiros espirituales dirigidos a mejorar las relaciones interpersonales y la motivación.

En segundo lugar, la espiritualidad y la autotrascendencia han sido asociadas al liderazgo. En este sentido se destacan dos modelos de liderazgo: transformacional y espiritual.

Según Bass (Nader y Castro, 2007) el líderazgo transformacional tiene cuatro rasgos característicos: Estimulación Intelectual, Motivación Inspiracional, Consideración Individual e Influencia Idealizada. El líder transformador es una persona íntegra que lleva a sus seguidores a mirar más allá e inspira a sus seguidores inculcando el valor del trabajo con su propio ejemplo. El líder transformacional se preocupa por su gente y los incentiva a para que trasciendan sus intereses personales en virtud de los propósitos de la organización. Finalmente el legado del líder se interioriza en sus seguidores, permitiendo que su visión perdure en el tiempo a pesar de su ausencia.

El  liderazgo transformacional se sustenta en modelo teórico consolidado que ha demostrado sólidas relaciones con indicadores positivos, como el rendimiento, la satisfacción y el clima organizacional. Hoy, Bruce Avolio (2005) está estudiando variables mediadoras como la autenticidad, la autoconciencia, el capital psicológico, la moralidad, la espiritualidad y variables culturales (Avolio y Gardner, 2005).

El trabajo no es solo un acto mecánico, tiene un sentido para el trabajador, porque cada trabajo se realiza en la trama personal y social donde cobra un significado único, puede ser una forma de realizarse, expresión del amor por la familia, o puede ser parte de una vocación de servicio, puede revelar profundos sentimientos como la facinación ante las maravillas de la vida y la naturaleza, la compasión ante el sufrimiento ajeno, o un profundo deseo de verdad y justicia, las posibilidades son infinitas. Considerando esta circunstancia, el líder espiritual se preocupa genuinamente por desarrollar las necesidades espirituales de sus seguidores creando un clima que favorece el bienestar y el rendimiento de la organización. Nutre la vida interior de sus seguidores aportando una visión, alimentando la esperanza y dando oportunidades para entregar amor en forma desinteresada. Como resultado los trabajadores sienten que logran realizar su vocación, que su vida tiene un sentido que trasciende sus intereses personales y se sienten parte de algo mayor que les ayuda a mejorar las relaciones laborales y las relaciones con el contexto de la organización (Fry, 2003; Giacalone, Jurkiewicz, y Fry, 2005).
  


Durante la última década,  el liderazgo espiritual ha estado llamado la atención de los investigadores. Por una parte son llamativas las implicancias psicológicas del modelo, pues se asocia a una mayor motivación intrínseca, satisfacción vital y un mayor compromiso organizacional. Por otra parte, el modelo de liderazgo espiritual ha despertado interés por sus implicancias sociales y ecológicas. La ayuda mutua prestada entre los empleados, el servicio a la sociedad en general y el cuidado del medio ambiente permiten un mejor acoplamiento a la cultura de los nativos y la sustentabilidad que las organizaciones necesitan.

Como las características del liderazgo se encuentran cruzadas por variables culturales, el liderazgo no se relaciona con ninguna religión en particular. No obstante la relación entre el liderazgo transformacional y el liderazgo espiritual resulta evidente; quisás solo se trata de una diferencia de énfasis, mientras que el líder transformador da lo mejor de sí para que los otros den lo mejor de ellos, el líder espiritual estimula lo mejor de los otros para sacar lo mejor de la organización, el modelo de Bass y Avolio está más centrado en el líder, en cambio el modelo de  Fry se centra más en los seguidores. Algo interesante es que el líder espiritual se adapta mejor a las distintas culturas y creencias espirituales, en cambio el líder transformador tendría una mayor inclinación a transformar las culturas y las creencias espirituales ¿Acaso ambos modelos describen dos etapas de un mismo proceso o dos dimensiones de un mismo fenómeno? Entonces cobra sentido las teorías del liderazgo situacional, el liderazgo es un fenómeno que requiere tanto de condiciones internas del líder como condiciones contextuales, ya que un liderazgo efectivo radica precisamente en el establecimiento de una conexión entre lo interno y lo externo. Como explica David Fischman (2005) “no podemos ser verdaderos líderes transformadores si, primero, nosotros mismos no evolucionamos como persona… El verdadero líder es aquel que tiene un poder interno generado por su propio desarrollo emocional y espiritual. No busca liderar para obtener poder; por el contrario, usa su propio poder interno para liderar con sabiduría y servir a los demás”. Quisás la mejor forma de desarrollarse internamente y evitar los vícios del seudoliderazgo es el descentramiento, es decir, precisamente lo que hace el líder espiritual preocuparse por los otros y solo luego transformar.

Dos de los más grandes desafíos que enfrentan las organizaciones en nuestro siglo son la responsabilidad social corporativa enmarcada en procesos de mejoramiento contínuo de la organización y el desarrollo personal de los empleados. Raj Sisodia y John Mackey (2014), han resumido el nuevo modelo de administración en cuatro puntos: (1) la organización no se limita a la sustentabilidad económica, busca un propósito elevado para existir, (2) las organizaciones gestionan relaciones ganar-ganar con todos los Stakeholder o grupos de interés, (3) el desarrollo de una cultura conciente que permita vivir plenamente valores trascendentes, (4) un liderazgo al servicio a la gente.
  


La espiritualidad y la autotrascendencia puede formar parte de la cultura organizacional, un marco de valores organizacionales, la ventaja de incorporar estos valores es que promueven experiencias como una conexión personal de los trabajadores con el contenido y los procesos de sus trabajos, permitiéndoles vivenciar sentimientos positivos hacia su ambiente de trabajo en general y facilitando un sentido de conexión con otros de una manera que provee sentimientos de regocijo y totalidad. Comúnmente la cultura organizacional autotrascendente viene acompañada de una comprensión profunda sobre los efectos históricos y contextuales de sus actividades productivas. Es por esto que normalmente se encuentra asociada a políticas de responsabilidad social organizacional, promoción del trabajo decente, la protección del medio ambiente, o permitir la integración de las familias de los trabajadores. Pero no es suficiente con establecer estos valores en la visión y misión, además es necesario cambiar los procedimientos normativos y prácticas cotidianas para permitir que estos valores se realicen y es necesario que los trabajadores interioricen estos valores, de manera que se logre una adecuada congruencia entre los valores y aspiraciones espirituales de los empleados con los de la organización.

El vertiginoso ritmo de los cambios sociales y económicos ha hecho necesario desarrollar programas de mejoramiento continuo, algunos modelos de desarrollo organizacional que están inspirados en prácticas espirituales se han convertido en una interesante alternativa, ya que la espiritualidad aumenta el significado de las experiencias laborales, al apoyar el crecimiento, el avance personal y profesional (por ejemplo, el sistema kaizen se inspira en el Zen o el modelo espiral dinámico de Wilber). También, la gestión por competencias ha recogido el modelo holístico de la educación y ha comenzado a aplicarlo paulatinamente en las organizaciones. En este sentido, las organizaciones dan cada vez mayor importancia a la participación de los trabajadores, de ahí se derivan los modelos de administración por objetivos, las evaluaciones 360° y la conformación de círculos de calidad total, donde los empleados gozan de mayor autonomía y posibilidades de influir en el rumbo de la organización. No es de extrañar que, en el futuro, los empleados puedan administrar o incluso hacerse co-propietarios de cierta parte de los medios de producción.

Economía

¿Qué relación puede existir entre la espiritualidad y la economía? Al principio suena como mezclar agua y aceite, no obstante, como veremos hay varios puntos de encuentro entre el movimiento transpersonal y algunas tendencias económicas recientes que valen la pena mencionar.

Según Max Neef (2009) nuestro sistema económico es una seudo religión en rumbo de colisión. Examinemos esta declaración por partes.

Como todo el mundo sabe tras la crisis del modelo mercantilista, surgieron dos grandes modelos económicos: la economía capitalista promovida por los neoliberales y la economía centralmente planificada impulsada por los comunistas. Ambas difieren en torno al rol que debe cumplir el estado en el desarrollo económico. Para los neoliberales el estado debería interferir lo menos posible en las normas del mercado, en cambio, los comunistas indican que el estado debe ser tomado por el proletariado para dirigir la economía. Comencemos revisando dos citas memorables de estas dos corrientes económicas:

"El hombre necesita casi constantemente la ayuda de sus semejantes, y es inútil pensar que lo atenderían solamente por benevolencia (...) No es la benevolencia del carnicero o del panadero la que los lleva a procurarnos nuestra comida, sino el cuidado que prestan a sus intereses". Adam Smith, en la Riqueza de las Naciones

“Estos continuos enfrentamientos entre clases sociales, con sus ideas políticas e ideológicas asentadas inconscientemente en sus intereses económicos, son la verdadera base y el verdadero motor de la historia”. Marx y Engels, en el Manifiesto Comunista.

Se dice que la economía estudia la eficiente distribución de los recursos para satisfacer las necesidades del ser humano. Pero como puede apreciarse en las citas, tanto el capitalismo como comunismo presuponen que el motor de la economía es el “interés material”, en el caso del capitalismo es el interés del individuo por sí mismo, en el caso del comunismo el interés de una clase social por sí misma, pero en cualquier caso un interés materialista; por lo tanto, el sistema económico reinante queda reducido a simples medios para obtener dinero y poder.

No obstante, desde una perspectiva transpersonal el consumo y la producción no son motivados meramente por la obtención de intereses materiales. Los actos económicos sólo son una parte de una serie de decisiones que le permitirán al ser humano realizar un proyecto de vida dirigido a la trascendencia. La verdad es que tras la aparente neutralidad valórica de la economía moderna se esconden una serie de mecanismos espirituales que se derivan de la concepción de los sistemas de dones recíprocos y los ritos de sacrificio (Mauss y Hubert, 1898; Mauss, 1924).

En la era preindustrial, sucedió un importante proceso de transición económico-espiritual, en un comienzo, cuando los seres humanos podían asegurar su supervivencia directamente de la caza y recolección las ofrendas de agradecimiento se daban a los espíritus de la naturaleza, luego, a medida que el pastoreo, la agricultura y el comercio asumen una función cada vez más importantes en la economía las ofrendas empezaron a darse también entre seres humanos ¿Qué impacto tuvo esta transformación? Al revisar prácticas antiguas, nos damos cuenta que eran los dioses los verdaderos propietarios de las cosas, y que solo mediante los ritos de sacrificio los humanos podían adquirir derechos de propiedad sobre los bienes. En estos ritos, el poseedor quedaba a la vez poseído por los espíritus propietarios, rebajados espiritualmente a la voluntad del verdadero propietario, a menos que entregara su poder, estatus, honor, prestigio o riqueza a cambio de su liberación. Con el tiempo, esto transmutó en el principio básico de todo acto comercial: la consagración (entrega de la propiedad) y posterior desacralización (pago) se avala en un ser o principio justo que hace retornar las cosas a su propio origen, en forma similar a como lo haría la mano invisible que imaginaban los capitalistas.

También encontramos gérmenes de la economías centralmente planificadaen los ritos de sacrificio. Dado que los pobres no podían pagar por sus ritos de sacrificio, su desacralización queda suspendida ante la esperanza de un salvador que pueda pagar por ellos. En dicho contexto, cuando los sacerdotes empezaron a donar parte de las ofrendas de sacrificios a quienes más lo necesitan comienzan a institucionalizar también sistemas de protección social y otras formas de ayuda social organizada. Visto y en consideración, no resulta extraño que los teólogos de la liberación consideren la usura y la plusvalía como formas de robar el alma de otros seres humanos.

Al parecer, cuando los economistas modernos escapaban del oscurantismo medieval para aferrarse al materialismo mecanicista desestimaron otros aspectos del ser humano como la benevolencia, la espiritualidad y la necesidad de trascendencia, que en el fondo siempre se encontraron implícitas en las actividades económicas. La economía moderna se basa en un anticuado modelo científico, el materialismo mecanicista que suponía que toda acción tenía una reacción, que las mediciones debían ser objetivas y que  las variables podían mantenerse aisladas y bajo control. El materialismo mecanicista consideraba que lo único que realmente existía era la materia inerte y cuantificable y desestimaba toda experiencia subjetiva, quedando un mundo sin sentido que alienaba al ser humano. El hombre moderno, en presencia de dicho vacío existencial intenta llenarse con lo único que considera real: lo material y cuantificable, es decir el dinero (Pigem, 2009). Sin embargo, es solo una ilusión, pues no hay nada más abstracto en impersonal que el dinero, es solo papel, o un conjunto  de datos virtuales, no tienen una existencia real más allá del significado que nosotros le demos, puede apreciarse tan fácilmente como se deprecia, como si se tratara de un espejismo o un espectro que nos juega una mala broma. Hoy en cambio escuchamos a economistas como Alfredo Sfeir (2004, 2009) plantear que el desafío de nuestro milenio consiste en reconciliar la economía materialista con la espiritualidad ¿por qué? ¿Cómo ocurre un cambio tan grande?

Durante las últimas décadas, el modelo socioeconómico neo-liberal ha mostrado sistemáticamente sus falencias. Una investigación reciente, liderada por Safa Motesharri, ha revelado que nuestra civilización industrial se dirige a un colapso cercano. Son varios los factores que se conjugan en esta trampa: los cambios en la demografía, la distribución desigual de recursos, la inestabilidad económica, la explotación indiscriminada de recursos naturales, la pasividad de los líderes mundiales y la fuerza del hábito. Pero sin duda, el aspecto más interesante de la investigación es que la médula de la crisis es un problema de conciencia;  dado que las élites disfrutan de muchos privilegios pueden continuar  su descarriado estilo de vida sin tomar conciencia del inminente colapso en que se encuentra su civilización  (Ahmed, 2014). Hasta el momento, el crecimiento económico nos había hechizado con su cifras mientras el consumismo sobornaba nuestra conciencia, pero tras las crisis económicas han dejado al descubierto la profunda crisis del sistema económico, ecológico y social, y con ello se ha derrumbado la visión moderna del mundo (Pigan, 2009).

Por todo esto, paralelo al desarrollo del cauce principal de la economía, las corrientes altermundistas vienen planteando con mucha fuerza la necesidad de generar un nuevo sistema socioeconómico, más sustentable, saludable y humano (Martos,  2012). El cambio ha sido lento, pero si ponemos atención vemos que se están revalorizando otras formas de capital, distintos al capital físico y financiero, tales como el capital humano, el capital natural, el capital social, el capital espiritual, el capital institucional, etc., y los inversionistas comienzan a prestar atención no solo a la rentabilidad, sino también a la estabilidad de los gobiernos, a la ideosincracia de la gente y a la sustentabilidad ambiental cuando emprenden un negocio. Y a nivel macroeconómico vemos que no solo estudia el PIB (Producto Interno Bruto), sino que surgen conceptos innovadores como el Índice de Desarrollo Humano o el índice de Felicidad Interna Bruta.

Probablemente la más urgente de las problemáticas del sistema económico es la crisis ecológica. Roderick Nash (1976) al revisar la genealogía de lo salvaje, descubrió que para los nativos, no existe el concepto salvaje. Por ejemplo, para un nativo de malasia el estar perdido en la selva resulta divertido, como si dijéramos que estamos perdidos en nuestra casa. Nash llega a la conclusión que es el ser humano el que hace salvajes los hábitats. Durante la transición económica-espiriual que hemos descrito, al establecerse los primeros asentamientos urbanos y la vida sedentaria, surgió en consecuencia, el concepto de lo salvaje como algo que hay que temer, controlar y subordinar.

Si recuperamos el significado original de la “economía”, debemos remitirnos al griego oikos-morada y a nomos-ley, es decir, el orden que se da al hábitat. Desde esta perspectiva la economía está íntimamente relacionada con la ecología. Pero, lamentablemente la economía ha desconocido su origen, se ha concentrado únicamente en el “progreso material”, ocasionando el desastre ecológico que todos conocemos. Existen varios fundamentos que relacionan ámbas temáticas, de hecho, “los procesos de creación de riqueza, que están en la base de la destrucción ambiental, son los determinantes más eficaces en la creación y  manutención de la pobreza. ¡Y el medio ambiente afecta y es afectado por estos procesos!” (Sfeir, 2005; 2009).



Ya hace mucho tiempo Arne Naess, había diferenciado entre ecología superficial y ecología profunda, pero solo recientemente se han incorporado la ecología profunda como parte de los análisis socioeconómicos, por medio de análisis de ingeniería ambiental. La humanidad es parte de un entorno, y debe procurar con este una relación armónica para ser sustentable, lo que solo puede lograrse realizando cambios culturales, políticos y económicos profundos (Goleman, 2009).

Hasta el momento se han ideado dos formas de generar el cambio económico que requiere la ecología profunda: una es el desarrollo sustentable, la segunda el decrecimiento económico.

El desarrollo sustentable es un concepto en evolución. En un comienzo la Comisión Brundtland estableció el desarrollo sustentable como aquel modelo económico que es capaz de satisfacer las necesidades de la presente generaciones sin comprometer las necesidades de las futuras. Más adelante se propuso que la economía sustentable debía alcanzar una armonía entre la actividad económica, ecológica y social, procurando el desarrollo de una esfera sin afectar el progreso de las otras.

La tesis central del decrecimiento es que vivimos en un planeta limitado, y que en consecuencia la economía industrial no es posible un crecimiento económico continuo, si no es a costa de una mayor entropía en el entorno. La propuesta del decrecimiento es reducir progresivamente el consumo, o como plantea la economía budista “vivir mejor con menos”, maximizando el bienestar mediante la disminución gradual de las necesidades. En igual sintonía, Max-Neef (2009) ha reivindicado el modelo hacia dentro añadiéndole algunos alcances: es necesario disminuir la escala de producción adecuándola a las necesidades reales de la población local y disminuir la importación a exepción de aquello que no podamos producir.

El segundo gran problema del modelo económico dominante es la desigualdad, se trata de un drama global pero que en nuestro país se vuelve insoslayable. Chile es uno de los países más desiguales del mundo (Contreras, 1999) junto a economías tan distintas como Brasil, China, Sudáfrica, EEUU e incluso países europeos como España ¿Cómo llegamos a niveles de desigualdad tan preocupantes? La verdad es que la desigualdad tiene raíces históricas muy profundas, lo vemos en la lógica colonialista y sobre todo en los fundamentos de la economía moderna que veía en la “competencia” o “lucha” el manantial del desarrollo. La lógica que aplica burdamente la teoría de la evolución de Darwin a los procesos económicos no logró la eficiente distribución de recursos que pretendía, derivando en una competencia monopólica o duopólica de fatales consecuencias. Por contraste, los nuevos modelos económicos dan un giro y enfatizan los procesos de cooperación y autorganización de los sistemas económicos (Schuschny, Heymann y Perazzo, 2001).

En Chile se han seguido dos infructuosas estrategias de desarrollo: hacia dentro y hacia fuera; cada una de ellas con consecuencias diferidas en la desigualdad y el crecimiento. La estrategia de desarrollo hacia dentro, implementada antes de 1973, buscaba incentivar la producción interna, proteger a las industrias nacientes e independizar la economía nacional del resto del mundo, lo cual logró disminuir significativamente la desigualdad pero generó una seria crisis en la balanza de pagos del país, que la volvió insostenible (Contreras, 1999; Eyzaguirre, Marcel, Rodríguez y Tokman, 2005). La estrategia de crecimiento hacia afuera posicionó la exportación de nuestros recursos naturales, mediante la liberalización económica del sector. Aunque esta estrategia tuvo algunos efectos positivos, en general, no logró un crecimiento sostenido y aumentó dramáticamente la desigualdad (Contreras, 1999; Eyzaguirre, Marcel, Rodríguez y Tokman, 2005).

Otras regiones han tenido problemas similares con la liberalización del mercado, por ejemplo, en  EEUU la alianza entre el sector político, los bancos y las inmobiliarias generó una gran burbuja. Mientras que en las cifras todo parecía crecer, la verdad es que las normativas no se aplicaban eficazmente, todo era un espejismo, la economía se apoyaba en unos cimientos endebles. En Europa el mercado único combinado a políticas neoliberales, como la libre circulación de capitales, los elevados niveles de endeudamiento en algunos países, y la inadecuada regulación trajo consigo un menor crecimiento y una mayor inestabilidad. Como las personas y las empresas podían emigrar libremente para evitar las deudas y los impuestos, los bancos y los gobiernos fueron sometidos a una fuerte presión, lo que a su vez, creó una presión para bajar los salarios y empeorar las condiciones de trabajo. Finalmente, las políticas de austeridad y la carga fiscal se trasladaron a los trabajadores (Stiglitz, 2012).

Entonces ¿Qué hacer? Como explica Joseph Stiglitz (2012), aunque un cierto grado de desigualdad es  inevitable, pues “algunos individuos trabajan más y más tiempo que otros, y cualquier sistema económico que funcione bien tiene que recompensarlos por esos esfuerzos”, lo que ha quedado demostrado es que la teoría del goteo no funciona, pues en la práctica, en un sistema neoliberal las riquezas de los más ricos se han acumulado a expensas de los más pobres, por contraste, la doctrina contraria sí podría funcionar “todo el mundo —incluso los de arriba— podría beneficiarse dando más a los de abajo y a los de en medio”. El perjuicio más obvio de la distribución ineficiente de ingresos se focaliza en los más pobres, y sin duda aquellas familias de menor ingreso viven una vida muy complicada, pero hace algunos años Wilkinson y Pickett (2009) publicaron un estudio que generó gran revuelo, al relacionar indicadores epidemiológicos de la población general con los niveles de desigualdad. Factores tan diversos como el nivel de confianza interpersonal, movilidad social, los problemas de ansiedad, la salud física, población reclusa, violencia, consumo de drogas, obesidad y embarazo adolescente se relacionaban positivamente con los niveles de desigualdad. Todo indicaba que la desigualdad no solo afectaba a los más desfavorecidos, también afectaba a la sociedad en su conjunto, incluidos los más ricos.

Una posibilidad es incursionar en la estrategia I+D+I (Investigación, Desarrollo, Innovación). Chile se ha inclinado hacia esta última tendencia tras el retorno de la democracia. Stiglitz (2012) afirma que un aumento equilibrado de los impuestos a los más ricos y una mayor inversión en educación podría poner fin al aumento de la pobreza y de la desigualdad, y al mismo tiempo mantener un sano crecimiento. Chile además ha tratado de combinar las ganancias de una economía abierta, con un estado capaz de corregir las fallas de mercado y debrindar una red de protección social focalizada en la población más vulnerable (Contreras, 1999; Eyzaguirre, Marcel, Rodríguez y Tokman, 2005). A esto hay que añadir que la inversión en educación y protección social, debe venir acompañada por un aumento en la demanda de este capital humano de parte del sector productivo nacional, para evitar la fuga de cerebros o la cesantía ilustrada. En este sentido, es necesaria la creación de nuevos empleos, el fomento de tecnologías, la innovación y el emprendimiento (Eyzaguirre, Marcel, Rodríguez y Tokman, 2005).

En términos abstactos, lo que se deduce del estudio de los problemas ambientales y la desigualdad es que el bienestar colectivo no se puede calcular como un agregado de bienestares individuales, pues existe una interdependencia en la satisfacción de las necesidades. Daron Acemoglu y James Robinson (2012) han descubierto que las economías exitosas son aquellas que tienen instituciones “sólidas e inclusivas", donde los ciudadanos tienen igualdad de acceso a ellas. En cambio, las economías que fracasan son los que tienen instituciones “débiles o extractivas", diseñadas por una élite para "extraerles" provecho a los demás.

Este es un punto que vale la pena profundizar. Kenneth Arrow (1974) es un economista que ha analizado la conducta de los agentes económicos cuando deben racionalmente tomar decisiones colectivas en beneficio de los miembros de dicha colectividad. Cuando se toman decisiones económicas es necesario establecer relaciones de transitividad entre los bienes, sin embargo, se presentan algunas dificultades para tomar decisiones a nivel grupal, pues las preferencias de uno pueden contradecir las de otro, en otras palabras, no es posible decidir por medio de un sistema de votación criterios generales para toda la comunidad, pero que representen, al mismo tiempo, las preferencias de los individuos. Arrow explica que para asegurar una buena representatividad es necesario garantizar algunas condiciones: el principio de dominio no restringido, según el cual, deben haber tantas alternativas de elección como categorías de preferencias a nivel individual, si un grupo significativo de personas prefiere algo, debe existir la opción de elegirlo; y el principio democrático, de acuerdo a este, no debe haber una ordenación de las preferencias, que no tome en cuenta la preferencia de grupos significativos, las elecciones no pueden ser impuestas.

Es decir, la riqueza no es una condición suficiente para la satisfacción de necesidades, además es necesario el establecimiento de un sistema democrático que garantice que los derechos humanos se traduzcan efectivamente en un ejercicio de libertades individuales (Sen, 2011). La riqueza es solo uno de los medios para conseguir la felicidad y la plena realización de la libertad del individuo. Como demostró Amaryta Sen las desigualdades están dadas por un déficit de oportunidades. Sociedades aparentemente ricas pueden ser pobres en otros ámbitos, si dicha riqueza no logra traducirse en oportunidades, por lo tanto los individuos han de ser convocados a participan activamente en el establecimiento de las prioridades de desarrollo y el Estado debe crear institucionales que salvaguarden la plena expresión de las capacidades humanas.

Nos encontramos en las puertas de la sociedad posindustrial, entrando a un proceso de desarrollo posterior al de industrialización, caracterizado por un predominio de la entrega de servicios, un aumento en el uso de tecnologías, una valorización de la gestión del conocimiento (Bell , 1973). Junto a este cambio económico se produce un tránsito cultural de gran relevancia, el paso de valores materialistas a valores transmaterialistas, la población deja de valorar tanto la estabilidad económica, el desarrollo de las fuerzas armadas, y el combate de la delincuencia y comienzan a valorar más el desarrollo de una sociedad menos impersonal, la participación y la libertad de expresión. Este cambio viene acompañado de mayor bienestar subjetivo, mayor interés en la protección del medio ambiente, mayor tolerancia al exogrupo y mayor participación en decisiones políticas y económica (Inglehart, 1999). Mientras el crecimiento económico se relaciona a valores materiales, el desarrollo humano relaciona con valores más solidarios (Ros, 2001).


Preindustrial
Industrial
Posindustrial
Caza, pesca, recolección, agricultura, pastoreo y artesanía.
Manufactura,  comercio, construcción y extraccionismo.
Gestión de conocimiento y Servicios.
Materias primas
El capital
El saber y las relaciones
Tradición
Burocracia
Trabajo en redes autogestivas
Animismo  y Grandes Religiones
Materialismo Mecanicista
Postmaterialismo

En una sociedad posindustrial resulta especialmente importante que los ciudadanos puedan participar en las relaciones oferta-demanda. En este sentido, el modelo de “comercio justo” y de “transparencia radical” otorga al consumo responsable la responsabilidad de regular el mercado. El consumidor tiene como nadie el poder de cambiar los medios de producción, por ejemplo, puede preferir productos y servicios que tengan una menor huella de carbono o que hayan sido producidos con trabajo decente o que no contengan químicos dañinos (Goleman, 2010). Pero este reto tiene grandes limitaciones, ocasionadas por la lógica del dominio del conocimiento y los flujos de información.

Adam Smith creía que, para lograr asignar recursos de forma eficiente, se requería que la información esté al alcance de todos. Pero el economista George Stigler (1992) manifiesta que existe una gran “asimetría de la información” entre las empresas y los consumidores, lo que impide el desarrollo de un mercado justo y eficaz. En un escenario donde la producción de conocimiento y el manejo de la información se asocian a la lucha por el poder, se desarrollan serios “riesgos morales”, al delegar en otros la toma de decisiones, corrompiendo el funcionamiento del sistema económico.

Aunque el coste de la ignorancia suele ser superior al costo de la información, no debemos por esto intentar asimilar toda la información, sin antes evaluar como invertimos nuestros recursos para producirla, conseguirla o comprenderla, y la cantidad de información que requerimos. Pues, como explica Stigler, asimilar la información no es sencillo. La información, en comparación con otros bienes materiales, puede reproducirse, almacenarse y distribuirse sin mayores dificultades. No obstante, Stingler demostró que las intervenciones estatales destinadas a darle “transparencia” al mercado no siempre resultaban efectivas sin antes cumplir ciertas condiciones. Para que la información transparentada sea efectiva, se requiere que esta información sea de bajo costo y alto beneficio. Algo de esto puede ser afectado por los nuevos descubrimientos tecnológicos y la construcción del Big Data, pues afectan precisamente el modo en que se procesa la información, sin embargo, todo apunta a que se tiende a profundizar la asimetría de la información. 



Detrás de esto hay una verdad ineludible, toda información posee beneficios y costos, más aún, el exceso de información aumenta el valor de la información clasificada, lo que motiva a las personas, empresas y gobiernos a crear normas y sistemas de seguridad que permitan resguardar la confidencialidad y propiedad de la información, en ello están involucrados problemas como la transparencia, propiedad intelectual y la biotecnología. Es por esto que el tránsito hacia una economía del conocimiento genera tanta suspicacia entre algunos sectores. La transición hacia un capitalismo cognitivo tiene un lado oscuro. Los capitalistas no solo quiere apropiarse del dominio de las cosas materiales sino también del espíritu, las ideas, los sentimientos y los vínculos. Las trabas al acceso de la información significan una especie de secuestro de las almas, que lleva a “empobrecimiento cultural” dificultando a los pueblos autogenerar sus superestructuras (Aguilar, 2011).

Aunque la globalización impone un gran desafío para lograr armonizar lo global y lo particular, sobre todo considerando las condiciones de representatividad de Arrow, el desarrollo tecnológico, del transporte y las telecomunicaciones abren la posibilidad de crear una gran red global, que facilite la representatividad que todo sistema económico necesita. Es muy probable que en el futuro los debates sobre política económica se concentren en esta dirección.

Como se ha explicado, la economía moderna pretendía extrapolar el física del siglo XVII al estudio de la riqueza y como tal heredó muchos de sus presupuestos. Los primeros economistas se encontraban obsesionados por encontrar un equilibrio entre la oferta y la demanda que le diera mayor estabilidad al mercado. Aunque las contribuciones de Paul Samuelson contribuyeron a aplacar los efectos de la inestabilidad económica mediante una combinación sensata  de políticas fiscales y monetarias, la verdad es que la especulación financiera y la predicción de crisis económicas se parece más a la climatología que a la física mecanicista que pretendían imitar. La economía moderna tiene dificultades para explicar la innovación y otros fenómenos emergentes de la trama psicosocial. Como plantea la economía evolutiva de Schumpeter (1978; 1996), el desarrollo económico no está dirigido solamente por fuerzas externas, sino también por fuerzas internas que se autorganizan de forma espontánea y discontinua, mediante la generación de nuevas combinaciones, que eventualmente pueden convertirse en ventajas competitivas, y si logran adecuarse al flujo del mercado y la institucionalidad existente, crean una estabilidad relativa, mientras no se genere una nueva innovación. Como demostraba la escuela austriaca de economía, la información que surge de la actividad empresarial se trata de un conocimiento subjetivo, tácito, práctico, no formalizable y disperso, esto es que en principio solo el sujeto la conoce pues ha surgido de su actuación, por lo tanto la incertidumbre es un elemento indispensable de todo modelo económico.

Una de las pocas formas de dar mayor certidumbre al sistema económico es el establecimiento de relaciones menos impersonales y más fluidas con las redes sociales (Koschatzky, 2002). La generación, el fortalecimiento y la articulación de “redes institucionales” y “redes de contactos” se volverán seguramente en un elemento central del sistema económico. Sobre todo si consideramos que estamos entrando en la era postindustrial, donde la producción cooperativa es la condición indispensable para la producción de conocimiento, solo cuando el conocimiento se comparte se puede generar nueva información.  La innovación es un proceso colectivo que surge de un proceso no lineal, emerge de las relaciones redundantes: intra-empresa, inter-empresa, público-privado, ciencia básica-aplicada, instituciones-consumidores, instituciones-proveedores, etc., suelen basarse en sucesivas retroalimentaciones entre los diferentes agentes.

La segunda forma de dar mayor certidumbre al sistema económico es la inversión en capital humano. Todo trabajo, como actividad humana en el sentido más amplio, al estar inserto en un contexto humano, es un proceso de socialización, en tanto, como producto de dicha relación, se promueve el desarrollo humano. Los procesos económicos son en sí un acto educativo, que producen un tipo particular de sociedad. Aunque, el progreso material y científico ha avanzado asombrosamente, el progreso espiritual no le ha seguido el paso, será preciso que el modelo económico de un salto desde lo externo e individual al desarrollo de lo interno y lo colectivo (Sfeir, 2005; 2009). La producción con sentido pedagógico, es un nodo en que se encuentra la psicología transpersonal, la educación holística, la administración y la economía, en una integración que aún no acaba por resolverse.

Algunos autores, han planteado la necesidad de que surja un nuevo “capitalismo conciente”. Pero para mi gusto, el modelo económico que se avecina tendrá muy poco de capitalista, puesto que ya no está centrado en la “Utilidad”, sino en el “Cuidado”. La nueva economía será dinámica, compleja y sutil, describirá un océano de relaciones llanas de sentido y los economistas dejarán de ser espectadores objetivos para transformarse en participantes activos de un contexto glocalizado.

Políticas públicas

Si decimos “el arte de ejercer el poder” la gente se imagina un político y si decimos“omnipotencia” la gente piensa inmediatamente en Dios. No obstante ¿Qué ocurriría si un poder político tuviera afanes omnipotentes?... Antiguamente era común que las castas sacerdotales y políticas se solaparan, hoy dicha asociación parece una herejía mounstrosa, pero si estudiamos con atención nos damos cuenta que nunca se han distanciado del todo.

Tras las barbaries de la religiosidad medieval, los ilustrados consideraron necesario realizar una serie de divisiones en los poderes. Además de la división entre ciencia y religión, se buscó separar el poder de iglesia y el estado. También por aquella época, Montesquieu separó los poderes del estado en tres: legislativo, ejecutivo y judicial. Y más adelante, se dividió el poder del estado y el poder de los empresarios. Los empresarios por su parte llevarían a cabo una división del trabajo, etc.

Al parecer, tales divisiones era una extensión del atomismo y reduccionismo mecanicista. Pero tales divisiones nunca funcionaron muy bien, si revisamos la historia vemos que los poderes del estado, de los empresarios, de los científicos y los grupos religiosos se han interferido constantemente. Es como intentar dividir las funciones de un ser humano, nunca encontrarás un ser humano que solo ejecute sin deliberar o sin juzgar. Los jueces no se pueden abstraer de sus valores, y los parlamentarios no pueden dejar de ser ellos mismos para convertirse en meros representantes. Igual de difícil es pedirle a un ser humano que ejecute una acción social sin darle un sentido, necesariamente tiene que haber en ello una espiritualidad. Si revisamos nuestros movimientos políticos, encontramos que la espiritualidad sigue presente en la escena política. Mientras que los liberales promueven el espíritu libertario que da sustento a una sociedad de derechos individuales y que rechaza la religiosidad como una base pre-política; los conservadores defienden el espíritu de un colectivo que se sustenta en un sistema normativo que tiene a la religión como un fundamento pre-político ¿Acaso no resulta evidente que dicha controversia guarda relación con la controversia entre el misticismo y el fundamentalismo?

Uno de los grandes méritos del movimiento internacional de los indignados ha sido el rediseño del mapa político internacional, la división izquierda-derecha ha quedado obsoleta, capitalismo y comunismo no son más que dos cuernos de una misma bestia. Los nuevos movimientos sociales ocupan un campo central entre dos extremos: el capitalismo de estado y capitalismo neoliberal (Arias, 2012). Aun no vemos como se mueven todas las piezas del tablero, pero tal parece que la divisiones entre poderes se están diluyendo, ya que las interdependencias entre cada instancia se fortalecen y los  flujos de comunicación aumentan. Al final, ¿Quedará un sistema despótico global, o una compleja red de sistemas emergentes? Ello se encuentra atado a nuestro destino.

“Estamos en un momento crítico de la historia de la Tierra, en el cual la humanidad debe elegir su futuro. A medida que el mundo se vuelve cada vez más interdependiente y frágil, el futuro depara, a la vez, grandes riesgos y grandes promesas. Para seguir adelante, debemos reconocer que en medio de la magnífica diversidad de culturas y formas de vida, somos una sola familia humana y una sola comunidad terrestre con un destino común. Debemos unirnos para crear una sociedad global sostenible fundada en el respeto hacia la naturaleza, los derechos humanos universales, la justicia económica y una cultura de paz. En torno a este fin, es imperativo que nosotros, los pueblos de la Tierra, declaremos nuestra responsabilidad unos hacia otros, hacia la gran  comunidad de la vida y hacia las generaciones futuras”. Lo anteriormente dicho no es mi opinión personal, sino el preámbulo de la Carta de la Tierra (2000).

Carta a la Tierra
I. Respeto y cuidado de la vida.
1. Respetar la Tierra y la vida en toda su diversidad.
2. Cuidar la comunidad de la vida con entendimiento, compasión y amor.
3. Construir sociedades democráticas que sean justas, participativas, sostenibles y pacíficas.
4. Asegurar que los frutos y la belleza de la Tierra se preserven para las generaciones presentes y futuras.

II. Integridad ecológica
5. Proteger y restaurar la integridad de los sistemas ecológicos de la Tierra, con especial preocupación por la diversidad biológica y los procesos naturales que sustentan la vida.
6. Evitar dañar como el mejor método de protección ambiental y, cuando el conocimiento sea limitado, proceder con precaución.
7. Adoptar patrones de producción, consumo y reproducción que salvaguarden las capacidades regenerativas de la Tierra, los derechos humanos y el bienestar comunitario.
8. Impulsar el estudio de la sostenibilidad ecológica y promover el intercambio abierto y la extensa aplicación del conocimiento adquirido.

III. Justicia social y económica
9. Erradicar la pobreza como un imperativo ético, social y ambiental.
10. Asegurar que las actividades e instituciones económicas, a todo nivel, promuevan el desarrollo humano de forma equitativa y sostenible.
11. Afirmar la igualdad y equidad de género como prerrequisitos para el desarrollo sostenible y asegurar el acceso universal a la educación, el cuidado de la salud y la oportunidad económica.
12. Defender el derecho de todos, sin discriminación, a un entorno natural y social que apoye la dignidad humana, la salud física y el bienestar espiritual, con especial atención a los derechos de los pueblos indígenas y las minorías.

IV. Democracia, no violencia y paz
13. Fortalecer las instituciones democráticas en todos los niveles y brindar transparencia y rendimiento de cuentas en la gobernabilidad, participación inclusiva en la toma de decisiones y acceso a la justicia.
14. Integrar en la educación formal y en el aprendizaje a lo largo de la vida, las habilidades, el conocimiento y los valores necesarios para un modo de vida sostenible.
15. Tratar a todos los seres vivientes con respeto y consideración.
16. Promover una cultura de tolerancia, no violencia y paz.

La Carta de la Tierra es el primer instrumento internacional inspirado en fundamentos transpersonales y que apunta precisamente al principal reto político del siglo XXI: la resolución de problemas globales como la desigualdad o la crisis ambiental mediante acciones participativas de carácter local. De forma similar a como surge la psicología transpersonal de la psicología humanista, la Carta de la Tierra emerge de los principios de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Casi todas las escuelas de la psicología transpersonal tienen implicancias políticas importantes, hablamos del humanismo cristiano, la escuela ecológica, la escuela participativa y la escuela integral de Wilber. Cristobal Cervantes (2011) reunió a una veintena de personalidades que expusieron sobre la relación entre la política y espiritualidad, dejando ver la inquietud de los intelectuales por relacionar ambos temas.

¿Qué relación tiene la psicología transpersonal en la nueva escena política? Para hacer frente a los grandes desafíos se requiere “un cambio de mentalidad y de corazón”; y de “un nuevo sentido de interdependencia global y responsabilidad universal” (Carta a la Tierra, 2000). Es ahí, en la conexión entre lo interno y lo externo, donde la psicología transpersonal cumple una función política de primera importancia, si de verdad queremos glocalizar, “actuar localmente pero pensar globalmente”, es impresindible que cada individuo logre trascender su ego, el de su grupo social y el de su nación para identificarse con la humanidad, la naturaleza y el cosmos en toda su complejidad cultural y biológica.

De a cuerdo a McLuhan (McLuhan y Fiore, 1987), la civilización evoluciona según predominen unos u otros medios de comunicación: culturas tribales tenían la tradición oral como principal medio de comunicación, desde la imprenta en adelante la comunicación se formalizó, fragmentó y despersonalizó. Por contraste, con la nueva tecnología electrónica se alcanza un nivel de interdependencia que nos retrotrae a nuestra vida tribal en las aldeas, hoy nos encontramos en una aldea global con una dinámica social fluida y unificada, donde surge una nueva forma de política; la esfera pública deja de estar constituida por individuos pasivos y aislados, para transformarse en una fuerza autorgestiva y participante.



La mayor parte de los problemas que enfrenta nuestra humanidad tienen un alcance internacional, solo por mencionar algunos, destacamos: los flujos migratorios, el narcotráfico, las guerras preventivas contra el terrorismo, los abusos de las transnacionales, el aumento de CO2 en la atmósfera, el cambio climático, la pasividad del mundo ante las violaciones a los derechos humanos, la crisis energética, la crisis de créditos, la regulación de internet y el ciberespionaje, etc… Es por ello que la globalización es el fenómeno más desafiante de nuestros tiempos, en dicho campo se enfrentan los movimientos altermundistas contra los grandes organismos internacionales como el FMI, el Consejo de Defensa, el G8 y otros similares. En el ámbito económico, la globalización conjuga la interdependencia global de la producción de bienes y servicios, los mercados financieros, los sistemas crediticios y las políticas monetarias. En el ámbito social, la globalización ha tenido implicancias paradójicas, por una parte ha potenciando a los nuevos movimientos sociales, pero al mismo tiempo ha motivado a los estados a aumentar la vigilancia y control sobre los ciudadanos. En cualquier caso, los gobiernos no van a ser técnica capaces de controlarla capacidad autogestiva de la gente (Ramírez, 2001).

Un factor clave en la nueva ecuación es el surgimiento de internet. Las redes informáticas son una extensión de nuestra mente que se conecta con algo más grande que nosotros mismos, se trata de una mente que proyecta la dinámica participativa del ser humano en toda su diversidad (Schuschny, 2007).

David Ugarte (2007) distingue tres tipos de organización social: las redes centralizadas, las redes descentralizadas y las redes distribuidas. Mientras que los gobiernos se encuentran jerárquicamente organizados, en el último tiempo, con ayuda de internet, ha surgido una nueva forma de organización social con un poder distribuido; es un mundo pluriárquico y policéntrico, donde una multiplicidad de agentes autónomos se coordinan espontáneamente sin pasar por la contingencia de los nodos centrales de poder (Ugarte, 2007). Por lo tanto, los gobiernos jerarquizados no pueden hacerles frente, pueden detener a alguno de sus líderes, o cerrar algunas páginas de internet, pero la información se encuentra distribuida y los grupos siguen autogestionandose en redes emergentes. Es por esto que el orden mundial nunca podrá controlar completamente la red, solo controlar ciertos nodos. No obstante, podrá servirse de ella para descentralizar su poder y lograr mayor representatividad.
  


La crisis que enfrenta nuestra civilización se puede entender en buena medida como una crisis de confianza en las instituciones derivada de la falta de representatividad y legitimidad (Cervantes, 2011). Se estima que al rededor de dos tercios de los ciudadanos del mundo no se sienten representados por sus gobernantes (Ramírez, 2001). La falta de representatividad es muy preocupante en Chile, donde la participación electoral ha experimentado una baja sostenida tras la vuelta a la democracia (Corvalán, 2012). No se trata de un desencanto con la política como tal, sino con determinada forma de hacer política y, en concreto, una política incapaz de arribar a una identidad colectiva, lo que se rechaza no es la idea de formar una colectividad, sino por el contrario, se objeta la falsa homogenización que impone la racionalidad formal del sistema económico, político y social moderno (Lechner, 1988).

Hace algunas décadas se hablaba de la confrontación de dos paradigmas administrativos: por un lado la administración del estado ejercida de forma centralizada y pública; por otro, la administración del mercado ejercida de forma descentralizadas y privada. En dicha dicotomía se confrontaban dos perspectivas jurídicas, el de las normas que garantizan el bien común y el de los derechos individuales que garantiza la libertad frente a las imposiciones de la mayoría. Entonces el debate se polarizaba entre estatizar y privatizar el sistema. Hoy en cambio, vemos surgir un nuevo paradigma político que escapa de dicha polarización (Lechner, 1997; Etzioni, 2001; Gatica, Miranda, Koljatic, Trivelli y Pantoja, 2013). Son varios factores que convergen en ello, tanto el estado, como el empresariado y la sociedad civil desembocan paulatinamente en un proyecto común, “las redes políticas” (Fleury, 2002).

Los cambios en el ámbito administrativo y económico, que se han descrito en los apartados anteriores, han motivado al sector privado a alejarse del modelo neoliberal. Por remplazo, los emprendedores del sector privado han comenzado a buscar nichos entre las nuevas organizaciones híbridas, en un espacio donde confluyen las empresas de responsabilidad social corporativa, las cooperativas, las empresas sociales, las ONGs y las organizaciones sociales fin fines de lucro (Gatica, Miranda, Koljatic, Trivelli y Pantoja, 2013).  Y dado que se están diluyendo las divisiones entre los ámbitos públicos y privados, el rol subsidiario del estado, deja de tener su sentido original, el estado subsidia a un privado que deja de perseguir la plusvalía, y que se vuelve cada vez más público.

El estado de bienestar también está pasando por cambios importantes, incluso algunos auguran su desarticulación, pero la verdad es que está lejos de ello. Antes que nada, debemos explicar que existe una visión idealizada de las políticas públicas, que emulan el ciclo de investigación de la ciencia moderna: en una primera fase, las políticas son definidas en la esfera política del oficialismo, seguidamente el gobierno acuerda que políticas adoptar. En segunda fase, la administración pública ejecuta dichas políticas a través de programas. Y en tercer lugar, el gobierno evalúa si los programas cumplieron sus objetivos, con miras a generar nuevas políticas o mejorar la implementación de las mismas. Lo que sucede es que el estado de bienestar se ve sobreexigido por una diversificación y un aumento las demandas sociales. A pesar del aumento sistemático del gasto público destinado a los llamados umbrales garantizado, sigue aumentado con ello las necesidades, expectativas y exigencias de la ciudadanía (Noya, 2001).

Sujeto a dichas presiones, el estado de bienestar ha transformado la formulación de políticas en un proceso bastante más complejo y pluralista (Cox, Giugale, Zavala, Rojas y Lafuente, 2010), por ejemplo:

-          En un comienzo, la formulación de políticas concernía exclusivamente a los cabecillas políticos del gobierno, pero paulatinamente fueron incorporando nuevos actores sociales a la formulación, ejecución y evaluación de las políticas. Primero se incorporaron expertos y asesores externos, luego se incorporaron a numerosos grupos de interés, tales como ONGs, iglesias, empresas, sindicatos, federaciones de estudiantes, entre otros.
-          Algunas políticas se están diseñando por comisiones integradas por técnicos, liderazgos políticos de diversos colores y representantes de la sociedad civil.
-          En otros países han fortalecido la capacidad de la legislatura permitiendo que desempeñe una función más importante en la formulación de políticas.
-          Los gobiernos tratan de aumentar la capacidad técnica de la administración pública y los equipos técnicos de la administración pública reclaman que sus consideraciones sean tomadas en cuenta en la evaluación expost  y en el rediseño de las políticas.
-          Algunos países han creado un defensor del pueblo, o han dado la Contraloría General de la República mayores atribuciones,
-          Se están generando instancias intersectoriales para coordinar las políticas de diversos sectores, tanto en su formulación como ejecución.
-          Hay una exigencia creciente de parte de la ciudadanía por la construcción de un gobierno más transparente y una democracia más participativa.
-          En otros casos, las decisiones son tomadas mediante plesbicitos y consultas ciudadanas, etc.

Lo más notable de dichos cambios es que los gobiernos se ven forzados a descentralizar su poder. Pero dicha descentralización, es un objetivo esquivo. Como explica Boisier (2004) la descentralización se confunde con desconcentración, la descentralización no se refiere a la típica deslocalización administrativa ejercida por autoridades fácticas de corte autoritario, sino a la delegación efectiva de capacidades, recursos, y por sobre todo una entrega del poder deliberativo, es decir, consiste en ceder de forma efectiva el poder. Además, surge la necesidad de avanzar hacia una glocalización, que otorgue a las localidades mayores potestades en las determinaciones que se ejerzan a nivel global. Y este cambio, se ve venir, a pesar de la inmensa diversidad de grupos que se integran entre los nuevos movimientos sociales, hay un rasgo común a todos ellos, reclaman mayor participación, quieren tener mayor injerencia sobre las grandes decisiones.

Pero no solo el mundo empresarial y el mundo estatal están pasando por transformaciones importantes. El cambio más grande se está por venir, y compromete en las bases comunitarias de nuestra sociedad. Etzioni (2001) destaca que, en medio dicotomía de estatización-privatización, la importancia de la comunidad ha sido olvidada, sin ella no se puede aspirar a una sociedad equilibrada, se trata de una triada y no una dicotomía, porque el poder del estado nunca podrá remplazar la función que cumple una comunidad en el establecimiento de las bases prepolíticas de la democracia. Es en las familias, en los barrios, en las escuelas donde se construye participativamente el bagaje moral de nuestra sociedad. Una sociedad civil fuerte es un pre-requisito para la conformación de una democracia participativa, que trascienda de una vez por todas las limitaciones de la democracia representativa (García, 2013). A la vez, el empoderamiento de los actores sociales es una base imprescindible del desarrollo sustentable (Sfeir, 2005).

Algunos autores han encontrado evidencias de un declive de las comunidades en las sociedades modernas, por ejemplo, ha disminuido la participación en sindicatos y el tiempo que se comparte con los vecinos. Sin embargo, también se ha encontrado una mayor participación encomunidades virtuales, en grupos de auto-ayuda, en ONGs, en el voluntariado y en grupos ecologistas. Al parecer, está surgiendo una nueva forma de participación comunitaria, que se orienta hacia comunidades que necesitan un compromiso más débil o difuso de parte de sus integrantes (Maya, 2004). Tradicionalmente el estudio de los sistemas sociales, se ha concentrado en los vínculos fuertes, delimitando su aplicación a grupos estructurados y cohesionados, pero recientemente se está relevando la importancia de los vínculos débiles y las redes difusas en la nueva configuración política y comunitaria (Granovetter, 2000). Las nuevas comunidades ya no requieren que sus integrantes se congreguen físicamente en un mismo lugar, es suficiente que mantengan un vínculo virtual, interacciones comunicativas ocasionales, pero por sobre todo que tengan un valor en común que les de un sentido de pertenencia.

En este nuevo escenario político los actores sociales gozan de mayor autonomía, pero paradójicamente están sujetos a una mayor interdependencia, ya que no se rigen por la lógica normativa de un  partido político, sino por la espontánea y dinámica unión de las voluntades convocadas por los ideales de un movimiento social concreto. Es por esto que las nuevas comunidades ya no encajan con el paternalismo, y tienden hacia niveles mayores de participación.

Niveles de Participación Comunitaria

Acciones emprendidas por la ciudadana
Acciones emprendidas por los gobiernos
1ro
Mantenerse informado e investigar.
Instrucción, difusión por medios de comunicación, transparencia y cuentas públicas.
2do
Reflexionar críticamente sobre la realidad
Concientizar y problematizar mediante cabildos y diagnósticos participativos.
3ro
Manifiestar opinión
Consultas ciudadanas, audiencias, y OIRS.
4to
Establecer medidas de presión
Mesas negociadoras
5to
Asumir funciones del aparato público pero siguiendo las directrices del centro de poder
Descentralización de las funciones del estado, mediante Consejos y puestos en Directorios
6to
Co-gobierno donde se participa activamente en la definición de las políticas
Co-gobierno, el poder central permite que las bases sociales participen en comisiones que diseñan políticas públicas y con escaños del congreso
7mo
Autogestión de funciones sociales monopolizadas por el estado y el mercado
Subsidiar, guiar y complementar iniciativas autogestivas

El proceso que describe el tránsito hacia mayores niveles de participación se llama fortalecimiento. Montero (2009) entiende el fortalecimiento como “un proceso mediante el cual los miembros de una comunidad (individuos interesados y grupos organizados) desarrollan conjuntamente capacidades y recursos, para controlar su situación de vida, actuando de manera comprometida, consciente y crítica, para lograr la transformación de su entorno según sus necesidades y aspiraciones, trasformándose al mismo tiempo a sí mismos”.

En general, solo se llega a un cuarto nivel de participación, que incluye a los actores sociales en mesas negociadoras. Pero esta situación está cambiando gradualmente, los gobiernos, ante la presión de la calle, se están viendo obligados a integrar a las bases sociales en la toma de decisiones, las nuevas comunidades ya no encajan con el paternalismo, pues se sustentan en procesos autogestivos, y solo se relacionan con los centros de poder mediante el co-gobierno.  Entendemos la autogestión y la co-gobernanza como iniciativas complementarias: a la autogestión como la acción de un colectivo que asume el control directo de los medios de producción, prescindiendo de la burocracia del estado, a través de una democracia participativa;  y concebimos la co-gobernanza como la acción de un conjunto diverso de actores sociales que crean comités paritarios para asumir la rectoría de un centro de poder (Méndez y Vallota, 2006; Diodato y Martínez, 2006).
  


Si proyectamos la influencia de los movimientos sociales, es posible que en el futuro se creen vías democráticas, institucionales y legitimadas que encausen la efervescencia social, una nueva institucionalidad pública y autónoma que supervigile la relación entre la sociedad civil y el estado, con el objetivo de observar, orientar, fortalecer y hacerse parte en dicho proceso. Probablemente se transforme en un eje articulador entre funciones que se encuentran difusas entre la Contraloría General, el Poder Legislativo y los Defensores del Pueblo (Basili, 2010).


Además el gran cambio que se está viviendo, debe venir acompañado de un gran cambio cultural: es la sociedad civil la que debe recuperar la autonomía  históricamente perdida, nadie puede entregársela por decreto (Boisier, 2004);  además se debe desarrollar la capacidad de  establecer este mega-objetivo, y trabajar en la creación de una identidad, valor o espíritu común (Ugarte, 2007; Fleury, 2002). Es ineludible  la relevancia de los medios de socialización, la familia, la escuela, las universidades, los medios de comunicación y las representaciones artísticas, pues la socialización es el poder blando y la única forma efectiva de generar cambios culturales sin caer en la pasividad de la diplomacia o la imposición normativa o armamentista, debemos encontrar un camino alternativo entre la razón y la fuerza, y en ello las políticas de infancia, familia, cultura y educación cumplirán una función primordial.

BIBLIOGRAFÍA
http://vidaculturaycosmos.blogspot.cl/2017/02/bibliografia.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario